Se trata de visibilizar la labor de la mujer en el campo en un evento en el que participará la consejera de Agricultura, María González Corral
Ni casas ni agua
Los que ya tenemos unos años recordamos un programa, de cuando tele no había más que una, llamado 'Todo es posible en domingo', que presentaban Marisa Medina, Kiko Ledgard y Tico Medina. Por eso no nos puede extrañar que un domingo pueda pasar cualquier cosa, suceder lo inesperado y presenciar milagros. Para eso es el día del Señor. Y así ocurrió el domingo pasado, cuando pudimos ver y escuchar, en una de las muchas teles de las que ahora disfrutamos, a Yolanda admitir que "en este país hay mucha gente que lo pasa muy mal" e incluso que "hay gente en el paro". Creo que se refería a España.
La verdad es que, durante la entrevista, el razonamiento de Yolanda no era fácil de seguir y, a veces, oyéndola me saltaba algún fusible en la cabeza. Como cuando manifestaba su gran admiración por Sánchez, al que le tiene, aseguró, "mucho cariño", pese a que como todo el mundo sabe "claro que es machista". Decía cosas Yolanda para después añadir "y esto no quiere decir nada, sino todo lo contrario". Confieso que después de casi hora y media, no conseguí entender qué planes tiene para su partido, para el espacio al que ella representa o para el país que aspira a presidir, salvo que le gustaría cambiar a Felipe VI por Iñaki Gabilondo.
Y también que estaba muy cabreada con Pablo Iglesias por haberla nombrado a dedo. Igual de a dedo que se ha nombrado a sí misma candidata de Sumar a la presidencia. Aunque luego asegura que "por supuesto que habrá primarias". Se supone que para decidir dónde se colocan los demás, porque lo suyo ya lo ha decidido ella. De todo esto podemos deducir que es más partidaria de su dedo que del de Pablo, pero poco más. No nos aclaró siquiera si en mayo piensa votar a Mónica y madre, que sigue cobrando el bono energético ese que no sabía que cobraba y al que prometió renunciar, o a la candidata de Podemos en Madrid, cuyo nombre no conocía ni el entrevistador, un tipo habitualmente bien informado sobre lo que se cuece a la izquierda del tablero. Pero Yolanda prometió que nos enseñará la papeleta antes de introducirla en la urna, "como siempre".
Decía Cecil B. DeMille que las películas debían "comenzar con un terremoto y luego ir a más", y así ha ocurrido esta semana. El presidente ha conseguido reducir el milagro de Yolanda a un simple preámbulo. Porque para milagros los que va a obrar él, que en menos de un mes nos va a arreglar lo de los alquileres y la compra de pisos. Primero ha llegado a un pacto con ERC y con Bildu, "si quiere se lo repito veinte veces", para aprobar una ley de vivienda que "hará que sea un derecho y no un problema". Y luego nos ha prometido que va a poner a nuestra disposición primero 50.000 viviendas y, al día siguiente otras 43.000, que si no quieres té, toma dos tazas.
La ley, que por si alguien tenía alguna duda es "una conquista histórica", es para empezar, lo que los juristas llaman una ley volitiva, que son esas leyes que expresan una voluntad sin velar por su realización. Su objetivo no es regular nada, sino manifestar una idea, en este caso una ocurrencia. Como explica el catedrático de Derecho Constitucional Eloy García, estas leyes "ponen el acento en un querer superlativo, no en un obrar factible". Explica el catedrático que esta ley "por no tener no tiene ni siquiera un programa normativo. Tanto es así que quienes se oponen a ella ni siquiera van a tener que molestarse en derogarla, porque no es nada. Normativamente hablando, es un acto de Onán y nunca producirá un fruto".
Igual que la del 'sí es sí', esta ley no pretende solucionar un problema, sino enviar un mensaje. Luego vendrán "los efectos indeseados". Los expertos de verdad, los que saben algo del mercado inmobiliario, ya han señalado varios. Por ejemplo, que la ley fija la revisión anual de los alquileres en el 2% para este año, el 3% el que viene y un nuevo indicador, que de momento no está establecido, a partir de 2025, pero que en todo caso "será inferior al IPC". Si las comunidades autónomas, con las que el Gobierno no ha negociado la ley, porque lo ha hecho con Otegui y con Rufián, y que son las que tienen las competencias en este asunto, decidieran aplicar este criterio, el resultado sería desastroso.
Todos los procesos de construcción para promover viviendas protegidas y de alquiler asequible de las administraciones públicas, desde el Ayuntamiento de la reimputada Colau hasta la Comunidad de Madrid y la Generalitat Valenciana, son fórmulas de colaboración público-privada. Las administraciones ceden suelo para que los promotores privados edifiquen y gestionen las viviendas en concesión durante un periodo de tiempo. Además de los problemas con las promociones que ya están en marcha, ninguna empresa en su sano juicio ofertará a las nuevas sin saber cuál será el nuevo indicador, que no se conocerá hasta finales de 2024. Así que durante dos años se va a paralizar la construcción de viviendas sociales y luego, ya veremos.
Respecto a las nuevas viviendas prometidas, no sé yo que valor electoral creen los bolaños y los asesores que puede tener a estas alturas una promesa del presidente. Pero sospecho que no mucho. Es más un intento de que se hable de otras cosas, a ver si por fin nos olvidamos de la ley del 'sí es sí', que al fin y al cabo, Sánchez ya ha pedido perdón a las mujeres a las que tanto defiende. Lo de las 50.000 viviendas de la Sareb, que están ocupadas, en ruinas, sin construir o edificadas en lugares ignotos, fue un truño que no se sostuvo ni unas horas, las que tardaron los que entienden un poco de esto en explicarnos el despropósito.
Así que al día siguiente Sánchez dobló la apuesta y se sacó de la manga otras 43.000, que va a construir no sabemos dónde, con un crédito ICO de 4.000 millones. Salen a 93.000 euros por vivienda, con los que hay que pagar el suelo, hacer las conducciones de agua, luz y gas, construir los accesos, edificar las casas y pagar tasas e impuestos. Y luego, ya si eso, pues ponerlas a disposición de esa clase media y trabajadora, a la que tanto cuida nuestro presidente, para que las puedan alquilar a un precio asequible. Es una apuesta arriesgada, pero si lo pensamos bien, se queda por detrás de la que hizo aquel ministro tan simpático, de nombre José Luis y de apellido Ábalos, que en 2021 prometió 100.000 y a día de hoy...
Lo mismo que con estas promesas de las casas nos pasa con el agua. En Doñana el Gobierno firmó y aprobó también en 2021 un plan de obras hidráulicas para aportar agua al acuífero y a los regantes de la Corona Norte desde la excedentaria cuenca del Tinto, Odiel y Piedras. Y como de las casas de Ábalos, todavía no hay noticias de que nadie haya puesto ni un ladrillo. Así, estamos sin casas y sin agua, en Doñana y en toda España, pero llenos de promesas y de ataques a la oposición. Zapatero se cargó un plan hidrológico, con trasvases e infraestructuras y nos colocó unas desaladoras cuya utilidad y eficacia ya estamos comprobando. Ahora Sánchez, que lleva cuatro años derribando presas y azudes, lo fía todo a construir un parque de casas milagrosas, a reducir las duchas y a acabar con los regadíos. Mientras, otros hacen de prometer un parque acuático el eje principal de su campaña.
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