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La calle Panaderos, de un paraíso comercial a un eje que reclama impulso
Responsables de varios negocios denuncian la situación actual y coinciden en que ha ido empeorando con el paso de los años
La calle Panaderos, antaño uno de los ejes comerciales más vivos de Valladolid, atraviesa en la actualidad una de las etapas más delicadas de su historia reciente. Lo cuentan, con una mezcla de resignación, preocupación y orgullo profesional, varios de los negocios que aún resisten en esta vía donde, según coinciden, "cada vez quedan menos" y "más de la mitad de los locales están cerrados". En 2023, por ejemplo, según ha podido saber TRIBUNA, 19 de estos últimos estaban vacíos, una situación que apenas ha cambiado dos años después, tal y como exponen los afectados a este medio.
Sus testimonios dibujan un diagnóstico compartido: la pérdida de comercio tradicional, la irrupción del comercio 'online', el impacto de las grandes superficies, la falta de relevo generacional y las consecuencias de unas obras -especialmente las del túnel de Panaderos- que, lejos de revitalizar la zona, han terminado por agravar el deterioro.
"Si no llegamos a reinventarnos, hubiésemos cerrado"
Carlos Izquierdo, al frente de UPI Valladolid desde hace una década en la calle Panaderos, resume la trayectoria de muchos comercios de la vía. Llegó a la zona cuando ya empezaban a cerrar las tiendas de su entorno, y hoy, dice, la situación es similar.
Su negocio, inicialmente dedicado a arreglos informáticos para vecinos, tuvo que reorientarse hacia clientes nacionales para poder sobrevivir. "Cada vez viene menos gente. No es cuestión de precio, es comodidad: la gente gestiona todo por Internet", lamenta.
Asegura, además, que la calle ha cambiado un 30%, al que se suma otro 40% de comercios que están a punto de jubilarse sin relevo a la vista. "La mitad de los locales están cerrados", señala. Y nadie se atreve a abrir: "Aquí solo funcionan arreglos o servicios. Sin eso, cierras".
Las obras del túnel fueron, para él, un golpe decisivo. "Nos dejaron tirados. Abrían pasos al final de la calle, pero no aquí. Nadie pasaba". Aunque reconoce que el Mercado de El Campillo aporta vida, admite que la mayoría de comerciantes van "por libre" y nadie ha pedido ayudas al actual equipo de Gobierno, que sí que las concedió en Gamazo.
"Cada vez que abrimos y vemos cómo está la zona, nos entristece"
El caso de Pedro Pascual, socio de la peluquería Pedro y Jorge, es uno de los más longevos: ambos cumplirán el próximo 7 de enero 40 años desde que abrieron las puertas en Panaderos. Su relato contrasta la buena evolución de la peluquería con el declive del entorno.
"El negocio ha ido de menos a más, justo al revés que la calle", explica. El cierre progresivo de establecimientos les ha afectado. "Cada vez que abrimos y vemos cómo está la zona, nos entristece. Cuando llegamos, todos los locales estaban ocupados. Ahora quedan menos de media docena".
Las obras del túnel, dice, fueron "la puntilla": generaron pérdidas económicas (algunos locales pidieron compensaciones, pero no se las concedieron), redujeron entre 60 y 70 plazas de aparcamiento y no lograron reactivar la calle. "Pensamos que iba a ayudar, pero al no cerrar el túnel de Labradores, el tráfico se reparte y no beneficia a nadie", confiesa.
Pascual insiste en la necesidad de dinamizar la zona y reclama más aparcamiento como medida urgente sin responsabilizar solo al Ayuntamiento, ya que el anterior equipo de Gobierno, para él, también tiene culpa.
"Negocios llaman a negocios, y aquí cada vez quedan menos"
Juan Antonio Aragón, gerente de Ortopedia Geratec, lleva 30 años en el sector y 28 en Panaderos. Recuerda la calle "a rebosar", con todos los locales abiertos. Ahora, denuncia, que más de la mitad de los locales están vacíos.
