Alejandro Delgado (Valladolid, 1944) es un vallisoletano que merece la pena conocer. Desprende una sabiduría envidiable después de pasar por varios centros educativos como profesor y orientador. De hecho, cuando se jubiló, obligado por sus trastornos psiquiátricos que sufre "desde que nació" debido a un "parto complicado", no cejó en su empeño de poner en marcha sus particulares "estrategias didácticas" en colectivos necesitados, en los que daba clase "a gente de todo tipo". 

A partir de ese momento, y con el Párkinson en su vida, tuvo que dar, por desgracia, un paso a un lado. Es más, según relata en una entrevista que concede a TRIBUNA, la enfermedad "fue empeorando" con el paso del tiempo hasta el punto de que ya "no era un problema de psiquiatría, sino de neurología". "El neurólogo me dijo que tenía indicios de Párkinson. Me costó mucho trabajo que alguien me tratase al principio porque el especialista que me lo dijo, se jubiló. Cada seis meses o cuando creen conveniente me mandan ir al centro hospitalario del Campo Grande, donde sigo luchando contra la enfermedad", explicó.

Aun así, se considera "una persona vitalista y, sobre todo, un amigo de la vida", que lo único que le preocupa es que no pueda hacer todo lo que quiere. Tanto es así que, aunque le recomendaron "andar y leer mucho", pretendía escribir, pero tuvo que abandonar dicha aventura, a la que no descarta volver gracias a la ayuda de los profesionales de la Residencia de Ancianos Vitalia, donde, por ejemplo, pasa dos días con la logopegada Alicia, otros tantos con los terapeutas Raquel y María José y los tres restantes con los fisioterapeutas Moisés y Celia. 

"Las personas que me cuidan están contentos conmigo porque me porto bien. Hay otras personas que están en la residencia que no le apetecen hacer las cosas que hago yo, y lo respeto, pero no lo comparto. Como de todo, estoy acostumbrado a eso. Lo único que no me gusta son las sopas de ajo, los callos y las sardinas. Soy consciente de que ya de joven he tenido dificultades y gracias a mis amigos pude lidiarlas. Eso sí, como se casaron, me quedé solo", lamenta.

Sin embargo, dio un paso al frente y la docencia le ayudó a sacar diferentes situaciones adelante. Es más, se acuerda todavía de sus primeros pasos en el CEIP Miguel de Cervantes, en el CEIP Pablo Picasso, o en el CEIP Antonio Allué Morer: "Me dijeron que tenía capacidades para enseñar, pero al ser una carrera tan intelectual, mis trastornos psicológicos dificultaban el aprendizaje. Eso sí, a mí lo que me interesaba es la estrategia para poder enseñar. Es decir, una estrategia que le sirva al profesor para dar las clases. He dado clases particulares e, incluso, me centré en el ámbito científico porque me gustaba más que el resto de modalidades".

Afortunadamente, desde que llegó a Vitalia, Delgado ha mejorado mucho. Hace dos años no podía andar y tenía que utilizar la silla de ruedas para desplazarse. Ahora, en 2025, convive con un andador y va a por él cuando se levanta sin necesidad de que alguien le ayude. "Procuro participar en todas las actividades y en los debates que organizamos", explica un varón que ya está pensando en su próximo proyecto para sorprender a los empleados de la residencia, a los cuales les regaló las pasadas navidades una felicitación personalizada que cautivó no solo a los que le rodean, sino a los que, desde este viernes, no le olvidaremos.