¿Quién va a ganar las elecciones?
La opinión de Diego Jalón para TRIBUNA
Esa es la gran pregunta y debería tener una respuesta sencilla: el que consiga más votos. Creía Newton que la verdad siempre se halla en la sencillez y no en la confusión de las cosas, pero claro, él se dedicaba a la física y no a la política. Además, lo suyo era la mecánica clásica y no la cuántica, que es en la que se mueve nuestro Gobierno, para el que los gatos pueden estar vivos y muertos a la vez y el ministro de la Presidencia debería ser como los neutrinos, capaz de atravesar la materia para sentarse donde le salga del protocolo.
En 2019 el PSOE superó al PP en un millón y medio de votos y en 2.000 concejales. Fue el partido más votado en 25 capitales y en 11 de las 13 comunidades en las que hubo elecciones. Aquella noche electoral Sánchez presumía de cifras, de su contundente victoria y de la derrota del Partido Popular. Lo lógico es que si ahora el PP supera al Partido Socialista en voto municipal y autonómico se reconozca su victoria electoral. Pero no va a ser así.
En esta España del sanchismo no va a ser sencillo saber quién gana las elecciones del día 28, incluso después de que se haya contado hasta la última papeleta. El Gobierno quiere convencernos de que su presidente, como en el experimento de Schrödinger, estará muy vivo para las generales, sea cual sea el resultado de mayo. Más que una paradoja cuántica, lo de Sánchez es un trile del de toda la vida, con cubiletes y bolitas en vez de cajas de acero y gatos, pero funciona de forma parecida.
El planteamiento, descartada por supuesto la ridícula idea de contar los votos, es que la victoria en las elecciones consiste en retener algunas plazas destacadas. Y así, si en las municipales, que se votan en toda España, el PP supera en votos al PSOE, no importa, Sánchez no se juega nada, no hay bolita y el gato está vivo. En la autonómicas tampoco contará la mayoría del PP en regiones como Madrid y Murcia, ni que el Partido Socialista vuelva a ser tercero. Esas regiones tampoco importan, no hay bolita y el gato sigue vivo.
Y si nos fijamos en La Rioja, Baleares, Aragón, Cantabria, o la Comunidad Valenciana, donde el PP puede acabar superando en votos al PSOE, tampoco importará. En esas Sánchez no se juega nada y por supuesto, volverá a seguir vivo. ¿Y cuáles serán las regiones que determinarán quién ha ganado estas elecciones? Pues de momento nadie lo sabe, pero serán aquellas en las que ganen los socialistas o conserven el gobierno después del recuento y de los pactos.
Vender como un éxito por ejemplo que Ximo Puig se mantenga en el Gobierno, con menos votos que el PP, por un solo escaño y gracias al apoyo de otros partidos, puede sonar disparatado, pero será lo que veremos después del 28 de mayo. Con la Comunidad Valenciana o donde sean posibles estos pactos.
El PP gobierna ahora en Galicia, Castilla y León, Andalucía, Murcia y Madrid. Solo hay elecciones en las dos últimas y en ambas todo apunta a una mayoría absoluta de los de Feijóo, que están también en condiciones de superar al PSOE en La Rioja, Baleares, Cantabria, Comunidad Valenciana y Aragón. Los socialistas podrían mantener los gobiernos de Canarias, Asturias, Extremadura, Navarra y Castilla-La Mancha. Entre las cinco suman unos siete millones de habitantes, mientras que en las que ganaría el PP viven 31 millones de personas. Pero al abrir la caja, el gato Sánchez seguirá vivo.
Comprobar cómo el PSOE, que siempre tuvo vocación de partido mayoritario, incluso hegemónico, se conforma ahora con articular coaliciones de perdedores donde pueda y con cualquiera, resulta un tanto lamentable. Y no ocurrirá en muchos sitios. Tampoco en las municipales, donde el PP puede pasar de gobernar 12 capitales a rebasar las 30. Pero conservar Sevilla o alcanzar un pacto en Barcelona será vendido como un logro histórico.
En Valladolid, las encuestas lo dejan todo pendiente de un hilo. Diez u once concejales para el PSOE y los mismos para Jesús Julio Carnero. Y también empate a tres o cuatro para Valladolid Toma la Palabra y para VOX. La irrupción de Contigo Avanzamos, un partido de centro izquierda sensato, dialogante y moderado que, a diferencia del actual alcalde, apuesta por la gran obra que puede cambiar el futuro de la ciudad y no por seguir chapoteando en un parque acuático, puede darle la noche electoral a Puente.
Su líder, Cecilio Vadillo, exmilitante socialista, dice añorar la cultura de diálogo, debate y tolerancia que en su día caracterizaba a su partido y se enfrenta ahora a su antiguo compañero, para quien el soterramiento también era prioritario y que ahora solo tiene "el mayor desprecio posible" para quienes lo defienden. Según Puente, practican "el populismo ferroviario" al abogar por una obra "irrealizable", pero que ya se ha hecho o se está haciendo en ciudades como Murcia, Córdoba, Zaragoza, Bilbao o Vitoria.
Puente, igual que su amigo Sánchez, también sería feliz si consigue menos votos que el PP pero logra mantener el bastón de mando, que después de su tropiezo necesita más que nunca, con el apoyo de esos que como María Sánchez no venían a la política a medrar ni a cobrar sueldos suculentos y que sólo iban a presentarse a dos mandatos.
Si algo ha hundido la popularidad de Pedro Sánchez y las expectativas electorales del PSOE en casi toda España es su falta de autonomía política y su dependencia enfermiza de partidos residuales, extremistas e independentistas a los que ha concedido toda clase de favores y por los que ha renunciado a sus políticas a cambio de mantenerse en el poder.
Las nuevas coaliciones de gobierno de perdedores en comunidades y ayuntamientos, cada vez más fragmentados y variopintos desde que a Yolanda se le ocurrió que Podemos restar con Sumar, no parecen el mejor camino para recuperar la confianza perdida, sino más bien para todo lo contrario.
La visión de futuro, el caso de Valladolid es un buen ejemplo, ha desaparecido del discurso político de un progresismo cuya oferta política no es el progreso sino reírse a la cara del votante al que se le prometen cuarenta, cincuenta o ciento ochenta mil casas. Y eso que en materia de vivienda, Óscar Puente, a diferencia de Sánchez, parece más partidario de las carambolas que de liberar suelo.
A cambio, tenemos una campaña tosca y previsible, un vacío relleno de tópicos, cimentada en las descalificaciones, el odio y el miedo al oponente, con una perspectiva artificial y un presidente que no puede mostrarse en público salvo en entornos controlados o en vídeos tan falsos como las películas de Franco pescando salmones. Del Azor al Falcon parece que nada ha cambiado. Pese a todo, las elecciones las ganarán quienes decidan los votantes.