El músico presentará 'Drapaires Poligoneros', un trabajo inédito que marca una nueva etapa en su trayectoria en solitario
El gran Antonio Baciero
¿Qué es lo que hay en este concierto de Mozart, que está ofreciendo el pianista Antonio Baciero en el Centro Penitenciario de Valladolid, que le hace pensar a uno en tantas cosas? El salón de actos del Centro Penitenciario se ha convertido milagrosamente en una pequeña sala sinfónica donde la belleza exacta de la música es capaz de recomponer el orden que rompe lo real. Allí, todos los presentes, esta mañana fría de diciembre somos público.
Me llamo Antonio Baciero, como todo el mundo. Ver aparecer en el escenario a Antonio Baciero, impresiona. Tras su apariencia alegre, su gesto serio, y su rutina de movimientos como si estuviera en la Scala de Milán, se puede comprobar que el maestro esta mañana se siente feliz. En la primera parte del concierto tocará Preludio modulante, K dest de Wolfgang Amadeus Mozart. Muy bien ligado, la música de Mozart en las manos de Baciero resulta ligera, iridiscente y minuciosa.
Tiene casi noventa años y esta mañana está subiendo una montaña. Que digo montaña una cordillera. Y nos está diciendo: escucha y disfruta. Los aplausos del público al terminar la pieza fueron carnosos, festivos, de agradecimiento. La expresión de Antonio Baciero se torna cada vez más entusiasta. Se ha encontrado con un público sorprendente que guarda un silencio riguroso, de respeto, como si hubiera escuchado a Mozart millones de veces.
Ese silencio reconcentrado del publico resulta sorprendente. Estamos presenciando un concierto único, irrepetible. Es admirable como saluda Baciero al respetable cuando termina el Andante cantábile con espressione Presto.
Las expectativas se están cumpliendo. Baciero que ha tocado en las mejores salas, aquí se encuentra a gusto, se nota. Esta mañana el corazón le bombea como si estuviera tirando el penalti que clasifica para la final del campeonato del mundo.
La segunda parte del concierto en el Centro Penitenciario de Valladolid, comenzó con las Variaciones sobre "La fiera di Venezia" de Salieri, K 173-C de Mozart. Aquí Baciero construyó un magnífico puente. Un puente que una vez tendido, desde la otra orilla podías contemplar el poder que tiene la música de Mozart en el patio de butacas.
Esta música que todos estamos escuchando nos está haciendo bien. Tengo la sensación de que esta música a esta hora de la mañana nos ha cambiado el humor. El humor, te permite, al menos durante un rato ver las cosas de manera diferente. Y porque no, apaciguar el dolor.
Tengo que decir que resultó una mañana extraordinaria. Me gusta lo extraordinario porque no ocurre todos los días. De repente, estando aquí sentado escuchando a Baciero todos nos convertimos en otro.
La música es capaz de hacer un efecto muy hondo sobre nuestra conciencia porque permite emocionarnos. Emoción de la buena sintió Baciero cuando terminó el concierto y el público (internos, internas, funcionarios, voluntarios, la directora del centro, la concejala de Educación y cultura del Ayuntamiento de Valladolid, el gerente de la Fundación Municipal de Cultura de Valladolid, voluntarios e invitados al acto) solicitó "otra, otra, otra" De propina nos regaló "algo de Bach" una invitación a dejarse llevar y perderse por los lugares donde uno en algún momento fue feliz.
El éxito del concierto ha sido rotundo. Los aplausos del final resultaron rotundos, verdaderos y vitamínicos.
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