El valor temerario y emocionante de Damián Castaño ante los miuras, premiado en Santander

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El valor temerario y emocionante de Damián Castaño ante los miuras, premiado en Santander
El diestro Damián Castaño sufre una cogida durante el cuarto día de la Feria de Santiago, este martes en Santander.
El autor esJesús  López Garañeda
Jesús López Garañeda
Lectura estimada: 4 min.

La decisión de un torero, herido y convaleciente, para reaparecer infiltrado y mermado de facultades en Santander frente a los miuras, no fue propia de un diestro reservado sino de un matador con hambre y ganas para estar en el sitio que por sus méritos y forma de torear debería garantizarle la vida dedicada a esta profesión de riesgo y ventura en la que está en juego no solo la integridad física sino la vida joven en el ara del sacrificio ritual de la Tauromaquia.

Damián Castaño ha escrito una página imborrable en el Coso de Cuatrocaminos, consiguiendo una merecida y aclamada oreja de 'granujilla', un miura con 567 Kg de romana, encastado, aplaudido en el arrastre que embistió en varios momentos como un tren de mercancías a los medios de la plaza en donde Castaño le citó desplegando su muleta y embarcándolo en la franela con cierto poderío y decisión. Pero el toro, dándose la vuelta con una rapidez del rayo, con el pitón izquierdo enganchó al torero que cojeando ostensiblemente no pudo zafarse del volteretón y puso el ¡ay! angustioso a todos los espectadores. Mermado y valeroso siguió el torero salmantino en la brega hasta cuadrar al toro cuya faena había brindado al empresario de la plaza José María Garzón. Tras pinchar logró una estocada al volapié efectiva que ahogó la angustia de quienes estábamos en el tendido, admirando la forma de realizar la suerte, echando la muleta con fuerza al hocico y hundiendo el estoque hasta los gavilanes.

La pasión del público se desató al doblar el toro y los pañuelos tremolaron pidiéndole la oreja que le fue concedida. Castaño no pudo redondear el triunfo frente al sexto, un petaco de 600 Kilos, y ahí lo tuvo al alcance de su mano, pero la emotividad, la merma física y la imposibilidad de mayor lucimiento, pinchando en el primer intento, le cerró la puerta grande, siendo premiado con la vuelta al ruedo.

Gran toro el granujilla que recibió una vara arrancándose desde la distancia con alegría, empujando al caballo y metiendo los riñones. Colocado para una segunda a mayor distancia, el animal fue de nuevo a la jurisdicción del picador en otra vara larga de castigo que no obstante no impidió al ejemplar apocarse ante su lidia, antes bien al contrario. Aquí estuvo la emoción y lo mejor de la tarde: Un toro y un torero entregados absolutamente a su labor.

Abrió plaza y corrida el sevillano Manuel Escribano que tuvo a 'jarito' de Miura y a 'canastero', un sobrero de El Pilar el dúo dinámico de su torería. Con la fuerza justa el miura y el flojo de El Pilar al que recibió a porta gayola, lo intentó Escribano por activa, pasiva y perifrástica, pero salvo la colocación de buenos pares de rehiletes a sus dos contendientes, no pudo acompañarle el triunfo, siendo silenciada su labor ante su primero y muy mal con el estoque frente a su segundo, que se apagó como una candelica a medida que transcurría la faena más larga de la cuenta por la que recibió un aviso a los sones del pasodoble 'Santander'.

David Galván se enfrentó a un noble y encastado animal, segundo de la tarde, de nombre 'alcusto', aplaudido en la primera vara por su empuje y bravura. Puesto de largo para la segunda vara, pidió el cambio de tercio al usía, justamente cuando el animal se arrancó raudo a la cabalgadura, por lo que el público le recriminó al diestro su solicitud y no haber dejado ver la embestida del burel al jaco del picador. Para una vez que se ve la suerte de varas en toda su pureza y grandeza, hasta eso nos quieren hurtar… Y así los pitos del público fueron el pago por esa acción.

Galván estuvo en su faena muy aseado, cimentada en el terreno del tendido 6, llevando la muleta a media alturita para que el animal aguantara mejor. Lo despachó de una casi entera tendida y recibió la ovación del público.

Ante el quinto de la tarde llamado 'integrante', bajo de fuerza, muy bien banderilleado por Juan Carlos Rey en dos pares por los que fue ovacionado y obligado a desmonterarse, tuvo un achuchón sin consecuencias. Arriesgó en una serie por naturales con cierto temple y gracia, cruzado y citando de manera canónica, cogiendo el estaquillador por el centro y embarcando al burel con poder y mando, generando aplausos del público. Pero con la espada se atragantó y le propinó un sartenazo chalequero que hizo guardia y un golpe de descabello recibiendo el silencio por su labor.

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