Balzac y el café

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Balzac y el café
Fotografías: Gabriela Torregrosa
El autor esSonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria
Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria
Lectura estimada: 8 min.

 

El magistral escritor francés Honoré de Balzac (1799-1850) es bien conocido por su ingente consumo de café. 

Su imprescindible cafetera de porcelana de Limoges, de la casa Marchal-Nivet et Belut, regalo de su amiga la escritora Zulma Carraud, puede verse hoy en la Casa Museo Balzac en París. Tiene las iniciales del autor y una minúscula estufa debajo que permitía mantener el café caliente. Ya en 1825 Balzac había escrito a la duquesa d'Abrantès: "estoy inmerso en un trabajo desorbitado. Mi vida cambia mecánicamente. Me acuesto a las seis de la tarde o a las siete como las gallinas; me despiertan a la una de la mañana y trabajo hasta las 8; a las 8 duermo otra hora y media; entonces tomo algo insustancial, una taza de café puro, me pongo manos a la obra hasta las 4 en punto, recibo, me baño o salgo, y, después de cenar, me acuesto". Pero el café iría progresivamente ganando peso en su rutina diaria.

En su pequeño escritorio de madera lleno de marcas de su pluma permanecía Balzac, noche tras noche, trabajando sin cesar en su ambicioso proyecto denominado La comedia humana, con el que pretendía describir en 137 novelas y relatos interconectados "la historia y la crítica de la sociedad, el análisis de sus males y la discusión de sus principios", como explicó él mismo, aunque la muerte truncó el resultado, cuando había escrito solo una parte, 87 títulos. "Trabajo 18 horas y duermo 6, trabajo mientras como y no creo que deje de trabajar ni siquiera cuando duermo", contaba a quien acabaría convirtiéndose en su esposa, Eve Hanska, en una carta. Se cuenta que bebió 50.000 tazas de café para escribir La comedia humana. Tenía tal sentido del deber en su trabajo, que se dice que sus últimas palabras fueron: "¡Ocho horas con fiebre! Me habría dado tiempo a escribir un libro".

Para Balzac, la inspiración está ligada a la calidad del café. En su ensayo Tratado sobre los estimulantes modernos se refiere a sus investigaciones sobre los efectos del café y de otros energizantes, con los cuales experimentaba en su propio organismo. En esta obra dedicaba un capítulo al café, que consumía en cantidades ingentes desde hacía casi veinte años, dejando claro cómo el café estimulaba su creatividad e influía en su rutina de trabajo: "El café acaricia la boca y la garganta y pone todas las fuerzas en movimiento: las ideas se precipitan como batallones en un gran ejército de batalla, el combate empieza, los recuerdos se despliegan como un estandarte. La caballería ligera de las comparaciones se lanza a una soberbia galopada, la artillería de la lógica avanza con sus razonamientos y sus encadenamientos impecables. Las frases ingeniosas parten como balas certeras. Los personajes toman forma y se destacan. La pluma se desliza por el papel, el combate, la lucha, llega a una violencia extrema y luego muere bajo un mar de tinta negro como un auténtico campo de batalla que se oscurece en una nube de pólvora". En el mismo texto, por el contrario, critica el té, afirmando que su consumo provoca "la palidez de las señoritas" y "las hipocresías y los chismes ingleses", y el alcohol, el tabaco y el chocolate, que merman la capacidad de la virtud suprema, la voluntad. 

