Expectación, decepción y... emoción, que salva el cartel de la feria

Roca Rey hizo un tremendo esfuerzo tras un fuerte percance y cortó una oreja, igual que Marco Pérez. Emilio de Justo se fue de vacío

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Expectación, decepción y... emoción, que salva el cartel de la feria
Roca Rey se libró milagrosamente de los pitones del segundo. FOTOS: FERMÍN RODRÍGUEZ
El autor esJosé Ángel Gallego Vázquez
José Ángel Gallego Vázquez
Lectura estimada: 5 min.

La corrida de la expectación fue la de ¿la decepción? La ausencia de Morante no se resintió en la taquilla. La empresa colgó el cartel de 'no hay billetes'. Lo que jamás sabremos ya es lo que hubiera ocurrido en el albero si el paseíllo lo hubiera trenzado el sevillano.

 

Pero entre la expectación suscitada y la decepción que supuso ver a los tres diestros abandonar el coso por su propio pie, hay una amplia gama de grises. Al menos hubo emoción, que también acaba en 'ón'. Y eso en los toros es tan importante como el número de trofeos cortados, incluso más. Comenzó bien la corrida con un Emillio de Justo mucho más macizo que en su tarde anterior. Estuvo el extremeño solvente y cuajado ante un toro serio y áspero, mal lidiado, y que le hizo ponerse el traje de currito. Aún así, Emilio logró arrancarle dos o tres series de mucho mérito. Se lanzó sobre el morrillo y la espada fue efectiva pero, cuando ya la gente sacaba sus pañuelos, el astado se levantó y el asunto se enfrió incomprensiblemente.

 

Puso esta vez la vara de medir en el sitio adecuado el palco. Bien Manuel Gutiérrez en su forma de juzgar los trofeos.

 

 

LA EMOCIÓN

 

La tensión emotiva llegó en el segundo: un toro que tuvo dos partes. En el capote sembró el pánico, especialmente cuando mejor estaba toreando Roca Rey: manos bajas y templadas, capotazos largos y con mando. Pero el peruano salió prendido y, hasta en tres ocasiones, fue zarandeado feamente en unos segundos eternos que encogieron corazones, mientras la cuadrilla era incapaz de quitarle el toro a un Roca Rey convertido en un muñeco a merced del toro. Quedó mermado el peruano que apostó por una faena de entrega. Mejoró el garcigrande en la muleta, cuando Andrés le sometió en la media distancia, incluso la llegó a tomar bien el morlaco ante el mando del torero.

 

Mano muy baja y muletazos que alargaban los prodigiosos brazos de Roca. La tensión por la cornada se transformó en la emoción que le puso el peruano ante un toro que le había querido matar, literalmente. A menos fueron animal y faena, aunque los circulares y el arrimón final caldearon el ambiente. Visiblemente dolido y con un palizón histórico pinchó en su primera comparecencia. En la segunda, la espada fue certera y el presidente acertadamente sólo concedió una oreja. Así debiera ser siempre el palco que merece Valladolid. Ni si quiera pudo pasear el trofeo y se fue directo a la enfermería, aquejado de un fuerte dolor el las costillas.

 

Sin tiempo para recuperarse de tanta intensidad, salió al ruedo un vendaval de 17 años que quiere mandar en esto, como ahora lo hace el que le precedió.

 

 

Verónicas en el centro del ruedo que casi fueron delantales. Navarras y tafalleras. Se lo dejó crudo en el caballo y, de nuevo, en la boca de riego, Marco Pérez lo citó por la espalda en un inicio de faena trepidante de la que se había contagiado los tendidos. Torero, toro y público andaban acelerados por el inminente triunfo. No se dejó nada el salmantino. El astado arrastra el hocico y los muletazos surgen ligados, uno tras otro. Ahora una arrucina, ahora un remate afarolado. Al natural el toro y la faena dicen menos. Vuelta a la diestra. Cuando ya parece estar todo consumado, arroja el estoque y comienza una serie alternando ambas manos. El pinchazo precede una buena estocada, y el usía -por analogía en lo que ya había sucedido anteriormente- le niega la segunda. Bien otra vez; no tanto el  matador que, seguramente, fruto de su juventud se contagió del momento, e hizo gestos al palco mendigando la segunda.

