La muestra discurrirá hasta final de año, renovándose en la tercera semana de cada mes
Alento de Antonio Najarro
La crónica cultural de Ágreda de este jueves en TRIBUNA
El privilegio del espectador es ver por primera vez. Se podrá creer que a estas alturas de la "película" esa cosa ya no es posible. Error. Es posible. El espectador que esta noche ha acudido al Teatro Calderón de Valladolid para ver Alento de la Compañía Antonio Najarro está a punto de descubrir la emoción. Hemos visto bailar miles de veces, pero como esta noche pocas. Y luego, la música en directo de Fernando Egozcue ha creado la atmósfera precisa para que el público se sintiera "como pez en el agua".
A la persona que no le gusta el flamenco tiene que ser consciente, como diría Boswell, de una inferioridad. Esta noche a los que nos gusta el flamenco somos conscientes de un privilegio. Y de un privilegio muy alto. Porque los bailarines de Najarro son leales a la máxima: da todo y recibirás todo. Bendito sea Najarro capaz de imprimir en su espectáculo todo un mundo de emociones y sueños que entran a raudales por los ojos de los espectadores que miran, escuchan y sienten embelesados todo lo sucede en el escenario.
Querido lector, si tienes la oportunidad no te prives de ir a ver Alento. No te prives de la felicidad que vas a sentir viéndolo. Porque Alento es capaz de hacerte olvidar la hora de la cena, del desayuno y la de la comida. Y te dan ganas cuando llegas a casa de ponerte el traje de flamenco y echar un baile a la luna.
Alento tiene dosis extra de belleza y orden. Qué tiralíneas realizan los bailarines, que movimientos de brazos y manos, ¡madre mía!?. Que Najarro es una "enamorao" del flamenco nadie lo discute. Su obra, por decirlo pronto y en la mano que diría el maestro Antoñete hace un efecto placentero en el espectador que dura días, no hace falta tener unos conocimientos especiales sobre el baile y el cante, solo hace falta sentir, sentirse feliz escuchando la guitarra de ese monstruo llamado Fernando Egozcue, el piano de Laura Pedreira, el violín de Tomás Portirón, el contrabajo de Miguel Rodríguez y la percusión de Martín Bruhn.
Un aire de felicidad recorre Alento que cala al espectador hasta los huesos. Un regalo para el espectador por su verdad tersa y flamenca y sobre cuantísimo talento de todos los que pisan esta noche las tablas del Teatro Calderón. La escenografía, la luz, el sonido? esta noche todo cuadra? a los dos minutos ya está metido dentro de Alento y ya no quieres salir.
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