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El hombre del año
Palabras contra el olvido 634
A Joaquín Achúcarro (Bilbao, 1932) se le podría aplicar lo que decía Séneca, longa est vita, si vita est (Larga es vida, si es vida) Una vida plena al servicio de la música, del público, en definitiva, a la sociedad. Aparece en la Sala de Cámara del Centro Cultural Miguel Delibes con una expresión de felicidad. Plácida. Comienza a tocar los primeros acordes de Juan Sebastian Bach y a partir de ese momento ya todo es disfrute y calma.
Una de las cosas que mejor se puede hacer en esta vida es escuchar a Joaquín Achúcarro. Los queridos compañeros de viajes esta noche son los de siempre: Bach, Brahms, Debussy, Granados, Albéniz y su íntimo, Chopin. Achúcarro, podría decir lo que dicen los flamencos... voy a cantar un poco por solea, o por siguiriya. Él podría decir lo mismo, voy a tocaros al piano un poco de Bach, da igual, lo que sea y luego ya veremos.
Tiene la sana costumbre el maestro de decir unas palabras de cada compositor antes de que suene la música. Es un placer escucharle como habla y como toca el piano, aunque diga que lo suyo no es hablar. Empieza a sonar Bach y uno entra en lo que la poeta italiana Alda Merini llamaba "el segundo mundo", un lugar especial donde nada tiene que ver con lo que pasa "ahí fuera".
Tiene Joaquín Achúcarro una forma de tocar el piano que podríamos denominarla instintiva, natural, sabe y conoce la ruta trazada por cada compositor. Ha nacido para tocar el piano. Uno de los superpoderes de la música, esta tarde lo estamos viendo, es su capacidad para convocar a grandes compositores de tiempos pasado, esta noche el programa es excelente, y refrescarnos el aire sonoro. Hacerlos presentes, en una palabra.
Por las 88 teclas del piano están pasando aflicciones, ilusiones, peligros, empatías, indignación, utopías, preocupaciones, paisajes, amoríos y muchos sentimientos más. La música que ejecuta el maestro, el modo que tiene de estar en el mundo que ha recorrido varias veces, es un servicio que hace al público.
Escuchando a Achúcarro uno tiene la sensación de que el mundo está un poco más ordenado de lo que dicen los telediarios. Y no deja de ser emocionante que uno se siente en su butaca y simplemente escuchando lo haga como otros lo han escuchado a lo largo de la historia. Porque es muy importante escuchar, estarse quieto y no hacer nada. El que se para, sueña.
Por eso mi personaje del año es un señor que tiene 92 años y se llama Joaquín Achúcarro.
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