La anécdota y la categoría de Sánchez

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La anécdota y la categoría de Sánchez
Sánchez, en su comparecencia tras la Ejecutiva del PSOE. (Foto: EFE)
El autor esDiego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.

La semana pasada, antes de que saliera a la luz el informe de la UCO, decía la ministra portavoz que en este país "hay algunos jueces que están haciendo cosas difíciles de entender". Y ahora, sin ningún rubor, presume de que "este Gobierno siempre ha colaborado con la justicia". Pero, aunque cambien los relatos como las luces de un semáforo, lo triste es que parece que Alegría sigue sin entender nada. El otro día en esa rueda de prensa en la que pretendía demostrar la "contundencia" con la que este Gobierno actúa contra la corrupción, va y le dice a un periodista que "usted también sabe, al igual que yo, que estamos hablando todavía de un informe, pero que no está este caso judicializado".

Vamos que la portavoz del Gobierno no sabe lo que es la UCO, el órgano central del servicio de Policía Judicial de la Guardia Civil. Y tampoco entiende que cuando la UCO hace un informe no es porque no tenga otra cosa que hacer ese día, sino porque se lo ordena un juez. Fíjate, Pilar, si estará judicializado el caso, que Cerdán tiene que declarar en el Supremo. Y que este caso lo comenzó a investigar la Audiencia Nacional en 2023. Y que pasó al Supremo en 2024 tras la imputación de un tal José Luis Ábalos. Ese José Luis al que Sánchez le decía en un wasap eso de "hace tiempo que no hablamos. Te escribo para trasladarte mi solidaridad ante los infundios que, por desgracia, estamos viendo en los medios. Un abrazo". Pero todo esto es una anécdota.

Vamos a la categoría. En su Conversación en la Catedral, Vargas Llosa se preguntaba por boca del personaje Santiago Zavala "¿cuándo se jodió el Perú?". Ni él ni su interlocutor, Ambrosio, sabían dar una respuesta concreta. Yo tampoco sé cuando se jodió el Perú, pero algo tiene que estar muy jodido en España cuando quién hace la pregunta más adecuada, la de si vamos a ver un P. Sánchez en los papeles de la UCO, y quien mejor describe la actual situación, "he visto a un presidente tocado, les pido a los diferentes representantes de la izquierda a la izquierda del PSOE que estamos en esto que aprovechemos el tiempo que nos quede, pase lo que pase", es un tal Gabriel Rufián. Que por cierto no debe saber que perjurar es jurar en falso. "Jure y perjure", le exige a un presidente que no ha hecho otra cosa desde que está en política.

Bueno eso y escribir cartas. Unas veces a la ciudadanía y otras, como esta semana, a esa militancia a la que no debería pedir perdón. Porque la militancia lleva años haciendo lo mismo que ha hecho Sánchez, creer a pies juntillas en quien lleva la palabra sinvergüenza escrita en la frente. No será porque lo de Sánchez no se veía venir de lejos. Explica en esa carta que "nos enfrentamos a una operación de demolición moral". Y en eso tiene razón. Claro que como siempre, atribuye a los demás lo que él hace. Porque el que ha emprendido una operación de demolición moral es él. La de su partido, la de la democracia y la del país, no sé exactamente en qué orden, pero seguramente todo a la vez.

Dice Sánchez que esto no va de él ni de su partido, sino de sacar adelante el proyecto de un Gobierno progresista que consiste básicamente en que Puigdemont pueda mandar en España durante dos años más, para prologar una legislatura en la que no se ha aprobado ninguna ley relevante salvo la de amnistía, que por cierto no estaba en el programa con el que se presentó a las elecciones, sino todo lo contrario. Así que Sánchez nos pone en la disyuntiva de elegir entre aceptar la corrupción para que el corrupto fugado Puigdemont siga mandando, o que gobierne la derecha. Algo así como o él o el caos, pero sabiendo que el caos también es él.

Y en realidad tampoco nos da elección, ya ha decidido por nosotros. El "capitán del barco" no piensa dejarnos elegir, no vaya a ser que nos equivoquemos. Y con el apoyo de quienes la liaron parda en 2017 en Cataluña porque no les dejaban votar, el presidente ha decidido que lo mejor que puede hacer por España es impedir que los españoles voten. Y eso que según Tezanos esta vez rozaría la mayoría absoluta. En su última carta a los corintios, el gran timonel les dice a sus discípulos que no dimite porque la mayoría de los españoles quiere sus políticas progresistas. Pero que no convoca elecciones porque sabe que las perdería. Pues qué quieren que les diga, muy coherente no suena.

Pero más allá del burdo intento de tomarnos a todos por gilipollas, este argumento falaz resulta extremadamente peligroso para la democracia. Porque lo que esconde no es otra cosa que un Gobierno sin capacidad para gobernar, al que se le multiplican los casos de corrupción que comprometen no sólo al partido y al Gobierno, sino al entorno directo del presidente. Y por mucho que Bolaños o la analfabeta ministra de Educación presuman de vez en cuando de su respeto a la justicia y a la UCO, a lo que estamos asistiendo es a una guerra entre el Gobierno y la Justicia en la que uno de los dos acabará muerto. O la Justicia acaba con Sánchez o Sánchez acaba con la Justicia. Desde luego no parece una situación tan estupenda como para prolongarla dos años más. Pero en eso estamos.

Después del estupor inicial, del "perdón, me he equivocado y aunque ustedes no lo crean no soy perfecto", hemos pasado a la estrategia de convencernos de que igual que lo mejor que le puede pasar a un cruasán es que lo unten de mantequilla, lo peor que le puede pasar a una democracia es que haya alternancia política. El plan es que los españoles creamos que nuestra felicidad depende de que Sánchez gobierne hasta que se muera y le suceda su hermano, como Fidel y Raúl en Cuba. Y lo malo es que ya ha convencido a unos cuantos, que andan por ahí explicando que, en una democracia, un cambio de Gobierno conduce inevitablemente al desastre.

Y repiten lo del "retroceso en los derechos", porque ya sabemos que Ábalos era feminista porque era socialista. Es el muro que Sánchez iba a construir. Y aunque ha acabado más bien en un biombo de puticlub, no deja de ser un peligro. Porque si todo vale con tal de que no gobiernen los otros, si se puede pasar por alto la corrupción, si se puede anular a la justicia para salvar a la famiglia, si se pueden retorcer las leyes hasta la náusea para seguir siendo presidente y si sólo se presentan presupuestos o se convocan elecciones si es segura la victoria en la votación, no nos quedará nada. Salvo constatar la categoría de Sánchez, un hombre que, como Escarlata O’Hara, está dispuesto a todo con tal de no pasar hambre. "Son las cinco y no he comido".

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