06/12/2025
Anécdotas de la Revolución Francesa
Lectura estimada: 8 min.
Pocos acontecimientos históricos ocurridos en un país han influido tanto a nivel internacional y a lo largo del tiempo como la Revolución Francesa, que se considera convencionalmente tuvo su pistoletazo de salida definitivo el 14 de julio de 1789, con la toma de la prisión de la Bastilla por la muchedumbre y el asesinato de su alcaide, Bernard-René, cuya cabeza fue paseada en una pica por las calles de París.
La acción simbolizaría el fin del Antiguo Régimen, pues la fortaleza era una cárcel real, emblema del poder absoluto, aunque en ese momento ya estuviera en decadencia y solo albergase 7 prisioneros comunes. De hecho, el soberano de la dinastía Borbón unas semanas antes había autorizado su demolición.

Famosa es la anécdota histórica que cuenta que, el mismo día del abordaje a la Bastilla, llegada la noche, Luis XVI escribió en su diario: "Nada". Muchos han deducido del escueto vocablo la insensibilidad del monarca para apreciar la gravedad de los sucesos que estaban desarrollándose, pero otras interpretaciones aluden a que el diario estaba centrado en la actividad cinegética, y "nada" haría referencia a que ese día el rey no había cazado presa alguna. Poco podía sospechar lo que su destino inmediato le reservaba y que sus días de cobrarse piezas estaban próximos a su fin.
Corrobora esa interpretación, además, el hecho de que Luis XVI no habría sido informado de la toma de la Bastilla por el duque de La Rochefoucauld-Liancourt hasta la mañana siguiente. Se sostiene que entre ellos tuvo lugar un célebre diálogo, donde el rey preguntó a su ayudante si se trataba de una revuelta y el noble le respondió lacónicamente, aunque de manera muy certera: "No, señor, es una revolución".
La llave principal de la Bastilla, en poder del marqués de Lafayette tras la destrucción de la prisión, fue regalada por este a George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos de América, en 1789, como gesto de gratitud e icono de la victoria de la libertad. La llave, de hierro forjado, está expuesta hoy en día en la casa de Washington, en Mount Vernon.
Por su parte, en el caso de la reina María Antonieta, esposa de Luis XVI, la tradición dice que pronunció la frase "que coman pasteles", a los campesinos que irrumpieron en el palacio de Versalles a denunciar que no tenían pan, poco después de comenzar la Revolución. La reina no gozaba de las simpatías de su pueblo y era acusada de vivir entre lujos y excesos sin importarle que sus súbditos pasaran hambre. Esta visión se extendió por el país y creció de forma imparable.
El 6 de octubre de 1789, después del asalto a Versalles, Luis XVI se trasladó con su familia a otro palacio mucho más pequeño en el centro de París, el de las Tullerías, en lo que parecía un arresto domiciliario. La familia real acabaría planeando escapar y viajar de incógnito hasta la ciudad fronteriza más próxima, Montmédy, a unos 300 km al este de París, en la actual frontera con Bélgica, entonces austríaca: 20 horas de viaje ininterrumpido. Los reyes, sus hijos y el séquito, salieron en la madrugada del 20 de junio de 1791, con identidades falsas y atuendos de sirvientes, en un gran carruaje, muy visible y muy lento. Su fuga fue detectada a las 8 de la mañana.

12 horas después de ese momento, llegaban a Sainte-Menehould. Para entonces, la huida del rey ya se había difundido por toda Francia y el pueblo estaba inquieto. El maestro de postas del lugar, Jean-Baptiste Drouet, quien había visto a la reina tiempo atrás, la reconoció en el interior de la carroza. Se percató asimismo de que el lacayo que llamaban Durand tenía los mismos rasgos que el rey, comparándolo con la imagen de un billete.
Drouet adelantó su paso e hizo su entrada antes que ellos en el pequeño municipio de Varennes-en-Argonne, a sólo 50 kilómetros de la frontera. Los fugitivos arribaron allí ya de noche. Drouet alertó al procurador de la localidad, monsieur Sauce, quien detuvo a la comitiva, les pidió sus papeles, y decidió despertar a un vecino mayor, antiguo juez de paz, que había estado en Versalles y había visto al rey. Cuando el anciano se presentó ante el rey, se arrodilló, de lo que todos infirieron que efectivamente era el monarca, lo que el interesado no negó.
La familia real fue conminada a regresar a París. Tardaron tres días en deshacer lo recorrido al ir escoltados esta vez por seis mil ciudadanos armados y guardias nacionales, entrando en París el 25 de junio. El 10 de agosto de 1792, el palacio de las Tullerías fue asaltado. La Convención Nacional en su primera sesión, el 21 de septiembre de 1792, abolió la Monarquía y al día siguiente proclamó la República, mientras los soberanos y sus niños eran encerrados en la prisión del Temple.
Se promulgó un calendario propio de la Revolución Francesa, en el que el año no comenzaba el 1 de enero, sino en el equinoccio de otoño, el 22 de septiembre, fecha de inicio de la República. Se fijó un calendario de doce meses de igual duración (30 días), con cinco días extras al final para completar el ciclo solar, llamados días complementarios, hasta un total de 365, y cada cuatro años se añadía un día, como en los bisiestos del calendario gregoriano. Cada mes estaba dividido en tres partes de diez días, llamadas décadas, en sustitución de las semanas de siete días.
Los meses se agruparon en cuatro estaciones, y se les dieron nombres relacionados con tareas agrícolas realizadas en esa época o fenómenos meteorológicos propios de ella:
Otoño: Vendimiario, Brumario y Frimario.
Invierno: Nivoso, Pluvioso y Ventoso
Primavera: Germinal, Floreal y Pradial.
Verano: Mesidor, Termidor y Fructidor.

