El Real Valladolid ha hecho los deberes. Sí, no es broma lo que escribo. Ha sido fiel a su año, este 2025 lleno de esperpentos, humillaciones y ridículos que han pasado a la historia negra del Club, aunque a alguno le duela recordarlo. Y faltaba la puntilla final para, de una vez por todas, poner el broche de oro. La salida de Guillermo Almada desencadenó la elección de Sisinio González como entrenador interino que, al fin y al cabo, solo es responsable de lo que ha sucedido hoy, y no sería justo que le cayera todo el peso de la ley de lo que ha pasado en los últimos 365 días.

El problema para él es que no ha estado a la altura, como sus jugadores en Eibar, donde el equipo blanquivioleta ha caído (3-0) de forma estrepitosa y humillante ante un equipo que llegaba al encuentro con su entrenador tocado, que habrá respirado, y en puestos de descenso, en la zona en la que debería estar el Real Valladolid por la imagen de sus jugadores que, de nuevo, arrastraron lo más bonito que, a día de hoy, tiene la institución: el escudo.

SIN TIRAR A PUERTA

El Pucela empezó mejor el partido de lo que lo acabó. Sí, no he descubierto América con lo que digo porque el tímido acercamiento en los primeros compases fue de lo poco productivo que llevaron a cabo los pupilos de Sisi. A partir de ahí, y sin esforzarse ni lo más mínimo, el Real Valladolid fue, poco a poco, firmando un ridículo de los que duelen, de los que a uno le hace reflexionar, y de los que a uno que, en este caso, venía de comprar una chaqueta del Club a su padre, se piensa si el dinero gastado ha sido en balde.

Aun así, y sin desmerecer a nadie, el Eibar se impuso al equipo de Sisi en la pizarra, en el césped y, sobre todo, en las ganas e intensidad que cada jugador armero llevó como bandera en el terreno de juego. Incluso, pusieron dos cosas que, por horario infantil, me van a permitir no citarlas, porque también es lo que, en muchos momentos, faltó en el conjunto blanquivioleta. Como era de esperar, una cosa llevó a la otra, y se veía venir que el primer gol del Eibar no iba a tardar en llegar. Un golpeo extraordinario de Madariaga perforaba la red de un Guilherme (1-0) que se está, desgraciadamente, contagiando a veces del nivel de sus compañeros, que ahora mismo lo único que deben pensar es en salvar la categoría, venga el entrenador que venga.

Con el paso de los minutos, ilusos nosotros de pensar en que esto se remontaba, estaba más cerca el segundo gol local que el primero visitante. Es más, el Pucela apenas se acercó a la portería de Magunagoitia, que era un espectador más, como nosotros en casa. La humillación era tal que el 1-0 era lo mejor que le podría pasar al equipo y a Sisi, que retocó más de la cuenta, y se equivocó en la alineación, recuperando a un Víctor Meseguer desaparecido en combate y a un Jaouab que, si no jugaba con Almada, por algo sería. No hay que ser un ciencia para llegar a determinadas conclusiones.

IMAGEN DE EQUIPO DE INFERIOR CATEGORÍA

La reanudación no sentó ni bien ni mal al Real Valladolid. Es decir, al ser la nada más absoluta, los blanquivioletas seguían en sus trece: doy el pase al que tengo al lado y no me muevo mucho para no equivocarme. Esa falta de ambición y de amor propio provocó la sentencia, aunque no hacía falta que el Eibar marcara el segundo gol para saber que el Pucela estaba muerto. Un agujero en el centro del campo lo aprovechó el conjunto armero que, a través de Bautista, de esos delanteros que cuando ven al Real Valladolid en el calendario sonríen, puso tierra de por medio.

El ariete controló el balón, se fue de Jaouab como si fuese un alevín, y superó a Guilherme, que poco pudo hacer (2-0). La fiesta en Ipurúa empezaba a coger forma y más cuando vieron cómo Corpas hizo, sin que nadie del Real Valladolid hiciera algo por quitarle el cuero, una jugada maradoniana que acabó con el tanto a bocajarro de Madariaga. El colegiado, Carlos Muñiz, salvó la dignidad de los jugadores del Pucela anulando el gol por mano en el control del propio Corpas. En este tramo, los cambios de Sisi destrozaron a un Real Valladolid perdido, sin ideas, con los jugadores sin saber dónde colocarse, y sobre todo sin el orgullo de querer darle la vuelta a un partido infumable.

El Eibar se empezó a gustar, bailó al Pucela como si fuese un equipo de Primera RFEF, y marcó el tercer gol del choque. Corpas definía con clase una buena jugada colectiva armera en un contraataque de libro que se materializó gracias, entre otras razones, a la pasividad blanquivioleta y a un taconazo de Magunazelaia (3-0). Al César lo que es del César. El reloj corría, a partir de este tanto, a favor del Real Valladolid porque al Eibar cada vez le quedaba menos tiempo para que la goleada fuera de escándalo, aunque para escándalo el año de un Pucela que afronta las Navidades, de momento, sin entrenador (a la espera de que se confirme a Luis Tevenet, tal y como adelantó Radio Marca Valladolid), sin Ponceau y Juric para el importante choque ante el Racing, y sin un objetivo claro, pese a que muchos ya nos damos con un canto en los dientes si se consiguen los 50 puntos.