En el Tratado, Balzac reconoce que el café no funciona igual en todos: "en algunas naturalezas débiles, el café produce una inofensiva congestión en el cerebro; en lugar de sentirse con energía, estas personas experimentan somnolencia y dicen que el café las adormece". Entiende que el café le permite permanecer más tiempo despierto y por ello abusa de esta bebida, tanto más cuanto dice beberla así: "descubrí un método horrible y cruel, que aconsejo sólo a los hombres de excesivo vigor, de pelo negro y duro, piel mezclada de ocre y bermellón, manos cuadradas, piernas en forma, balaustradas como las de la plaza Luis XV: se trata del empleo de café molido, triturado, frío y anhidro (palabra química que significa poca agua o sin agua) tomado en ayunas. Este café cae en tu estómago que, como sabes por Brillat-Savarin, es un saco aterciopelado por dentro y lleno de ventosas y papilas gustativas; no encuentra nada allí, ataca este delicado y voluptuoso revestimiento (...) Aconsejé esta bebida así tomada a uno de mis amigos que tenía absolutas ganas de hacer un trabajo prometido para el día siguiente: pensó que estaba envenenado, volvió a la cama, se quedó en la cama como una novia. Era alto, rubio, con el pelo escaso, un delgado estómago de papel maché. Hubo una falta de observación de mi parte". Balzac comenzó bebiendo café turco muy espeso (su favorito), pero cuando ya no le estimulaba lo suficiente, pasó a tragar directamente los granos de café con el estómago vacío.

Siguiendo a Signes, a Nebel y a Núñez, el 20 de mayo de 1839, celebrando su 40 cumpleaños y la publicación de Tratado sobre los estimulantes modernos, Balzac estrenó su propia mezcla de café, que bautizó 'Honoré de Balzac, Paris 1839'. La biografía de Léon Gozlan, titulada Balzac en zapatillas (1862), detalla: "el café estaba compuesto por tres tipos de granos: borbón, martinica y moca". La afirmación está respaldada por varias facturas conservadas en la Colección Lovenjoul, en particular una de 1832 que abarca un período de ocho meses, a nombre de Monsieur Le Baron de Balzac, y que menciona con frecuencia la compra de café de Martinica, Moca de Yemen y Borbón. 

En 1828, el 'Código Gourmand', publicado por su amigo el periodista, historiador y editor, Horace Raisson, recomendaba una mezcla compuesta por una parte de Martinica Verde, una parte de Borbón y una parte de Moca. 

En el mismo período, el Gastrónomo francés, editado por el propio Honoré de Balzac, publicaba: "Después de realizar nuestros propios experimentos de cientos de maneras, finalmente hemos establecido el siguiente método, que presentamos oficialmente: tostamos por separado, nosotros mismos, una parte de granos Martinica Verde, una parte de Borbón y otra de Moca". Edmond Werdet, editor de Balzac durante casi dos años, también describió así los cafés de los que se componía el café de Balzac. Muchas obras cantaron las alabanzas de la mezcla de Balzac.  En 1846, el Manual del Aficionado al Café, que se consagró como un referente en lo que se refiere al café, recomendaba la mezcla de estos tres mismos cafés en las mismas proporciones.

Balzac cada noche, siguiendo un meticuloso ritual para evitar cualquier distracción, apelaba al 'café-inspiración, hecho según la mezcla' para estimular su genio. Lo tomaba sin azúcar. Sin el café, escribió varias veces, no podría crear. Toda su energía estaba así dedicada a su trabajo literario.

Durante los últimos años de su vida, casi recluido en su casa parisina de Auteuil, el autor no confiaba a nadie hacer su mezcla. Recorría todo París en busca de los mejores cafés, cada una de las tres variedades de su mezcla las adquiría de suministradores diferentes y las combinaba en proporciones variables de acuerdo a las horas del día y a las necesidades de escritura. Se encargaba él mismo de preparar la cocción, que hervía durante horas hasta obtener un concentrado de cafeína capaz de hacerle resistir toda la noche. "El petróleo espeso que siempre pondría en movimiento esta fantástica máquina de trabajo" -en expresión de Stefan Zweig en su biografía de Balzac-, el café, le daba fuerzas para seguir.

