Participará en el Festival Palencia Sonora 2026 y recibirá un premio económico de 600 euros
La huella sonora
Ágreda deja, como cada lunes, una nueva entrega de 'Palabras contra el olvido' en las páginas de TRIBUNA
La Orquesta Sinfónica de Castilla y León (OSCyL) volvió a encandilar al público de la Sala Sinfónica Jesús López Cobos (CCMD) en su penúltimo concierto de la temporada (Programa 17). Una atractiva figura del violín como es la maravillosa Alina Ibragimova, Ravel, Chaikovski y Mússorgski conectaron con el público desde la primera nota y aquello fue el disfrute total.
Dirigía la OSCyL su director titular, Thierry Fischer que es consciente, creo yo, de que dirige una orquesta engrasada, flexible y muy profesional y sabe que tiene que estar a la altura. Y tiene un reto: la búsqueda de un sonido propio. Cuando tienes en tus filas a Luis M. Suárez, Jennifer Moreau, Néstor Pou, Màrius Díaz, Tiago Rocha, Laura Pou, Marianne ten Voorde, Diego Rodrigo, Víctor Gil, Salvador Alberola, Antonio García, José M. Asensi, Roberto Bodí, Juan Sanjuán, José M. Redondo, Tomás Martín, y a Eva Llorente, no creo que sea muy complicado. Estas mimbres las coge Carlo Ancelotti y nos hace Campeones de Europa.
Abrió el concierto Maurice Ravel con Valses nobles y sentimentales. La OSCyL realizó una versión pulcra y sensible que es lo que requería la partitura. El Concierto para violín y orquesta en re mayor, op. 35 de Chaikovski resultó de una enorme belleza cromática. Cuando apareció en escena la violinista Alina Ibragimova todos sabíamos que allí iba a "pasar algo".
Y pasó. Con el primer movimiento: Allegro moderato, Ibragimova sumergió al público en un estado de placidez y desenfreno que todavía no sé si se habrá repuesto.
Porque con Alina Ibragimova uno tiene la posibilidad de habitar la música. Habitar la música de Chaikovski y sumergirte en su cosmología musical -dados los recursos técnicos y la musicalidad que pose está violinista-, resultó infalible de principio a fin.
Pero la conmoción inesperada llegó con Mússorgski y Cuadros de una exposición (orquestación de Maurice Ravel). Esta música para decirlo con una palabra, es superlativa. En el Objeto singular, Clement Rosset, afirma que la música es lo más ajeno que existe "a la realidad evocada por las palabras. La música no da cuenta de nada, no representa nada, no se refiere a nada, no comenta nada ni describe nada, no traduce; la música simplemente es.
La OSCyL estuvo sencillamente esplendida. Escuchándola y sintiéndola, uno tiene la sensación de haberse tirado en una piscina olímpica. De repente, uno cierra los ojos, toca fondo, desaparecen todos los secretos y se siente poseído por una corriente que te arrastra vaya usted a saber dónde.
Posiblemente lo único que no envejece sea la música.
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