21/07/2025
El mérito y la cadencia de Fernando Adrián le abren la puerta grande de Santander
Lectura estimada: 3 min.
La corrida de Juan Pedro Domecq lidiada en Santander ha estado baja de raza y fuerza y fue remendada con un sobrero de El Pilar, lidiado en quinto lugar, al devolverse "receloso" de la ganadería titular al corral, por invalidez manifiesta y haber corrido turno el torero, por lo que a quien correspondió su lidia fue a Fernando Adrián. Y pese a que dos de los toros fueron aplaudidos en el arrastre, corridos en segundo y cuarto lugar de nombres "receloso" y "trinador", terciados, nobles, lidiados por Adrián y Fortes respectivamente, el resto del encierro adoleció de muchas cosas, innatas en la bravura de los ejemplares.
La suerte de varas estuvo desaparecida toda la tarde del Coso de Cuatrocaminos cuando es una suerte fundamental en la lidia de toros. Picotazos que apenas hicieron sangre en los animales, como decía un amigo, ni para un análisis. De esta manera, esta suerte está abocada a su eliminación. Craso error y una desgracia que hurta de alguna forma que el espectáculo de la lidia de toros sea completa.
Y vamos en sí al contenido de las faenas seguidas por tres cuartos de plaza cubiertos por los espectadores en tendidos, gradas y andanadas que volvieron a escuchar respetuosamente el himno nacional de España antes de romperse el paseíllo de toreros y que estaban más que predispuestos a ensalzar, apoyar y aplaudir a los diestros que esta tarde pasaron por su coso hermoseado y luminoso.
La corrida fue ofrecida por Televisión ONE Toro en directo a sus respectivos abonados.
Fortes abrió plaza frente a un "rebuscón", terciado que resultó soso y rebrincado buena parte de su lidia. Fue lanceado por el malagueño en un farol de rodillas y varias chicuelinas, pero el diestro pidió el cambio tras un picotazo. Brindó al público la faena y tuvo un pequeño percance sin consecuencias al caer al suelo zancadilleado por el burel. Fortes alargó, poderoso, su faena en exceso de forma que sonó el aviso. Luego con los aceros pinchó antes de conseguir una entera trasera y un par de descabellos con lo que se silenció su labor que, sin duda, hubiera tenido otro premio en el caso de acertar con el estoque.
Frente al cuarto de la tarde, un torete escurrido de carnes, anovillado, comenzó su faena de rodillas que resultó dominadora y segura, ante la muleta templada y poderosa, con lo que se puede calificar lo visto como faena de gusto y mando. Una serie de magníficos naturales y de nuevo volvió a sonar el aviso por alargar en exceso el trasteo. Con pinchazo y entera, tanto el toro como el torero fueron ovacionados.
El gato del triunfo se lo llevó al agua Fernando Adrián al cortar dos orejas al segundo de la tarde, recibido con lances suaves y cadenciosos, tras devolverse el titular con el pañuelo verde, y correr el turno saliendo "secuestrador" de 550 Kg de romana, al instrumentarle un farol de rodillas como anticipo de lo que sería luego su faena. A pies juntos le enjaretó el comienzo de la misma que puso a la plaza en pie.
El torero aquí dejó de sí mismo casi todo, tanto con la mano derecha como con la izquierda. Se dio un arrimón y un desplante final tirando los trastos con lo que enardeció al público. Una entera hizo doblar al animal y las dos orejas cayeron en su esportón, garantizándose así la salida por la puerta grande. Lástima que ante el deslucido quinto de El Pilar, sobrero de la corrida, no pudiera más que recibir el aplauso cariñoso de los espectadores.
Y Borja Jiménez, el tercero de la terna, que salió a darlo todo como es habitual en el sevillano, le tocó un "nigromano" con la fuerzas justas pero muy noble. Sin moverse, a pie quieto, se pasó ceñido al burel, ofreciendo una serie de naturales de auténtica pureza, temple y poderío. Se gustó el torero y alargó la faena en exceso recibiendo un aviso y luego pinchando antes de lograr la estocada entera y desprendida, con lo que se conformó con la ovación. En el que cerraba plaza, se echó de hinojos para soplar dos faroles en el recibo capotero y toreó a media altura pues el toro no daba ya más de sí, pese a las buenas hechuras del Juanpedro y de nuevo el acero resultó mellado, sin filo, para conseguir la muerte del toro.
Y como anécdota, el riesgo salvado por el torilero, al cerrar la puerta del callejón cuando aún permanecía abierta la del toril, con lo que si el toro devuelto se hubiera dado la vuelta estaríamos hablando de un serio disgusto.
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