 

El cuarto fue un trámite. Ni bien ni mal ni todo lo contrario. Sin emoción que es lo que mata el toreo. Y eso que Emilio se ciñó por chiquelinas de manos bajas. Y firmó un trasteo aparente. Los dos pinchazos hicieron el resto. El extremeño finiquitaba su vigésimo toro en tres temporadas en Valladolid y, creo [no lo confirmo] que por vez primera abandonaba a pie, y no en hombros, el coso de Zorrilla.

 

EL DECLIVE

El quinto confirmó el declive de la tarde. Corrieron turno para darle más tiempo al peruano, que se rehacía en la enfermería.  De toriles aparecía un toro profundo y serio que, a las primeras de cambio, demostró estar en la ligera línea que separa la imvalidez de la escasez de fuerza. Aguantó la bronca el presidente que no lo devolvió. El público se lo recriminó sonoramente.

 

Y para colmo, en el primer muletazo el toro se derrumbó y se partió la vaina del pitón derecho. A toro flaco... Marco Pérez, en su estreno en Valladolid, dejó su tarjeta de presentación, pero no pudo dar el aldabonazo pretendido en una tarde de mucha expectación que, a juzgar por su cara, en este caso sí fue de decepción.

 

Mientras tanto esperaba Andrés Roca Rey en el portón que antecede a la Puerta Grande, sabía que estaba medio descerrojada pero le faltaba un último empujón. Dejó sonar la ovación para el salmantino y la bronca para el presidente e hizo su aparición en el callejón. Los tendidos se fueron animando y premiaron al peruano con un cálido recibimiento

 

El caldo de cultivo era el adecuado para un taco de los gordos: Al gesto torero de salir otra vez al ruedo, muy mermado, se le sumaba el cabreo del público que veían en este sexto [que en realidad era el quinto] la única tabla de salvación para evitar la decepción.

 

Y de repente salió un tío. Serio, muy serio, cuajado y con un pitón izquierdo que apuntaba al firmamento. Pero, desgraciadamente, el milagro no sucedió. Porque Treinta y Siete que así se llamaba tenía su guasa y un peligro sordo que quizá no se apreció en los tendidos. Roca, que hacía un esfuerzo por mantenerse en pie, tragó de lo lindo y aunque la batalla no tuvo tintes épicos, fue de esos toros que no gustan a las figuras, bueno ni a casi nadie. Un topetazo pudo acabar en tragedia. Aguantó el peruano un toro agresivo que buscaba el carné y también sus tobillos. Había que mirar a la tablilla para comprobar que no se había soltado por error uno de los victorinos de este sábado.

 

Pinchó el peruano y cualquier atisbo de triunfo hacía agua. Bastante que Andrés salió por su propio pie, rodeado de chavalería, en una corrida de Garcigrande que tardará en olvidar. Fue derivado al hospital para examinarle de la posible lesión en las costillas.

 

Expectación, mucha; decepción, también; pero la emoción permitió que no fuera una corrida más, al menos para el aficionado.

 

 FOTO: TAUROEMOCIÓN

 

  

Más Info.

Plaza de toros de Valladolid. Se colgó el cartel de 'no hay billetes' en una otra tarde agradable.

Se lidiaron toros de Garcigrande, en general bien presentados y con desigual juego, algunos ásperos y violentos. Otros sacaron fondo en la muleta, especialmente el peligroso segundo y el tercero, que fue a menos.

Emilio de Justo, que sustituía a Morante, ovación y ovación.

Roca Rey, oreja y ovación tras aviso.

Marco Pérez, oreja con petición de la segunda y ovación.

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Plaza de toros de Valladolid. Se colgó el cartel de 'no hay billetes' en una otra tarde agradable.

Se lidiaron toros de Garcigrande, en general bien presentados y con desigual juego, algunos ásperos y violentos. Otros sacaron fondo en la muleta, especialmente el peligroso segundo y el tercero, que fue a menos.

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