Caperucita en Manhattan

El punto de vista de Ágreda, colaborador de TRIBUNA, sobre la obra que se puedo ver en la sala LAVA de Valladolid

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Caperucita en Manhattan
Caperucita en Manhattan. Nacho Carretero.
Ágreda L.M.
Ágreda L.M.
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Le preguntaron el otro día a Ricardo Darín que qué veía en los ojos de los jóvenes actores y actrices, y respondió que veía todo tipo de cosas. Gente preparada e interesada. Y los hay arrogantes, con cierta soberbia. Los que me gustan, decía, son los que están dispuestos a correr riesgos e intentar aprender.

Viendo a Carolina Yuste esta noche en la Sala Concha Velasco del LAVA en Caperucita en Manhattan me da a mí que es de las actrices arrogantes, con cierta soberbia que pisa los escenarios españoles. Su interpretación de Sara Allen no tiene ni "chicha, ni limoná" para decirlo rápido. Atropellada en las frases y pisando los textos de sus compañeras de reparto, no tuvo su noche. Un poco de contención y menos improvisación no le vendría mal.

No me acabó de convencer la adaptación que ha hecho la directora y dramaturga Lucía Miranda. Se permite muchas licencias en la obra de Carmen Martín Gaite (Salamanca,1925-Madrid, 2000) que me resultan difíciles de digerir. Una escritora de prestigio, brillante y más interesante de las letras hispánicas con obras tan imprescindibles como El cuarto de atrás o Nubosidad variable, necesita un lenguaje un tanto especial que aquí no aparece por ningún lado. Y un poco menos de ruido.

La atmósfera de la obra también me pareció bastante anodina, para no andarme con rodeos. Eso de que cada actriz haga la guerra por cuenta y que cuerpos y voces culebreen por el escenario en busca de su escenita hay que corregirlo. Esta obra lo que necesita es un lenguaje más preciso y menos de serie de tv tirando a tertuliano.

El equilibrio y la flexibilidad que se le presupone a Caperucita en Manhattan brilla por su ausencia. Ese punto gamberro que tanto ha gustado a Raquel Vidales, crítica cultural del diario El País a mí me ha aburrido soberanamente.

Y eso que la obra cuenta con un excelente reparto: Mamen García, Miriam Montilla, Carmen Navarro, la mencionada Carolina Yuste, Mar Calvo y el contrabajista Marcel Mihok convincente con el contrabajo y anodino cuando tomaba la palabra. A parte que la obra se hace demasiado larga y esos asientos de la Sala Concha Velasco cuando pasas más de una hora sentado en ellos se convierten en un potro de tortura de la Inquisición.

Y si la obra cuenta con un reparto que funciona, ¿por qué me aburrí como una ostra? Quizá no ayude el tono, el ritmo a trompicones, o la elocución de los intérpretes que se les oía en la Plaza España.

La Sala Concha Velasco llena hasta la bandera aplaudió a rabiar a los artistas y a Lucia Miranda al acabar el espectáculo. ¿De verdad que estuviste viendo en el LAVA Caperucita en Manhattan?

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