08/11/2025
Llévenlos, por favor
Feria de Valladolid. ICAL.
Lectura estimada: 2 min.
No hagan caso a los agoreros que anuncian que en unas semanas se va a acabar el mundo. Que lo de Putin nos va a llevar a la ruina, que no podremos calentar las casas ni dar de comer al ganado, que ya nunca volverá a llover, que los independentistas tienen cogido por los mismísimos al gobierno y los que llegan en pateras desde el mar solo quieren quitar el trabajo de nuestros jornaleros en los viñedos.
Ni caso... la mayoría de los tertulianos y políticos que nos presentan ese panorama tienen cuentas de seis cifras en sus cuentas corrientes, una vivienda en la capital de España y otra en zona de montaña y viene de disfrutar un mes de vacaciones como Dios manda.
Así que, por unos días, lo que duran las fiestas, si es posible, no ponga la radio a primera hora ni a la hora de comer escuche el telediario.
Y saque de la cartilla el dinero que sea suficiente para disfrutar con sus hijos, sobrinos o nietos. Es la mejor inversión que harán nunca por ellos. La imagen de un niño con un algodón de la mano más grande que una mochila mientras espera que llegue su turno en el carrusel no tiene precio. Y una vez arriba la madre sujeta las cintas del caballo con una mano y con la otra la espalda del pequeño no vaya a ser que en una de las vueltas entre la subida y la bajada del equino el crio se venza y caiga. Y así será toda la vida.
Da igual que uno se monte en el coche de bomberos con toque de campana, en la moto con casco o a lomos de la sirenita... siempre hay una mano invisible que te sujeta la espalda por si te caes o pierdes el equilibrio. Pasaran los años y esa mano te acompañará por el resto de tu vida, aunque no la sientas, creas que no la necesitas o incluso la desprecies.
Es la magia del real de la feria, el origen de todo, lo que da sentido a la vida y marcará la nuestra. La noria que a veces te pone lo más arriba posible y te sientes que dominas y controlas todo y de repente te vuelve a bajar. El tren de la bruja, con los escobazos que quieres evitar, pero siempre llega uno que no esperas por detrás. El laberinto de los espejos, en el que no encuentras la salida y te topas con tu rostro, tu imagen una y otra vez. La tira del cartón de bingo donde a falta del 21 te hubieras llevado la réplica del coche de Alonso.
El vino dulce a la entrada con el canutillo de barquillo de tus padres... y tú sigues con el algodón de la mano que por más que te ayudan no se acaba nunca. Y ya al final, cuando parece que todo toca a su fin, tu padre te sube a hombros y en una ladera a la salida del recinto y a la hora marcada comienza el ruido y la traca y los colores y las estrellas. Nunca entenderé el apellido de artificiales. Son los más reales que vi nunca, los fuegos de verdad, los que crean los sueños por compartir.
Bajen un grado la calefacción o aguanten otro invierno con esa camisa, pero no dejen de llevar a los más pequeños a la feria, háganme caso... LLÉVENLOS, POR FAVOR.
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