02/11/2025
La urna
Lectura estimada: 2 min.
La bajaron ayer de la segunda fila del tercer compartimento del almacén.
La han montado en la parte trasera de la furgoneta, después de tanto tiempo de oscuridad el pequeño rayo de sol que entra por el cristal trasero la molesta.
Un hombre de mediana edad con un mono azul y un peto amarillo la ha cogido de la cintura
Y la ha dejado sobre una mesa blanca frente a un encerado.
Una señora pasa un trapo rosa por su espalda, por su frente y por sus costados.
Ahora puede ver que en esta ocasión está en una aula de un colegio de primaria.
En la percha descansa una mochila olvidada, un baby, un jersey azul y una gorra.
Hay un encerado con tres palabras escritas en inglés. Un mapa de España. Dos rotuladores azules y uno rojo más gordo.
Han empezado a llegar los interventores, el presidente de la mesa y los demás elegidos para compartir detrás de ella la jornada.
La han colocado un sobre grande que tapa la única ranura que tiene para respirar.
Ya es la hora. Han abierto la puerta. Comienza el espectáculo.
Ella es la protagonista, la artista invitada a la fiesta, la que recibe las propuestas, los deseos, los sueños, las venganzas, las envidias, los recelos.
La hubiera gustado mucho más ser la testigo de una clase llena de niños, escucharles hablar, verles jugar, compartir pinturas y plastilina.
Pero hoy esa clase está vacía, solo hay mayores que hacen fila.
Dos matrimonios jóvenes, tres señoras mayores, un anciano en silla de ruedas, una monja, tres estudiantes, una pelirroja llena de tatuajes, un cuarentón con casco y maillot de ciclista han sido los primeros que se han acercado a ella.
Han dado sus nombres, enseñado un carnet de identidad y han introducido una papeleta encima de su cabeza.
Aún recuerda la primera vez que fue la protagonista.
La llevaron a un pueblo, al teleclub, cerrado ese día para tan especial ocasión.
Solo votaron unas cien personas, hizo un día de mucho calor.
La segunda en una residencia de ancianos, otra en una biblioteca y así hasta hoy.
La encanta ver las caras, las manos temblorosas de los más mayores, la sonrisa de los que lo hacen por primera vez, las conversaciones de la cola, los momentos de silencio, los murmullos, la vida.
En unas horas la vuelven a levantar la tapa de los sesos y la tumban y sacan todo lo que ha comido sin masticar ni tragar durante toda la jornada.
Solo ella sabe que durante unas horas es la dueña de los deseos, de las ilusiones, las inquietudes y objetivos que incluyen esos sobres que cubren las papeletas de los elegidos.
Encima de una mesa de una clase de un colegio de un barrio de nuestra ciudad está LA URNA.
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