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El Viudo
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Qué importa el color o el tamaño, los metros que ocupan, desde donde empiezan y donde terminan. Qué importa si los que las pisan son famosos o desconocidos, si vienen de muy lejos o son de aquí, si la pisan con elegancia o la pasean con el único objetivo de buscar un minuto de flashes y de efímera fama.

Es el premio o la pasarela del inicio de algo. Es el objetivo y el fin de muchos y el reconocimiento de unos pocos.
Trajes alquilados o prestados, joyas que no pertenecen y tacones que dejan marca al llegar al hotel. Es lo de menos. Llegar a la habitación y buscar en las redes tu presencia, tu puesta en escena, escuchar de nuevo tu discurso, los aplausos que te dispensaron y las fotos para el archivo.

Todo el mundo que se dedique o quiera dedicarse a este mundo, para transmitir sensaciones o emociones, con el definitivo objetivo, que no es otro, que el espectador que se sienta en una butaca se sienta recompensado, debería memorizar párrafo a párrafo el discurso que perfectamente memorizado, sin papel alguno, leyó Juan Mayorga, en la entrega de los Premios Princesa de Asturias.

El dramaturgo dio una clase magistral, siete minutos para enmarcar en las paredes de todos los teatros, a la entrada, al lado de la taquilla, o en las sillas de los palcos.

Minutos antes todos los premiados habían hecho su recorrido hasta llegar a la entrada por la alfombra azul. De uno en uno, en fila y sin sequito, con paso distinto, pisando un terreno que no les pertenece, que no es al que están acostumbrados.

Pero allí se pararon, saludaron a la prensa, sin selfies, ni gestos grandilocuentes. Cuestión de estilo o de forma de vida.
Por su dedicación, empeño, trayectoria, fama, belleza, talento, ilusión, trabajo, reconocimiento?debemos respetar a todos y cada uno de los que pisa la tela, jóvenes o mayores, consagrados o neófitos, por postureo o por dignidad, por obligación o encantados de haberse conocido, ellos intentan provocar que, al sentarnos en una butaca, nos olvidemos de nuestro mundo por unos minutos y nos dejemos llevar.

Guardemos las miserias debajo, respetemos su color y aceptemos su medida.

Es la protagonista de la fiesta, a ras de suelo, la que soporta el peso de la fama y los nervios del debutante. En nuestra ciudad es verde. Ya está recogida, descansando.

Que usted pase un buen año. Querida ALFOMBRA.


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