El Pisuerga y sus orillas: Una propuesta para hacer ciudad
A lo largo de la historia, los ríos han sido lugares de asentamiento, intercambio y convivencia, determinando la forma y el ritmo de la vida urbana. Desde el Sena hasta el Danubio, sus orillas consolidaron espacios de trabajo, descanso y encuentro, y ayudaron a organizar la vida social, económica y cultural. En ellas se tejió lo que Italo Calvino llamaría más tarde la "urdimbre invisible" de la ciudad: relaciones, deseos y gestos que sostienen la vida común. La literatura, al igual que el urbanismo, ha mostrado que el río funciona como metáfora de transformación constante y espejo de la ciudad que se piensa a sí misma. Baudelaire, Joseph Roth y Claudio Magris lo supieron ver: el río es paisaje y reflexión, presencia física y símbolo de continuidad.
En Valladolid, el Pisuerga cumple hoy esa función simbólica y vital. Durante siglos sustentó molinos, fábricas y conventos; transportó mercancías y ofreció paisajes inspiradores. Fue escenario de trabajo, descanso y contemplación, y fuente de evocación literaria. Jorge Guillén lo expresó en Clamor: "Pisuerga, tan tranquilo, llevas / un sol entero de mediodía", captando la serenidad de una ciudad reflejada en sus aguas y aún llena de potencial.
Actualmente, el estado de sus márgenes es desigual. El tramo derecho del Puente Mayor conserva paseos y arbolado, aunque muestra signos de deterioro progresivo, reflejo de la falta de una estrategia sostenida. La margen sur, en cambio, permanece en grave abandono: caminos rotos, vegetación sin mantenimiento y mobiliario urbano inexistente. Allí donde el río podría actuar como corredor verde y cultural -a la vez recreativo y social- domina la dejadez, con riesgo de pérdida irreversible de patrimonio urbano, simbólico y de uso ciudadano.
La recuperación del Pisuerga debe centrarse en la acción urbana y social. Es preciso consolidar el tramo norte, asegurando la continuidad de las sendas, reforzando el arbolado y mejorando el mobiliario urbano, además de garantizar zonas de paseo, deporte y encuentro que ya disfrutan cientos de vallisoletanos cada día. La margen sur requiere una intervención inmediata: rehabilitar caminos, restaurar la vegetación, instalar equipamientos y crear áreas de recreo, contemplación y conexión entre barrios históricos y nuevos desarrollos. De este modo, las riberas podrían convertirse en un espacio activo donde confluyan vida cotidiana, tranquilidad, innovación y cohesión social.

El entorno fluvial del Pisuerga ofrece también la oportunidad de integrar la dimensión ecológica en la ciudad. Entre sus habitantes se encuentran aves como la garza real, el martinete común y el petirrojo, así como peces autóctonos como el barbo, la boga del Duero y la trucha común. Al mismo tiempo, están presentes especies introducidas como el lucio, la carpa y el pez gato, cuya gestión requiere especial atención. Recuperar estos hábitats implica mejorar la calidad del agua, restaurar la vegetación ribereña y crear refugios naturales que favorezcan la reproducción de las especies nativas, fortaleciendo el equilibrio ecológico del río. Esta labor puede complementarse con programas educativos y actividades ciudadanas que promuevan la sensibilización sobre la biodiversidad y el control de especies invasoras, integrando así el cuidado ambiental en la vida urbana.
La experiencia europea demuestra que estos procesos son posibles. Organizaciones como el European Centre for River Restoration (ECRR) promueven la regeneración de ríos mediante metodologías participativas y sostenibles, mostrando que un cauce cuidado refuerza la cohesión social, el orgullo ciudadano y la calidad de vida urbana. En este marco, la creación de una Concejalía de los Ríos permitiría coordinar acciones estratégicas que incluyan restauración ecológica, educación ambiental, gestión de fauna y flora, deportes y actividades culturales. No se trata de crear una nueva burocracia, sino de adaptar la administración a las necesidades reales de la ciudad, pensándola como un organismo vivo y consciente de sí mismo.
Iniciativas como esta refuerzan el sentido profundo del Estado de bienestar: el compromiso de las instituciones con el cuidado cotidiano, la igualdad de acceso y la dignidad compartida de la vida urbana. Cuando la sanidad y la educación públicas se ven amenazadas, también es necesario proteger los espacios que sostienen la vida común: plazas, parques, paseos y orillas fluviales. Recuperar el Pisuerga y su entorno es una forma de defender ese bienestar cívico que hace de la ciudad un lugar habitable, justo y consciente de sí misma.
El río, finalmente, nos recuerda la medida del tiempo humano: su ritmo constante y su equilibrio entre permanencia y cambio. Cada senda recuperada, cada árbol cuidado y cada ribera restaurada expresa la ciudad que queremos construir: un Valladolid que combina identidad, convivencia, serenidad, innovación y orgullo ciudadano. Cuidar sus orillas no es un lujo ni un gesto ornamental: es una política urbana estratégica, una inversión en memoria, paisaje, biodiversidad y calidad de vida. Esta propuesta tiene la fuerza de convertir un río olvidado y sus márgenes en un referente nacional de ciudad viva, capaz de inspirar a ciudadanos y gobernantes a apostar por un proyecto que transforme la experiencia urbana, refuerce la cohesión social y proyecte un futuro más humano, creativo y sostenible.








