Un desenlace anunciado

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Un desenlace anunciado
El presidente del gobierno, Pedro Sánchez, en su comparecencia de este jueves. (Foto: EFE)
El autor esDiego Jalón Barroso
Diego Jalón Barroso
Lectura estimada: 5 min.
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Vamos quemando etapas, pasan los meses y aunque ya sabemos cuál será el desenlace, el mismo que en Grecia, en Italia, en Francia, en Alemania, y la semana pasada en Portugal, países vecinos en los que hemos visto cómo ha acabado el Partido Socialista, el nudo no deja de ser cada vez más entretenido. Esta semana han ocurrido cosas inauditas, pero sobre todo una. Varios políticos han dimitido o renunciado a sus cargos. Sí, en España, quién lo iba a decir. Aunque parezca increíble, no sabemos si para intentar ayudar a su jefe, el tal Gallardo, o tal vez para darle un respiro a Sánchez con las cuitas de su hermano, el Bellini de Elvas, una diputada de la Junta de Extremadura ha dimitido y otros cuatro han renunciado a ocupar su puesto.

Esta inmolación masiva de socialistas extremeños sucede casualmente cuando el presidente de la Diputación de Badajoz, imputado por la juez tras escuchar la actuación estelar de David Sánchez en su juzgado, "mi oficina no es un sitio, es un paraguas", se entera de que va a ser procesado. Entonces toda la gallardía de Miguel Ángel se esfuma y el hombre que había asegurado hace quince días que nunca buscaría el aforamiento precipita este impúdico tejemaneje. Se pone a cortar cabezas y, para demostrar que no colocó a dedo al fantasma de la Ópera, intenta colocar a dedo en la subdelegación del Gobierno a la diputada que le deja su sitio en la Asamblea de Extremadura.

Qué pensará Sánchez de todo esto, él, que recién llegado a la presidencia nos decía que "estamos ante un cambio de época y debemos atender los deseos de una sociedad que demanda ejemplaridad e igualdad entre la ciudadanía y sus representantes". Y nos anunciaba "la tramitación de una reforma de la Constitución que suprima los aforamientos en España". Claro, que como diría Carmen Calvo, eso lo dijo el presidente Sánchez de 2018 y este es otra persona, el de 2025.

De la coherencia moral y mental de nuestro presidente hay sobradas pruebas. Pero por si teníamos dudas, en el debate de descontrol del Gobierno de esta semana nos ha dejado otro ejemplo al reprochar a Feijóo que se atreva a difamar a personas honradas y acusar de corrupción a Isabel Díaz Ayuso en la misma frase. Quizá hay que recordar aquí que la Justicia no ha admitido ni una sola querella o acusación contra Ayuso y que Cerdán podrá presumir de honradez, pero mejor que espere a ver si el juez desestima también los indicios reunidos contra él por la UCO en ese informe del que tanto se habla, pero del que casi nada sabemos.

Lo que sí sabemos es que Cerdán pregunta mucho por las adjudicaciones de obras públicas, hasta nueve veces en un solo día. Y desde luego, quién no ha preguntado alguna vez por una adjudicación de obra pública, si todos los diputados lo hacen. Es una pregunta legítima, como también lo es preguntarse quién no ha ofrecido su ayuda alguna vez a un narcotraficante libanés o quién no se ha hecho una foto con Aldama en el reservado de un mitin del PSOE. O incluso, como diría Marlaska, quién no ha comprado alguna vez por error 15 millones de balas a Israel. Lo de nuestro ministro de interiores el miércoles en el Congreso fue también divertido. Resulta que no sabe si fue "un error", "un error puntual" o "un desajuste", pero pide perdón.

Lo que no quedó muy claro es si pedía perdón por haber firmado el contrato o por intentar colarlo en el BOE un viernes de puente a la remanguillé a ver si nadie se daba cuenta. Pero sí explicó que durante seis meses tanto él como todas las cabezas pensantes de su ministerio estuvieron buscando infructuosamente la forma de rescindir el contrato, porque era legalmente muy complicado. Menos mal que luego Sánchez tomó cartas en el asunto ante la presión de sus socios y en menos de veinticuatro horas se rescindió el contrato. O está cancelado. O "en proceso de rescisión", que después de escuchar varias veces al ministro sigo sin estar seguro.

Lo importante es que ya ni Podemos, ni Sumar, ni Bildu, ni nadie ha vuelto a amenazar con esas cosas tan graves como enfadarse mucho o no juntarse más con Sánchez. Todos parecen contentos, salvo tal vez esa dominatrix, a la que sólo le falta la fusta y el traje de látex, en la que se ha convertido Miriam Nogueras, que no duda en usar el látigo con su sumiso esclavo y presidente de ese banco azul del Congreso que cada vez se parece más al banquillo de un juzgado de guardia. Debe ser que la diputada catalana no se ha enterado de esos cientos de miles de viviendas asequibles que Sánchez está construyendo por toda España como nos ha prometido. Y le espetó que "deje de vender humo. Basta de titulares. En un titular no se puede vivir. La oferta de alquiler ha caído en picado, en la Cataluña de Illa es imposible pagar una vivienda digna". Me parece que es pedir peras al olmo, pero quién sabe, un cilicio bien aplicado puede obrar milagros.

Lo que no parece posible es que la señora esa de Bildu con la que Sánchez nunca iba a pactar le convenza de que "limitarse a resistir no vale". Frente a estos, Sánchez balbucea, se encoje y aprieta los dientes. Es una sumisión consentida, con palabra clave para detener el castigo si el umbral de dolor se vuelve insoportable: "¡Feijóo!", grita el presidente cuando ya no puede aguantar más. Y al escucharla, ni Miriam, ni Mertxe, ni Rufián, ni siquiera Ione se atreven a seguir con el castigo. En el fondo el cliente paga y por eso manda.

Y así será hasta que acabe la legislatura. Porque, aunque Sánchez conoce bien cuál será el desenlace, no tiene otra salida, lo que le queda ya no es resistir, sino seguir aguantando el dolor. No son ni su resistencia ni su fortaleza las que le empujan a seguir adelante, sino la debilidad y el convencimiento de que, como en Grecia, en Italia, en Francia, en Alemania y en Portugal, su partido perderá otra vez las próximas elecciones. Y que esta vez no sumará. Retrasar la debacle es ya la única opción posible. Y es posible porque todo le da igual. Ni no tener presupuestos, ni revolcarse en el fango de la corrupción, ni convertir el Parlamento en un bochorno sin ninguna función legislativa... Así que no nos queda más remedio que intentar disfrutar del nudo, de esta trama que nos conducirá irremediablemente a un hundimiento anunciado, entre apagones, sabotajes, chantajes, delirios de eurofán e informes policiales.

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