Estuvo intubado dos meses en la UVI sin saber lo que pasaba a su alrededor hasta que ingresó en el centro Fundación Hospitalarias Valladolid, el cual nunca olvidará
La recuperación récord de Miguel, el vallisoletano que ganó la batalla al síndrome de Guillain-Barré
Estuvo intubado dos meses en la UVI sin saber lo que pasaba a su alrededor hasta que ingresó en el centro Fundación Hospitalarias Valladolid, el cual nunca olvidará
Miguel Jolín (Valladolid, 1987) ha vivido un año 2025 muy convulso. Es más, solo espera que el 2026 "sea normal", ya que después de convivir, de la noche a la mañana, con una enfermedad, que aún desconoce las causas y los motivos de la misma, se centra ahora en poder retomar su actividad, y no solo laboral, sino también personal. "He tenido una enfermedad, un síndrome denominado Síndrome de Guillain-Barré. Es autoinmune y jamás había escuchado su nombre. Mis amigos y mi familia… tampoco", explica a las primeras de cambio en una entrevista que concede a TRIBUNA en el interior del centro Fundación Hospitalarias Valladolid, comúnmente conocido por ser el antiguo Hospital Benito Menni. En cuestión de días, Miguel no pudo moverse de la cama, estuvo intubado en la UVI y pasó a ser una persona totalmente dependiente.
Su vida cambió en apenas 72 horas. "Me levanté un sábado a las 2.00 horas para ir al baño y vi que no pude andar. Pensé que eran agujetas y que tenía la pierna dormida, pero no eran ninguna de las dos", apuntó. A la mañana siguiente, a las 08.00, decidió ir al hospital porque se encontraba "fatal". Le diagnosticaron "estrés agudo", pero la debilidad avanzaba sin freno: "Cada vez iba peor, se me pasó a la otra pierna, el dolor alcanzó mi cintura…". Ese sábado aún caminaba, aunque con dificultad... Y el martes siguiente... ya estaba ingresado.
Un diagnóstico que llegó a tiempo
El periplo hospitalario comenzó en el Campo Grande, donde inicialmente le dijeron que todo estaba bien. "Me fui a casa, pero durante toda la tarde estuve en la cama, solo me levantaba para comer y para ir al baño. Me caí al suelo por debilidad y me tuvo que ayudar mi padre", aseguró. Al día siguiente volvió al médico: "Me dieron cita para un neurólogo, pero para tres meses vista. Era demasiado tarde. Me encontré peor y decidí ir a urgencias del Clínico".
A partir de ese momento, a Miguel le hicieron "muchas pruebas". "Vinieron todo tipo de especialidades hasta que comprobaron que era el Síndrome de Guillain-Barré. Me afectó al sistema respiratorio y estuve intubado en la UVI el mismo 7 de marzo, donde permanecí un mes y 20 días sin ser consciente de lo que pasaba", sostuvo. Afortunadamente, según Miguel, no llegó a ser coma inducido.
De la UVI a la rehabilitación
El sufrimiento ha hecho que Miguel calendarizara todo lo sucedido: "Ingresé el 5 de marzo, estuve en la UVI hasta el 5 de mayo, luego en planta hasta el 19, y el 19 ingresé en el centro Fundación Hospitalarias Valladolid, donde recibí el alta el 15 de septiembre".
En este sentido, el paso por planta fue duro. "No podía levantarme ni moverme, me tenían que dar de comer, peinar, afeitar... Era una persona totalmente dependiente. Me pasaban a una silla media hora diaria y era horrible. Tenía vértigos, me dolía todo el cuerpo, perdí 17 kilos y toda la musculatura", añadió.
A pesar de ello, cada pequeño avance se convirtió en un motivo de celebración en el centro Fundación Hospitalarias Valladolid: "Para mí, mover una mano ya era un logro. Me encantaba hacerlo, al menos lo sentía".
El papel clave de los profesionales y la familia
Miguel no duda en agradecer el trabajo de todos los que le acompañaron: "Los rehabilitadores del centro han hecho un gran trabajo: los fisios, los terapeutas, incluso los familiares... Todos me ayudaron a progresar". De ahí que cite, con orgullo, las figuras de Marta, Luisma o Pablo, que han sido claves durante el proceso.
Es más, reconoce que su carácter fue un arma de doble filo. "Me considero una persona valiente, no me gusta obedecer, quería avanzar y me echaban la bronca porque no era posible". Los médicos, con el paso del tiempo, le pronosticaron que recuperaría "el 80% de la movilidad en un año, y que estaría en la UVI entre cuatro y seis meses", pero solo estuvo dos.
Una nueva vida con optimismo
Miguel, en estos momentos, continúa en rehabilitación. "Aún me queda ganar fuerza en los pies, llevo una prótesis en el pie izquierdo, pero creo que me he recuperado al 80 por ciento", asegura. Vive, de forma temporal, en casa de un amigo, pero ha recuperado su autonomía: "Ya puedo ducharme, vestirme, y cocinar. Voy tres días al Clínico y otros dos a otro centro. Tengo que ir cogiendo fuerza". En cualquier caso, el centro Fundación Hospitalarias Valladolid ocupa un lugar especial en su historia: "Era divertido venir, se respira un ambiente impresionante. Entré en camilla y salí andando".
Sobre sus objetivos, Miguel pretende ir a esquiar en febrero, y reformar tanto el local donde trabaja (Docte Consultores), como su futura casa. "Me ha ayudado mucho la positividad que he tenido en todo momento, en ningún caso he decaído. He tenido mucha suerte de todas las personas que me han ayudado. Todas las tardes tenía visitas y mi madre hizo el esfuerzo de hacerlo, a pesar de vivir en Málaga", sentencia un Miguel que, como un servidor, mantiene un espíritu fiestero que le ha hecho superar, día tras día, todas las adversidades.
El recuerdo imborrable del centro
Desde el centro FHV, el director-gerente, el doctor Ángel González, asegura, en declaraciones a TRIBUNA, que "Miguel es el caso de superación clínica que todo médico rehabilitador querría tener". "No todos los casos pueden responder igual, pero en este fueron claves la actitud y la perseverancia del paciente, junto con una intensa rehabilitación especializada y de carácter integral por parte de nuestros profesionales", reitera el responsable de un centro que ha logrado que Miguel batiera un récord en recuperación, autoestima y, sobre todo, determinación.
La marcha, que tuvo como objetivo dar visibilidad al daño cerebral adquirido (DCA), logró una recaudación cercana a los 3.000 euros
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