¿Ahora los tuiteros sois los medios de comunicación?

Mientras el aire es nuestro.

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¿Ahora los tuiteros sois los medios de comunicación?
Elon Musk.
El autor esJuan González-Posada
Juan González-Posada
Lectura estimada: 3 min.

La afirmación de Elon Musk —"Ahora los tuiteros sois los medios de comunicación"— revela un cambio profundo en la circulación de la información. Dar voz a cualquiera puede parecer democratizador, pero la rapidez y la difusión masiva priman sobre la veracidad. La atención se convierte en moneda, mientras el análisis crítico queda relegado. Esta aparente democratización refuerza la desinformación y crea un ecosistema donde los hechos pierden relevancia frente a la inmediatez y la emoción.

La socióloga Zeynep Tufekci, experta en tecnología y sociedad, advierte que la esfera pública digital no es realmente pública: los propietarios de las plataformas deciden quién se ve y quién queda marginado. Jóvenes y adultos consumen la mayoría de sus noticias en redes sociales, pero carecen de herramientas para distinguir lo veraz de lo manipulado. Las campañas de desinformación promovidas por Rusia en todo el mundo muestran cómo actores externos influyen en la opinión pública, manipulan emociones y erosionan la confianza en las instituciones. Su objetivo no se limita a interferencias electorales: buscan debilitar la cohesión social y desestabilizar democracias.

Evgeny Morozov, investigador bielorruso-estadounidense especializado en política, tecnología y sociedad, advierte que eliminar intermediarios tradicionales puede derivar en nuevas formas de control privado. Los algoritmos priorizan la interacción rápida sobre el rigor. Movimientos antivacunas, teorías conspirativas sobre la pandemia y desinformación climática muestran cómo esta propagación acelerada afecta la salud, la ciencia y la confianza pública, y cómo la circulación de información condiciona no solo la política, sino también la vida cotidiana.

Shoshana Zuboff, profesora emérita de la Harvard Business School y autora de La era del capitalismo de vigilancia, explica que cuando los ciudadanos se convierten en emisores sin criterios de veracidad, las plataformas controlan no solo la atención, sino la estructura misma de la sociedad. La opinión pública se fragmenta en burbujas donde los hechos pierden relevancia frente a la difusión masiva de mensajes emocionales, debilitando el debate informado. Zuboff advierte que este fenómeno constituye un riesgo para la autonomía de los ciudadanos, que dejan de ser actores informados y se convierten en piezas dentro de un ecosistema diseñado para maximizar la interacción y el beneficio económico de las plataformas.

El populismo y la extrema derecha explotan estas dinámicas en redes digitales. Mensajes simplificados, memes y campañas coordinadas moldean la percepción de la juventud y normalizan discursos peligrosos. Figuras como Donald Trump han utilizado Twitter (hoy X), con más de 100 millones de seguidores, y su propia red de apoyo para desacreditar medios y difundir narrativas favorables, demostrando cómo la manipulación informativa puede consolidarse desde dentro y alcanzar a millones de personas en tiempo real.

Diversas administraciones públicas intentan contrarrestar estos riesgos. La Comisión Europea propuso la Ley de Servicios Digitales, destinada a regular las plataformas y garantizar seguridad y transparencia. En España, el Plan de Alfabetización Mediática del Ministerio de Educación y Cultura busca dotar a la ciudadanía de herramientas para evaluar información críticamente y fomentar un consumo consciente. La acción institucional es necesaria, pero no sustituye la responsabilidad activa de los ciudadanos.

Asumir esa responsabilidad implica apoyar y confiar en medios serios, capaces de informar con rigor y formar ciudadanos conscientes. No basta con leer críticamente: es necesario contrastar fuentes, cuestionar titulares y comprender que la democracia depende de un flujo de información veraz. La alfabetización mediática solo adquiere valor si se combina con un compromiso activo: elegir medios confiables, participar en debates y resistir la inmediatez de la difusión masiva de mensajes.

Ciudadanía activa y regulación institucional son complementarias. Leyes y planes educativos estructuran un entorno seguro y transparente, pero los ciudadanos sostienen la calidad informativa exigiendo ética y rigor. Hecho y análisis deben prevalecer sobre emoción y manipulación. Solo así se construye una esfera pública resiliente y capaz de resistir la difusión manipulada de información.

La afirmación de Musk refleja optimismo digital, pero también evidencia riesgos reales: concentración del poder informativo, manipulación de la juventud y vulnerabilidad frente a discursos extremistas. Garantizar una democracia sólida requiere que los ciudadanos asuman un papel activo, crítico y responsable, apoyando medios serios y exigiendo estándares éticos. Solo así será posible un ecosistema informativo que forme ciudadanos conscientes y participativos, capaces de discernir, debatir y actuar con conocimiento, tal como advierten Zeynep Tufekci, Evgeny Morozov y Shoshana Zuboff. La defensa de la democracia y la calidad de la información no es opcional: es un deber colectivo que exige esfuerzo, constancia y compromiso.

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