Eso sí, comparte, como Pedro, el impacto negativo de las obras del túnel "Antes teníamos dos carriles, uno de entrada y otro de salida. Ahora solo dos de salida. ¿El túnel es bonito? Sí. ¿Funcional? No".
Su negocio, muy dependiente del acceso directo, sufre afecciones por la falta de plazas para personas con movilidad reducida y la ausencia de una habilitada para carga y descarga. "Las sillas que vendemos pesan 100 kilos. No podemos desplazar esto tan fácilmente", apunta.
Aunque el local mantiene su atractivo y sigue siendo una referencia, la escasa afluencia se nota. Las ayudas municipales, asegura, tampoco influyen: "Las dieron en la pandemia, pero no habido más".
"Es muy triste pasear por la ciudad sin comercio"
Tras 16 años en Panaderos, Calzados Lobo afronta su cierre por jubilación. Su gerente, Ana Calzada, hace un balance positivo en cuanto a su negocio, pero negativo en cuanto a la evolución de la zona: "La calle ha cambiado mucho. Cuando llegamos había negocios por todas partes. Ahora somos de los más antiguos".
La tristeza, asegura, no solo cobra protagonismo en Panaderos: "Es muy triste pasear por la ciudad sin comercio". Y aunque cree que la situación puede revertirse, ve "casi imposible" recuperar todos los locales, algunos ya convertidos en pisos turísticos: "Eso no aporta vida ni luz a las calles".
En cualquier caso, el comercio 'online' y la irrupción de Río Shopping han sido un golpe difícil de contrarrestar: "La gente se prueba, pasea... pero no compra". A eso se suman las obras del túnel que tampoco ayudaron.
Aun así, la tienda sigue "viva" y la gerente agradece a los clientes la confianza depositada. Por esa razón, confía en que alguien tome el relevo del local y mantenga la "esencia" del negocio.
"Era inevitable, los pequeños comercios están desapareciendo"
La última voz, la de Beatriz Rodríguez, gerente de Olid Servicios y directora del Centro de Día Valle Olid, aporta una visión global del comercio tradicional vallisoletano. Para ella, lo que ocurre en Panaderos es parte de una tendencia generalizada: "Las tiendas de toda la vida están desapareciendo. Era inevitable". Responsabiliza de ello a las grandes superficies y a las cadenas alimenticias como factores decisivos, junto a la falta de relevo generacional.
Antes pescadera, cambió de actividad al ver cómo evolucionaba el sector. "Hoy no hay jóvenes que quieran emprender en ciertos oficios", asegura. Y aunque hay locales disponibles, afirma que nadie se atreve a apostar por ellos en Panaderos.
Lamenta, por último, la desaparición de herramientas que antes facilitaban la creación de negocios, como la ventanilla única, "herramienta muy importante para superar el miedo a la burocracia".
Un futuro incierto, pero no perdido
Pese al tono general de desánimo, todos coinciden en que la situación es reversible si se actúa de forma decidida: más apoyo al emprendimiento, mejores accesos, incentivos al alquiler de locales, ayuda real durante las obras, sean las que sean, y una planificación urbana que devuelva vida a las calles.
El concejal de Comercio, Mercados, y Consumo del Ayuntamiento, Víctor Martín, analiza, en declaraciones a TRIBUNA, la situación de la calle y da las claves para mantener la esperanza: "Las obras del túnel de Labradores y el de Panaderos han afectado negativamente a la actividad comercial de la zona, muy en particular en la calle Panaderos en el tramo entre Nicolás Salmerón y la calle Estación".
De hecho, el edil cree que el soterramiento ejercería de aliado. "Panaderos es una calle que, con soterramiento, estaría llamada a ser un eje vital de conexión entre Delicias y Plaza de España. No obstante, con las próximas obras de remodelación del Mercado El Campillo y una vez que parece que por fin se vislumbra el final del ya 'histórico' andamio sobre el edificio de viviendas en Caño Argales que tanto incomoda al paso de peatones, la calle recuperará atractivo y por lo tanto potencial comercial", sentencia.
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