El castillo de Saché fue otra de las viviendas del escritor francés. Construido en el siglo XVI cerca de Tours, su ciudad natal, hoy en él hay un museo balzaquiano. Su dormitorio se conserva intacto, como la sala de trabajo donde escribió parte de La comedia humana. El castillo fue adquirido por Jean de Margonne, amante de la madre de Balzac y padre de su hijo más joven, Henry. El escritor pasaría largos períodos allí, fuera de su turbulenta vida en París.

Para mantener su intenso ritmo de trabajo, Balzac bebe mucho café que trae de París porque le parece detestable el café que se sirve en Saché: "Los días no son lo suficientemente largos para mí. Trabajo desde las 5 de la mañana hasta la cena. Tomo a las 7 un huevo y media taza, pero ¡oh L'obligeois (la tienda donde compraba su café en París)! ¿dónde estás? no tengo grandes inspiraciones con este café" (carta a su madre desde Saché, 13 de junio de 1832).

Aunque Balzac reconoce que a veces el café le hace mal. Como escribe en su Tratado, "el estado en que te toma el café con el estómago vacío produce una especie de vivacidad nerviosa que se asemeja a la ira: el verbo se eleva, los gestos expresan una impaciencia enfermiza; queremos que todo vaya como trotan las ideas; somos bracos, furiosos por nimiedades; llegamos a ese carácter variable del poeta tan acusado por los tenderos; prestamos a los demás la lucidez que disfrutamos. Un hombre de inteligencia debe entonces tener mucho cuidado de no mostrarse o permitir que se le acerque. Descubrí este singular estado por ciertas casualidades que me hicieron perder sin trabajo la exaltación que me procuraba. Amigos, con los que estuve en el campo (pudo ser en Saché), me vieron hosco y discutidor, de mala fe en la discusión. Al día siguiente, reconocí mis errores y buscamos la causa".

Cuando Balzac, cinco años antes de su muerte, padece síntomas del agotamiento físico, escribe: "Mi naturaleza se niega a seguir. Descansa. Ya no reacciona al café. He trasegado torrentes enteros para terminar Modeste Mignon. Era lo mismo que si bebiera agua". Él mismo reconocía que su cuerpo estaba envenenado por el café, y su médico y amigo, el doctor Necquart, señalaba los excesos como el origen de la cardiopatía que acabaría matándole a los 51 años.

La adicción y el abuso de la cafeína han sido señalados por muchos estudiosos como una causa del debilitamiento de salud del escritor. El médico forense Philippe Charlier estudió documentos médicos contemporáneos de Balzac, que mostraban "la alteración profunda y progresiva del estado fisiológico del paciente mientras consumía café", pero también "el desarrollo de una insuficiencia cardíaca ligada al consumo de cafeína, daño renal, edema que se va instalando paulatinamente y fallo multiorgánico". 

'Café Balzac' hoy es una franquicia internacional. También hay restaurantes y cafés 'Rastignac' -el protagonista de su novela Las ilusiones perdidas- y varios restaurantes parisinos aún se benefician de la publicidad que les hizo Balzac en sus novelas (en ocasiones como pago de comidas con las que celebraba terminar una obra).

Quienes tuvieron el privilegio de ser invitados a la ceremonia del café de Balzac, guardaron siempre el recuerdo. El autor escribe: "dejar agua hirviendo, especialmente por mucho tiempo, en contacto con el café, es herejía; prepararlo con agua de orujo es someter el estómago y los órganos al curtido. El café tiene más virtud por infusión fría que por infusión de agua hirviendo".

Durante la composición de La Comedia humana, Balzac habría ingerido entre 17 y 25 tazas al día, aunque algunos hablan de que algunos días podía llegar a 50. Por cada obra que escribió, consumió en promedio 251 litros de café, unas 2090 tazas.

La tostadora de café Max Cafés, una empresa local, ha recreado el café de Balzac a partir de tres cafés idénticos a los descritos por el escritor. Está a la venta en la tienda del castillo de Saché y en establecimientos de la región. Todo con moderación sin duda permite un auténtico disfrute.

 

Fotografías: Gabriela Torregrosa

 

 

 

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