06/07/2025
Vinicius entra en... campaña electoral
Lectura estimada: 3 min.
"Yo fui una vez negro, cuando era pobre" es una conocida frase del ex boxeador Larry Holmes, que ha sido utilizada como argumento de debate en multitud de charlas y escritos relacionados con el racismo. La pronunció en tiempos pretéritos, cuando el populismo político imperante y el abuso de las redes sociales no causaban estragos aun entre una sociedad, actualmente medio adocenada por el egosimo, las prisas, la comodidad, el culto a la imagen y la estupidez de toda la vida.
El follón del pasado fin de semana en el estadio de Mestalla, en el partido de fúbol entre el Valencia y el Real Madrid, todavía colea. Los insultos racistas hacia Vinicius y los incidentes posteriores han recorrido medio mundo y se han convertido en motivo de disputa en la recta final de la campaña electoral española. El presidente brasileño Lula da Silva ha elevado lo ocurrido a casi tema de Estado y nuestra mistra de Igualdad, Irene Montero no ha dejado pasar la ocasión para culpar "a la derecha" y a la periodista Ana Rosa Quintana de colaborar en el racismo patrio.
En España hay racismo, por supuesto, pero España no es un país racista. El enloquecido populismo vigente pretende contaminar de ideología toda actividad humana. Sea desde Unidas Podemos o desde Vox, con Putin o con Trump, el intento de negar la discriminación ideológica existente en la socidad, la persecución dialéctica, la presunta superioridad ideológica de unos sobre otros o la clásica culpabilidad del contrario es maniqueo, falso, absurdo. ¿No es la intolerancia hacia el que no piensa como nosotros una manera velada de discriminación?
Vivimos en un país que discrimina por la ideología, incluso por la territorialidad, por el origen, donde algunos partidos políticos nacionalistas se expresan con una presunta superioridad muy racista. Pero no pasa nada. El cinismo de algunos dirigentes raya con la apología de la delincuencia. Algunas intervenciones en los parlamentos nacional y autonómicos desvelan actitudes seudo dictatoriales, que también son en el fondo -y en la forma- racismo en estado puro. Como ahora hay elecciones, concretos políticos intentan -equivocadamente- sacar rédito en las urnas.
El racismo es un hecho, sólo hay que pisar un recinto deportivo para comprobarlo. Sólo hay que pisar la calle. Entre los forofos deportivos siempre suele haber energúmenos que insultan a través del ataque a la condición individual del contrario, sea por ser negro, mujer, homosexual, de otra nacionalidad, de otra ideología... Generalizar hacia toda la afición es intelectualmente pobre, cutre. No se sostiene. La inmensa mayoría de las personas que pisan un estadio español de fútbol no insultan, animan a los suyos y critican al árbitro cuando creen que se equivoca.
Los presidentes de la Federación de Fútbol y de la Liga, Rubiales y Tebas, tampoco han estado finos. El odio que se profesan y el interés por su imagen mediática ha primado sobre la requerida sensatez en estos casos. En momentos de crisis hay que mantener la calma, hablar menos, deberían de saberlo mejor que nadie porque en el mundo de internet hay mucho tonto que se la coge con papel de fumar. Por si no fuera suficiente, el Comité de Competición agita más la marea, señalando al árbitro principal y al del VAR, anulando la tarjeta roja que el primero le había mostrado a Vinicius y sancionando duramente al Valencia.
¿El lío público que se ha montado sería del mismo tamaño si el futbolista estuviera en la plantilla del equipo regional de mi pueblo? ¿Habría trascendido de la misma manera de no estar protagonizado por este jugador madridista? ¿De no estar el país en campaña electoral, le habríamos concedido igual trascendencia? Evidentemente, no, no y no. Que cada cual considere lo que le parezca oportuno.
La policía ha detenido ya en Valencia a tres presuntos implicados en los insultos racistas a Vinicius, también estos días en Madrid han sido arrestados otros cuatro ultras como responsables de haber colgado de un puente de la capital el pasado mes de enero un muñeco que representaba al jugador brasileño. Las fuerzas de seguridad están haciendo su trabajo, pese a que Lula diga que España no hace lo suficiente contra el racismo. Otra cosa son determinados clubes de fútbol, tolerantes con aspectos racistas entre algunos sectores de sus aficiones ultras (por cierto, de derechas y de izquierdas, según el equipo al que nos refiramos). Ahí sí que habría que intervenir, pero la clase política está a otras cosas.
Hace décadas, Rubén Cano, jugador de origen argentino del Atlético de Madrid, autor en Belgrado de un famoso gol con la selección española que nos clasificó in extremis para el Mundial de 1978, se quejaba amargamente de que en muchos estadios le llamaban "indio". Entonces había racistas, hoy con Vinicius hay racistas y en el futuro, por desgracia, habrá racismo. Menos rasgarse las vestiduras y más trabajar para erradicarlo. Todos.
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