El operativo, que se ha desplegado este domingo en Camporredondo, cuenta con la presencia del Grupo de Rescate y Salvamento de la Junta
Entre el cielo y el fuego: la vida de un piloto de incendios
Carlos Navarro, piloto e instructor, relata la dureza y la belleza de un oficio que combina precisión milimétrica, riesgo constante y amor por los bosques
European Flyers, centro de formación de referencia en España, lleva años preparando a los pilotos que surcan nuestros cielos desde sus bases en Madrid (Aeródromo de Cuatro Vientos), Alicante (Aeródromo de Mutxamel) y, próximamente, Sevilla. Cada año, cientos de alumnos se forman aquí para obtener sus licencias de piloto de helicóptero, avión o dron. Pero, más allá de la imagen de cabinas comerciales, existe una rama de la aviación tan espectacular como desconocida: los pilotos especializados en servicios de emergencia.
Extinción de incendios, rescates, salvamentos marítimos… su trabajo es tan necesario como poco visible, y la demanda crece cada año. Sin embargo, el desconocimiento entre los jóvenes es abrumador. Una encuesta realizada a más de 2.000 jóvenes castellanoleoneses revela que solo el 44% sabe qué hay que estudiar para ser piloto de aviación, el 51% desconoce que hay salidas más allá de las aerolíneas, y el 36% no sabe que un piloto puede formar parte de los servicios de emergencia.
La falta de información contrasta con la realidad del sector: en campañas críticas como el verano, la demanda de pilotos de helicóptero para operaciones de extinción supera a la oferta. En European Flyers, el índice de empleabilidad para quienes se especializan en helicópteros es del 100%: prácticamente todos los alumnos encuentran trabajo nada más terminar su formación.
Uno de esos profesionales es Carlos Navarro, que no llegó a la cabina por casualidad. Con apenas 13 años ya colaboraba como voluntario en la vigilancia de incendios forestales. A los 18, se convirtió en brigadista de tierra, y más tarde en integrante de unidades helitransportadas. Los helicópteros le fascinaban, pero veía el título de piloto como un sueño lejano. Hasta que un día pudo dar el salto.
"Siempre tuve una pequeña obsesión por los incendios y por volar". Hoy es piloto e instructor en operaciones de extinción y forma a otros profesionales para un trabajo tan espectacular como exigente.
Para llegar a volar en incendios no basta con saber pilotar. El camino empieza con la licencia comercial de helicóptero, sigue con la habilitación de tipo para cada modelo y culmina con un curso de operación específico. Tres meses y medio de formación intensiva que preparan para coordinarse con otros medios aéreos, lanzar agua, transportar personal y tomar decisiones críticas bajo presión.
La particularidad del entorno obliga a una toma constante de decisiones. "La emergencia hace que la toma de decisiones sea crítica, hay días con condiciones muy extremas y hay que valorar si las condiciones son seguras para operar", relata Navarro. Estas decisiones incluyen desde dónde aproximar a los equipos terrestres, qué puntos de agua utilizar y cómo entrarle al fuego según la situación de la columna de humo.
El incendio crea además un entorno complicado: "La temperatura crea su propia dinámica, con corrientes ascendentes y vientos locales que afectan el vuelo y las descargas". Aunque gran parte del trabajo está "estandarizado, por la dinámica del incendio debemos estar abiertos a improvisar", explica.
En cuanto a diferencias técnicas, Navarro explica que "los aviones tienen velocidades mínimas más altas, menos margen de maniobra y necesitan pista, mientras que los helicópteros necesitan helisuperficies y tienen más flexibilidad". Los helicópteros también trabajan "junto a equipos terrestres, mientras que los aviones suelen atacar zonas de mayor intensidad sin personas cerca". Respecto a la capacidad de agua, señala que "helicópteros ligeros cerca de 1.000 litros, pesados hasta 2.500 litros, aviones de carga en tierra 3.000 y Canadair hasta 6.000 litros".
Coordinación unidades
La coordinación con las unidades helitransportadas y los equipos terrestres es vital: "Somos un binomio inseparable. Ellos nos guían desde abajo y corrigen la trayectoria si es necesario".
En su memoria queda grabado el incendio de Riba de Saelices, en Guadalajara, donde murieron 11 bomberos forestales. Él estaba allí, como capataz de helitransportadas. "Estábamos relativamente cerca".
Y reconoce que "debemos estar concentrados, blindarnos un poco, pero también exteriorizar la presión negativa para no cargarla". El reconocimiento que da cuando "consigues cerrar perímetros pronto y que no se queme mucha zona, eso reconforta mucho", revela la pasión que siente por su trabajo.
El cambio climático y la gestión forestal afectan la dinámica de los incendios. "La carga de combustible en el monte ha aumentado por pérdida de usos tradicionales y cambio generacional", comenta. Esta combinación con "las olas de calor y la alta carga de combustible generan fuegos con energías y dimensiones espectaculares que no recuerdo haber visto antes". Además, "las zonas de interfaz con casas construidas en áreas forestales hacen el cóctel muy peligroso".
Para él, la falta de reconocimiento viene de la falta de divulgación. Durante años, el trabajo fue estacional, tres o cuatro meses intensos en verano y después, silencio. Para mejorar, "hay que alargar las temporadas, dar continuidad al personal y mejorar las infraestructuras para profesionalizar el sector". Recuerda que "muchas bases estaban sin instalaciones, se ha mejorado pero queda mucho por hacer". Y destaca la importancia de "divulgar el trabajo que hacemos para que se valore y se invierta en el sector forestal".
Futuros pilotos
Para futuros pilotos, su consejo es claro, "es un trabajo muy reconfortante, con imágenes espectaculares, y la satisfacción de haber contribuido a salvar zonas". Además, asegura que "las condiciones están mejorando, algunos pilotos ya se quedan todo el año, y hay necesidad de profesionales en incendios y rescate". Y anima a que "necesitamos más visibilización y ayudas para que más gente se incorpore profesionalmente".
Finalmente, reflexiona sobre la naturaleza y el fuego, "la naturaleza es sabia, los incendios han estado siempre y el fuego en baja intensidad no hay que verlo como enemigo". Para él, "el verdadero enemigo es la falta de gestión de las masas forestales". Además, ha podido comprobar "regeneraciones naturales muy importantes en zonas bien gestionadas, donde la naturaleza se defiende".
En sus propias palabras, ser piloto de incendios es "cumplir un objetivo muy importante en mi vida y pasar por todos los escalones, desde brigadista hasta instructor y piloto. Es un trabajo muy digno y que necesitamos seguir trabajando en que las condiciones sean mejores".
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