En la siguiente parada

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En la siguiente parada
El autor esGuillermo Delgado
Guillermo Delgado
Lectura estimada: 2 min.

No van disfrutando del viaje ni del paisaje.

Todos los vagones van llenos. Yo siempre elijo el último asiento de última fila, para ir observando a los pasajeros en el recorrido que hago hasta llegar al vagón donde está situado el bar.

Perdí el anterior tren y me he subido en uno que lleva al mismo destino, pero voy a llegar con mucho retraso a mi cita. Las caras de muchos de los pasajeros me resultan conocidas, casi hasta familiares, pero no les pongo nombres ni ocupación.

Van enojados, preocupados, enfadados... alguno con las venas hinchadas y ojos enrojecidos. El día es soleado y los campos con las últimas lluvias presentan un aspecto formidable, pero ninguno mira por la ventana, prefieren la oscuridad del espacio e incluso en algún compartimento han bajado las persianas para que no entre ninguna luz, ningún motivo de esperanza o claridad.

En el vagón del bar he descubierto el motivo de tanta furia contenida.

No les gusta quien conduce el tren, ni el recorrido que hace ni el destino al que les conduce.
Hace unos años se votó en unas urnas y parece que entre unos cuantos se pusieron de acuerdo para que el tren lo condujera un hombre que pertenece a un partido con actitudes mafiosas.

Los pasajeros que comparten conmigo la cerveza y el bocadillo de jamón piensan que en breve el tren va a descarrilar y han decidido que dentro de tres paradas todos de acuerdo y la misma hora van a tirar de las anillas de emergencia para que el tren se pare justo en medio del túnel.

En ese momento y aprovechando la oscuridad del espacio, tienen previsto, según lo que he podido entender, que subirán al puesto de mando para desalojar al conductor y cambiar a los maquinistas, las azafatas, los camareros del bar y retener a los revisores.

Ya no soportan más, el viaje se les estaba haciendo demasiado largo. Solo ellos pueden manejar el tren, solo ellos pueden elegir el destino, los pasajeros que se montan y el precio de los billetes. Y la ruta, solo ellos pueden elegir el recorrido y el destino.

A partir de que se inmovilice al tren y tomen el control, va a ser obligatorio en todos los trayectos hablar un idioma único, ocupar solo los asientos que ellos estimen oportuno, sin posibilidad de elegir ventanilla o pasillo, los que vengan de otros países se podrán montar o no dependiendo del color de su piel y de las cifras que presenten en la cartilla de ahorros.

Una sola bandera ondeara en todas las estaciones. Y un solo himno en actos oficiales.

Solo desde Madrid se marcarán las rutas. Solo desde Madrid saldrán los trenes. Solo a Madrid llegaran los trenes. Así está programado y así va a ser. Así lo han hablado en el bar.

Voy a llegar muy tarde a mi cita, incluso no sé si llegaré, pero me bajo en la siguiente parada.

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