Desde 1793 se utilizó un sistema decimal del tiempo: cada día se dividió en 10 horas de 100 minutos, que duraban 100 segundos. Pero no contó con gran aceptación y su uso obligatorio fue suspendido el 7 de abril de 1795. El calendario republicano francés estuvo vigente solo 13 años, entre 1792 y 1805. Fue abolido por Napoleón porque estaba descuadrado con el ciclo lunar y complicaba las relaciones internacionales, ya que Europa continuaba con el gregoriano.
La guillotina fue muy característica también en los comienzos de este nuevo régimen. El médico Joseph Ignace Guillotin dio nombre a esta maquinaria, sinónima de pena de muerte en el siglo XVIII, que siempre estará identificada con la Revolución Francesa. Y en contra de lo que se suele creer, no fue inventada por Guillotin, ni murió en ella como se dice. El científico perfeccionó los aparatos ya existentes en Europa desde al menos el siglo XVI, con intención de eliminar el dolor físico a los condenados. Además, luchó por hacer de los ajusticiamientos eventos privados. Se dice que su madre paseaba por la campiña cuando presenció la ejecución por asfixia de un reo, y el impacto le desencadenó el parto del que nació Guillotin. Pero cuando la palabra guillotina comenzó a popularizarse para designar el macabro artilugio, la familia pidió al gobierno francés que cambiase su denominación, y al no lograrlo, se cambiaron de apellido.
María Antonieta de Habsburgo y Lorena, reina de Francia, pensaba que su vida estaba marcada por la fatalidad. Nació en Viena el Día de Difuntos, 2 de noviembre de 1755. El parto fue difícil. La víspera se produjo un fuerte terremoto en Lisboa que dejó la ciudad en ruinas. Los reyes de Portugal iban a ser sus padrinos de bautizo, pero no acudieron por aquella tragedia. Dicen que María Antonieta se despertó el día de su ejecución por guillotina en el cadalso con el cabello completamente blanco. Los expertos explican que, lejos de tratarse de un encanecimiento repentino, pudo deberse a un tipo de alopecia areata, hoy conocida como síndrome de María Antonieta.
Se trata de una falsa sensación de un cambio de color. Lo que ocurre es que se cae el cabello de forma brusca. Primero, los más oscuros, por lo que las canas que ya había antes son más visibles y esto da sensación de canicie repentina. Es una enfermedad autoinmune de base genética y el estrés desempeña un papel particular. En el caso de María Antonieta, probablemente la angustia y tensión extremas que sufrió durante los últimos meses de su vida aceleraron los síntomas.
La guillotina no solo alcanzó a los soberanos, sino también al hombre que instauró el Régimen del Terror en la Revolución Francesa, Robespierre. Siendo apresado, en la cárcel intentó suicidarse de un tiro en la boca, pero solo consiguió romperse la mandíbula. Cuando llegó al patíbulo para ser ajusticiado, dos días después, el 28 de julio de 1794, una venda le cubría la cara, pero el verdugo se la quitó, por lo que profirió gritos de dolor.
Las cabezas de los guillotinados se usaron de realistas modelos para confeccionar figuras de cera de los personajes. La artesana principal fue Madame Tussaud, que da nombre actualmente al mundialmente famoso imperio de museos de cera, nacida como Anne-Marie Grosholtz (también escrito Gresholtz) en Estrasburgo, en 1761, aunque sería para siempre conocida por el apellido de su marido. Su madre era el ama de llaves de Philippe Mathé Curtius, un médico anatomista instalado en Berna, Suiza, que modelaba en cera para enseñar anatomía a los futuros médicos. El año de nacimiento de Anne-Marie, de quien se ha dicho era hija de Curtius, el príncipe Conti, primo del rey francés Luis XV, visitó el estudio del médico en Berna, e impresionado por su talento, lo llevó a París bajo su mecenazgo. Allí, Curtius realiza bustos de los personajes más populares del momento. La aristocracia será su principal clientela.
El 12 de julio de 1789, dos días antes de la toma de la Bastilla, manifestantes dirigidos por Camille Desmoulins irrumpieron en el taller de Curtius para llevarse los bustos de Necker y del duque de Orleans y exhibirlos durante una manifestación, blandiendo banderas negras con motivo de la destitución por el rey de Jacques Necker, ministro de Finanzas, un reformista y democratizador del sistema que contaba con el apoyo del pueblo.
Al estallar la Revolución, Curtius, buen hombre de negocios, adaptó su colección. Los protagonistas de su galería fueron los nuevos gobernantes, las celebridades del momento, los criminales y los guillotinados. A pesar de haberse relacionado con la nobleza y la realeza, Curtius supo desvincularse del Antiguo Régimen convirtiéndose en republicano.
En sus memorias, Madam Tussaud relata que durante el período del Terror fue arrestada con Josefina de Beauharnais, futura esposa de Napoleón, y llegaron a afeitarle la cabeza como preludio a su ejecución. Pero fue liberada para realizar los bustos de los decapitados. El famoso pintor Jacques-Louis David contribuyó a su liberación porque sus figuras de cera le eran útiles para sus pinturas.

Las cabezas eran entregadas a la artista para hacer sus moldes. Si se las llevaban o si ella misma las recogía de la guillotina, como afirma, no es posible saberlo. Madame Tussaud, según sus propias palabras "temblando de horror, estaba obligada a hacer un molde". Los retratos en cera de las víctimas más famosas atrajeron multitudes. Se incorporaron a la exposición los bustos de Luis XVI, María Antonieta, Marat o Robespierre. Algunos de ellos pueden verse hoy en la cámara de los horrores del Museo de Cera Madame Tussauds de Londres. Sucesos ocurridos hace más de 200 años, a pesar de ello, siguen aún muy presentes en la cultura popular.
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