Variaciones Chillida

La exposición que se puede disfrutar en el Museo Nacional de Escultura es compleja y enigmática a partes iguales

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Variaciones Chillida
Una de las obras de Chillida. RAFA CRESPO
El autor esÁgreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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Como esas personas que esperan a la puerta de los ambulatorios a primera hora de la mañana para sacarse sangre, deseo  que lleguen las once en punto de la mañana y que abran la puerta del Museo Nacional de Escultura para ver 'Chillida. Mística y materia' y ser el primero en disfrutar de la sutileza y la sensibilidad de esta magnífica exposición por enésimo día. 

Escribe Eduardo Chillida (San Sebastián, 1924-2002) que "Hay una cierta manera de conocer -previa a lo que llamamos conocimiento- desde la cual es posible, sin saber cómo es una cosa, conocerla. Esta manera de conocer es tan abierta que admite diversas formas, sin que por eso todavía sepa cómo es".

Esta exposición es compleja y enigmática a partes iguales. Y no admite prisas. El espacio, el tiempo, el silencio, los límites, la materia, la luz habitan en las 54 piezas que componen la exposición. El diálogo imprescindible que se establece con el selecto grupo de obras pertenecientes a las colecciones del Museo Nacional de Escultura provoca unas sensaciones únicas en el espectador.

No se ve sino lo que se tiene ya dentro del ojo. Se ve bien teniendo el ojo lleno de lo que se mira. Es bastante sencillo, todo se reduce a aprender a preguntar. (Chillida, Escritos) Porque Eduardo Chillida es sin lugar a duda unos de los creadores, de los artistas más importantes, esenciales del siglo XX.  Su amistad y sus cartas con filósofos y artistas constituyen en sí mismas joyas que la familia guarda como un tesoro.

Chillida los días que hacía temporal no iba clase. Venía a ver la mar. Le gustaba mucho caminar solo detrás del Igueldo, por las rocas,  viendo romperse la mar a veces curiosa que amansan esas rocas que somos un poco nosotros, un poco erosionados ya, pero dando la cara, defendiendo la tierra y también el alma de las cosas.  Tardes enteras de xiri-miri que me pasaba mirando la mar desde las rocas hablando solo...

El asombro, la curiosidad, la espiritualidad de Eduardo Chillida lo respira el visitante. El arte para Chillida es una forma de pensamiento. Todas sus sobras desafían nuestra imaginación y, por un instante logran recrear su mundo. Ese momento íntimo de poder compartir con un extraño visitante la vida y la obra de Chillida se convierte en una emoción que pocas veces sucede cuando uno ha visitado otras exposiciones. 

Se tiene la sensación, cuando se pasea por las salas, que Chillida está vivo, que está observándote y que te va susurrando al oído todos sus secretos y toda la belleza y la bondad que atesora su obra.

 

 

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