Maruja Mallo. Máscara y compás

"Lo que más me llamó la atención recorriendo sus salas es el aura que se crea en torno a su obra", destaca Ágreda en su crítica cultural

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Maruja Mallo. Máscara y compás
Una mujer viendo una de las obras. Fotografía cedida a TRIBUNA.
El autor esÁgreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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Maruja Mallo (Vivero 1902- Madrid 1995) creó el mundo que pintaba. Ahora se puede ver en Santander, en la Fundación Botín toda su obra. Pintar y dibujar para ella era como crear máscaras y pretextos, buscar un mundo en otro lugar. Un mundo que no existía. Eso solo está al alcance de una artista dotada para captar las vicisitudes de su tiempo.

La obra y el pensamiento de Maruja Mallo se puede disfrutar en el Centro Botín (Santander) hasta el 14 de septiembre. Contemporánea de Alberti, García Lorca, Rosa Chacel, María Zambrano y Dalí, les traía "locos" especialmente a Rafael Alberti; se fue a Paris y allí conoció a Picasso. Porque Maruja Mallo es sin lugar a dudas la primera de las surrealistas. Su lema era ¡Viva la improvisación! Improvisar cuerpos voladores, tiovivos, espantapájaros que ahora en el Centro Botín, el espectador puede disfrutar de toda su magia, de toda la energía de la artista.

Es difícil de nombrar lo que se ve en esta gran exposición. Lo que más me llamó la atención recorriendo sus salas es el aura que se crea en torno a su obra. Todas las imágenes, todos los escenarios ahondan en la relación del ser humano con su entorno, especialmente con la naturaleza. Ciencia, arte, mitología se funden en colores fantasmales procedentes de la imaginación y los sueños de Maruja Mallo.

Cuando pinta despierta todas sus vivencias y no deja nada al azar. Más de 90 pinturas, además de dibujos conforman un paseo por su vida y su obra: "Mallo encontró en el colorismo alegre e ingenuo del arte popular y en el dinamismo de las nuevas formas de ocio – el cine, la música y el teatro- las fuentes de inspiración para sus primeras obras".

Todo lo que ocurre pasa al lienzo de Maruja Mallo. Toda esa fuerza que posee su obra, todos sus recuerdos, sus frustraciones, todo su mundo de misterio y extrañeza, es una manera de ser fiel a sí misma. Indígena, Retrato de señora, Las verbenas, la serie Cloacas y campanarios, El espantapájaros suponen una reflexión profunda del acto de crear. Porque Maruja Mallo hasta el final de sus días imprimía una vitalidad arrolladora en todos y a todo.

Escribe Manuel Vicent que en aquella época a las mujeres solo se les permitía el surrealismo de llevar colgado del pecho un escapulario de la Virgen del Perpetuo Socorro. Sigue diciendo Vicent que Maruja siempre ganaba el concurso de blasfemias que se celebraba en un bar de la Plaza de la Cebada. Bohemia hasta el final.

Ella amaba lo que se transforma, cambia y crece.

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