La piel de zapa
Una de las víctimas de la adicción de Cerdán por el consumo de obras públicas ha resultado ser la ejemplar Esther Peña, portavoz del también ejemplar Partido Socialista. Ella, que fue capaz de explicarnos que esos fontaneros del PSOE, Leire y compañía, eran en realidad miembros destacados de las cloacas del PP, ya no seguirá ilustrándonos con su sabiduría ni podrá volver a explicarnos que en la anterior legislatura no gobernaba Pedro Sánchez. Lo lamento por los burgaleses, porque Esther se ha despedido del cargo explicando que "tengo que elegir y elijo Burgos", también es mala suerte. Pero escuchar a su sustituta alivia un poco mi tristeza.
Y es que tras Pilar Alegría y Esther Peña, creo que esta vez Sánchez ha dado con la tecla. Como le pasa con los secretarios de organización, a veces hace fichajes que no acaban de funcionar, pero seguro que a la tercera va la vencida. La nueva se llama Montserrat Mínguez y no ha podido estrenarse mejor. Resulta que es de Lleida y no soporta que la fruta se utilice como un insulto. Vamos que como a Ayuso, a ella también le gusta la fruta. Así que no más manzanas podridas, ni mala uva, ni cogerse un melocotón, ni parecer una pasa, ni que algo nos importe un higo.
Ante los atónitos ojos y oídos de quienes estaban presentes en Ferraz en su primera comparecencia, Mínguez le dio varias vueltas de tuerca a esa victimización tan socorrida para el Partido Socialista. Tantas que igual se ha pasado de rosca. Aunque con este Gobierno todo es posible y tal vez se anuncie en septiembre una nueva ley de inclusión vegetal o contra el racismo fructífero. Todo esto puede parecer una chorrada, o que este calor me está achicharrando las pocas neuronas que me quedan, pero no. Es importante, porque con sus juegos frutales Mínguez demuestra en lo que ha quedado la propuesta política de su partido. A falta de cualquier proyecto político u ideológico, ya sólo queda oponer la hipersensibilidad a la lógica y la susceptibilidad a la realidad. Pedro y su banda acusan a todos los demás de fascistas, pero emplean cada día esa peligrosa estrategia que consiste en rebatir los argumentos ajenos con apelaciones a los sentimientos y las emociones. Y esa es en el fondo la base del totalitarismo.
Cuando sólo se piensa en una fina epidermis, se ignoran los órganos que hacen funcionar el cuerpo y los huesos que lo sujetan. Y así, mientras Cerdán duerme en la cárcel, mientras los jueces imputan a la ex directora de Adif y al de Carreteras, mientras las auditorias de Puente en Transportes hacen aguas, mientras se negocian con alevosía y ocultación privilegios para las regiones más ricas y mientras Vox y Marlaska, unos por acción y otro por omisión, prenden mechas en Torre Pacheco a ver si consiguen encender una hoguera en la que quemar a Feijóo, ya sea por blando o por cómplice, la ministra de Hacienda vuelve a la piel. A la de un presidente demacrado, cuya cara de acelga se explica al parecer por la traición de quienes creía sus amigos, pero sobre todo por su total dedicación a España.
"Que sí, que se nos puede ver con la cara más delgá o menos delgá, como al presidente del Gobierno, porque sufrimos, porque trabajamos, porque estamos al pie del cañón, todo el día empujando a España", grita María Jesús. Lo que no explica es hacia dónde la están empujando, pero eso ya que cada uno piense lo que quiera. Sánchez sí parece más delgado, pero en Cerdán, Koldo y Ábalos no se aprecia pérdida peso. Y claro, también cabe preguntarse si antes, cuando Sánchez era el guapo y lucía hermoso y musculado era porque no hacía ni el huevo.
Lo que no deja de ser curioso es que, pese a todo el curro que altruistamente se pega por nosotros la ministra, llega la Airef y le dice que, si algo tiene, es mucha plancha pendiente. Vamos que mientras la ministra se pasa el día de mitin en mitin por Andalucía imponiéndose a sí misma la medalla de oro al trabajo, la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal le dice que el curro por el que le pagamos los españoles lo tiene abandonado. Le afea esta autoridad fiscal, al parecer todavía independiente, que no haya presentado el plan económico ni el plan presupuestario a Bruselas. Y también, qué cosas, que no haya presentado ni el techo de gasto ni los presupuestos del año pasado ni los de este año. Y esto último es una obligación que establece la Constitución.
La Airef es una institución que Europa impone a todos los países miembros y que examina el cumplimiento de las reglas de estabilidad presupuestaria por los gobiernos autonómicos y el gobierno central. Y su conclusión es que en 2024 se incumplieron las reglas y que este año ocurrirá lo mismo. Y le dice además a la ministra, que si entre mitin y mitin tiene un ratito, pues no estaría mal que facilitara alguna información concreta sobre ese anunciado aumento del gasto en defensa y su impacto presupuestario. Y por si fuera poco para la ministra de las manos quemadas, van los inspectores de Hacienda y le piden que dimita.
En lo que no han caído los inspectores es que en todo eso de la "financiación singular, ordinal, federal y generalizable", María Jesús no tiene arte ni parte. Es cosa de su jefe. Y ella no está para presentar presupuestos, pero sí para agradar, una tarea en la que lo da todo, incluso a veces por encima de sus posibilidades. Ese cambalache pergeñado en Barcelona no es idea suya, sino un plan de Sánchez para dar algo de soporte vital a una legislatura en muerte cerebral. Un apaño fraudulento en lo político, en lo legal y en lo conceptual. Lo que nos intentan vender como un acuerdo entre el Gobierno de España y el de Cataluña es de nuevo un intercambio de votos por favores, al que se comprometió Pedro para conseguir la investidura de Salvador.
Vamos, la misma estrategia empleada con Puigdemont y la ley de amnistía, esa que tanto elogia ahora Bruselas según el Gobierno. Como todo lo que se intente de aquí a que se convoquen elecciones, no saldrá adelante. No hay ni votos, ni tiempo, ni recursos. Pero quedará escrito en un papel oficial que la soberanía fiscal de Cataluña es posible. En "La piel de zapa" Balzac entregaba a su protagonista un pellejo mágico que le concedía todos sus deseos. Pero la piel se iba encogiendo y la energía vital de Valentin se iba esfumando. No les desvelo el final, quizá quieran leerlo este verano, aunque les adelanto que por muy fina que sea, una piel encogida no puede volver a estirarse.