Hacia el triunfo del caos
Giuliano da Empoli, sociólogo y ensayista italo-suizo y profesor en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po Paris), ha construido una de las miradas más lúcidas sobre la relación entre política, tecnología y poder. En 'Los ingenieros del caos' (2019) desentrañó los mecanismos de manipulación emocional que alimentaron los populismos digitales. En 'La hora de los depredadores' (2025) da un paso más profundo: analiza cómo la inteligencia artificial transforma la naturaleza misma del poder, delegando decisiones a sistemas opacos y predictivos.
Para ilustrar esta transformación, Da Empoli describe un debate a puerta cerrada celebrado en Lisboa en mayo de 2023. Entre los presentes había altos cargos de la OTAN, presidentes de parlamentos, ministros, directores de servicios secretos y multimillonarios. Frente a ellos se encontraban Sam Altman, director de OpenAI, y Demis Hassabis, fundador de DeepMind. Altman hablaba con tono monocorde y mirada inquieta; Hassabis, afable y convencido, representaba la fe casi religiosa en la IA como salvadora de la humanidad. Los dirigentes experimentaban desconcierto: sus jerarquías tradicionales resultaban inútiles ante los mensajeros del algoritmo. La escena revela cómo el poder contemporáneo ya no se conquista mediante instituciones o territorios, sino gestionando emociones y datos.
Da Empoli subraya que los depredadores digitales no necesitan provocar emociones; su poder radica en captarlas y orientarlas mediante modelos predictivos. "El caos ya no es el arma de los rebeldes, sino el sello de los dominantes", escribe. Si en su primer libro esta combinación de ira y frustración explicaba la manipulación de los populismos, ahora describe un poder que retuerce nuestra capacidad de comprender y sustituye el juicio crítico por la fe en el algoritmo.
La democracia contemporánea aparece atrapada en una paradoja: los gobiernos occidentales, saturados de información, enfrentan un flujo de datos que multiplica la incertidumbre mientras promete orden. Da Empoli recuerda que nuestros antepasados podían imaginar futuros culturales con menos información; hoy, saturados de datos, carecemos del "ahora" suficiente para sostener horizontes humanos. La inteligencia artificial exige una relación de fe comparable a épocas anteriores al Siglo de las Luces, donde la obediencia reemplazaba la comprensión.
Solo algunos actores, a quienes Da Empoli llama "borgianos" -evocando la astucia y el pragmatismo de los Borgia renacentistas-, se sienten cómodos en este caos administrado. Son capaces de manejar información, anticipar reacciones y actuar estratégicamente. La mayoría de los nuevos depredadores digitales, en cambio, son analfabetos históricos: no necesitan conocer el pasado porque su único interés es el dominio inmediato.
La obra recuerda que la inquietud ante la IA no es nueva. En 1995, Henry Kissinger comprendió que esta tecnología podría redefinir la civilización, mostrando cómo incluso los líderes políticos más influyentes pueden verse superados por la aceleración tecnológica. El riesgo no reside únicamente en la herramienta, sino en nuestra disposición a delegar en ella la autonomía, la duda y el conflicto que definen lo político.
Da Empoli introduce un contrapunto humano: Michel Bisson, alcalde de Lieusaint, cuya población cercana a París, se veía afectada por el desvío masivo de tráfico generado por Waze. Bisson luchó para proteger la vida cotidiana de sus ciudadanos, demostrando que aún existe una inteligencia política basada en la experiencia, el sentido común y el cuidado comunitario. Mientras los algoritmos prometen eficiencia y control, su actuación evidencia que la política irremplazable requiere empatía, deliberación y valoración de los impactos locales.

El ensayo evidencia también la incapacidad de las democracias para enfrentar un poder que ya no se manifiesta en instituciones visibles, sino en algoritmos que predicen y controlan comportamientos. Mientras Altman y Hassabis definen la norma del futuro, los responsables políticos parecen observadores pasivos de un nuevo régimen de autoridad: el del dato absoluto.
Da Empoli no ofrece consuelos fáciles. Advierte que los antiguos mecanismos de supervisión han dejado de ser eficaces y que la fe tecnológica puede vaciar la política de conflicto, duda y humanidad. Su ensayo combina rigor y claridad para mostrar que la resistencia más urgente consiste en preservar la capacidad de preguntar, comprender y pensar colectivamente. En tiempos dominados por algoritmos omnipresentes, el gesto más ilustrado sigue siendo el mismo de siempre: ejercer la responsabilidad crítica antes de que el triunfo del caos se consolide como forma de dominio.
En última instancia, este ensayo deja claro un principio fundamental: en la era de la IA, el poder se mide no por títulos ni territorios, sino por la capacidad de controlar datos y emociones, y nuestra responsabilidad es no delegar la autonomía humana en algoritmos.








