Eduardo Cuevas y María José Souto fueron enviados junto a sus tres hijos para dar testimonio de familia cristiana
Una familia vallisoletana dedica 16 años a evangelizar en Irlanda: "No es solo para sacerdotes o religiosos"
Eduardo Cuevas y María José Souto fueron enviados junto a sus tres hijos para dar testimonio de familia cristiana
Valladolid sigue siendo una tierra de fe viva y compromiso misionero. Actualmente, según los datos de Obras Misionales Pontificias (OMP), 126 vallisoletanos llevan la palabra del Evangelio a 39 países del mundo, principalmente en África, Asia y América del Sur. Entre ellos hay 67 hombres y 59 mujeres, la mayoría pertenecientes a órdenes religiosas, aunque también existen seis familias que, junto a sus hijos, se han puesto al servicio de la Iglesia para anunciar el Evangelio allí donde más se necesita.
Una de esas familias es la formada por Eduardo Cuevas y María José Souto, que hace 16 años fueron enviados de misión a Irlanda, acompañados de sus tres hijos, allí nacería el cuarto. Durante todos esos años se dedicaron, según cuentan, a dar testimonio de familia cristiana en un país donde la práctica religiosa ha ido perdiendo fuerza en las últimas décadas.
"Nos encomendaron llevar a Jesucristo allí donde no se ve o se desvanece", explica María José. Juntos trabajaron impartiendo catequesis de adultos, acompañando comunidades y poniéndose "a disposición de la Iglesia y del Camino Neocatecumenal para lo que fuera necesario". Fueron años de entrega total, vividos con intensidad y confianza. "Han sido 16 años muy intensos", recuerda Eduardo, "pero también llenos de alegría y crecimiento en la fe".
Durante todo este tiempo, la familia se sintió sostenida por la comunidad vallisoletana. "La Iglesia de Valladolid ha provisto todos los días para nosotros, tanto en oraciones como económicamente", agradece Eduardo, que reconoce que el apoyo constante de su diócesis fue fundamental para poder mantenerse en la misión.
Hace exactamente un año regresaron a Valladolid, cerrando una etapa que marcó sus vidas. Hoy, ya de vuelta, miran con emoción cómo su testimonio ha dado fruto: uno de sus hijos, Alejandro, ha decidido seguir sus pasos. "Ha sido enviado a Finlandia, donde está contento, ayudando a un grupo de misioneros al lado de la frontera con Rusia", cuenta con orgullo su padre.
A las puertas del DOMUND, Eduardo aprovecha para animar a otras familias a abrirse a esta vocación misionera. "La misión no es solo para sacerdotes o religiosos. También las familias pueden llevar el amor de Dios allí donde más falta hace", afirma convencido.
Mientras tanto, Valladolid sigue dejando su huella en los cinco continentes. Venezuela, con 11 misioneros, es el país donde hay una mayor presencia vallisoletana por segundo año consecutivo, seguida de Italia (10), Brasil y México (9 cada uno), Perú (8), donde ejerció su episcopado León XIV antes de ser elegido Papa, Chile (7) y Argentina y Ecuador (6).
Pero más allá de las cifras, historias como la de los Cuevas Souto ponen rostro humano a esa labor silenciosa que tantas veces pasa desapercibida. Su ejemplo demuestra que la fe vivida en familia puede convertirse en una auténtica misión, capaz de cruzar fronteras y encender nuevas vocaciones.
"Dios siempre ha estado con nosotros", resume María José. Y hoy, de vuelta en su tierra, su testimonio continúa recordando que la misión no termina al regresar, sino que sigue viva en cada gesto, en cada palabra y, sobre todo, en cada nueva generación que decide continuar el camino.
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