Carta pastoral del arzobispo de Valladolid correspondiente a la primera quincena del mes de septiembre
Llamados a edificar un pueblo santo
Carta pastoral del arzobispo de Valladolid correspondiente a la primera quincena del mes de septiembre
La peregrinación de la Iglesia continúa. Seguimos viviendo este Año Jubilar ‘Peregrinos de Esperanza’, pero no cabe duda de que el mes de septiembre nos habla del comienzo de un nuevo curso pastoral que se une a tantas y tantas iniciativas de la vida social que comienzan también su andadura con motivo de la incorporación a clase de niños, adolescentes y jóvenes.
Queremos decirnos este curso pastoral "llamados", para insistir en que nuestra vida es vocación, que hemos recibido un don, el don de la vida, el don de la fe y que estamos llamados a hacer de ese don comunión y entrega, comunión y misión.
Llamados a edificar un pueblo, la Iglesia, que hoy es un pueblo entre los pueblos. Para edificar este pueblo estamos llamados a cuidar a los que hoy forman parte del mismo, a cuidarnos unos a otros desde la cercanía y la escucha, desde la oración compartida y el deseo de querer vivir y trabajar juntos. Edificar un pueblo nos pone en relación con este gran asunto que la Iglesia, también la vallisoletana, tiene en su corazón en estas últimas décadas: ¿cómo hacer nuevos cristianos?, anunciar el Evangelio, vivir la iniciación cristiana. La edificación de este pueblo significa convocar a formar parte del mismo y, luego, ayudar a que estos que son convocados sean iniciados en la vida cristiana.
Edificar un pueblo significa que estos que han sido convocados e iniciados en la vida cristiana se congreguen cada domingo en torno a la Eucaristía. Así, vamos tomando conciencia de que somos un pueblo, el pueblo del domingo, el pueblo que celebra la Pascua y que anticipa la plenitud de esta Pascua en la segunda venida de Jesucristo. Edificamos un pueblo que quiere ser todo él misionero, por eso este pueblo que es convocado el domingo y congregado como cuerpo de Cristo es enviado en su misma entrega.
Marcamos, así, acentos de lo que quiere ser nuestro año pastoral, por una parte, todo lo que se refiere a la escucha y al acompañamiento personal. Ya los grupos del trabajo sinodal insistieron en este aspecto, en la importancia de favorecer la pastoral de la escucha, del acompañamiento, para ayudar a iniciarse en la fe, a mantenernos como pueblo de Dios y a discernir la vocación en la que hemos sido llamados. Queremos potenciar esta pastoral de la escucha, ofreciendo formación, recursos, instrumentos... pero, sobre todo, queriendo cultivar esta actitud entre nosotros, especialmente en los sacerdotes, curas de almas, también en los catequistas o en cualquier otro ministerio que suponga el acompañamiento de grupos para ayudar al crecimiento en la fe.
Edificar este pueblo santo de Dios pide de nosotros también seguir cultivando lo que la Iglesia nos propone en este tiempo de comunión misionera, de sabernos sínodo, pueblo que camina por las mismas huellas de quien es el Camino, la Verdad y la Vida. A lo largo del curso pasado hemos puesto en marcha los Consejos de pastoral Parroquial y Arciprestal. Es momento de que estos Consejos sean ese germen que edifica el pueblo de Dios y caigan en la cuenta de que su primera acción es la oración y el discernimiento, ser ese signo visible de comunidad cristiana en medio de nuestras parroquias. Juntos hemos de discernir lo que quiere el Señor de nosotros en esta hora, discernir las formas de anunciar el Evangelio, de iniciar mejor en la vida cristiana, de ser discípulos misioneros y testigos del amor del Señor en medio del mundo. En este curso y a partir de los Consejos de pastoral Parroquial y Arciprestal, constituiremos el Consejo de Pastoral Diocesano. No se trata de generar un enjambre de organizaciones burocráticas, sino de articular la comunión misionera de este pueblo que queremos edificar. Un pueblo peregrino que, mientras peregrina, va dejando en el camino señales, parábolas del amor del Señor, del Reino que proclamamos y que anhelamos se realice plenamente en la segunda venida de Jesucristo.
Pero hablamos de edificar un pueblo santo. Queremos caer en la cuenta de que nuestra vocación común es la santidad y que este ejercicio de edificar un pueblo santo no le realizamos desde nuestras solas fuerzas, sino desde la vida en el Espíritu santificador. Edificar un pueblo santo significa abrirnos todos a la acción del Espíritu Santo y hacer de la santidad una clave para abordar las diversas situaciones de nuestra existencia. Sí, porque para los que aman a Dios todo les sirve para el bien. Más aún, para los que caen en la cuenta de que Dios los ama, que Dios nos ama, todo nos sirve para el bien. Incluidas las dificultades, los conflictos, los fracasos, las situaciones diversas que podemos vivir en nuestra vida. Desde la perspectiva de la santidad todo significa algo valioso que nos ayuda a crecer en lo que Dios quiere hacer con nosotros. De qué manera tan diferente se vive el ministerio sacerdotal, o la vida en el matrimonio, o la vocación laical, o la vida en las comunidades de especial consagración, cuando la santidad está en el centro de nuestra intención y deseo.
Va a ayudarnos a vivir este año en la perspectiva de la santidad la celebración en el año 2026 del tercer centenario de la canonización de Santo Toribio de Mogrovejo. Este mayorgano es enviado a América cuando está edificándose y organizándose la Iglesia, vive un celo pastoral infatigable, una entrega que le hace visitar su extensísima Diócesis una y otra vez para mostrar la cercanía del sucesor de los apóstoles a ese pueblo que está surgiendo. Santo Toribio de Mogrovejo es para nosotros un testimonio vivo de alguien que edifica la Iglesia, que edifica el pueblo santo de Dios y haciéndolo se santifica. Que este modelo de santidad nos ayude en el año pastoral que comenzamos.
El Señor ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos la esperanza a la que hemos sido llamados.