Capuletti por sí mismo
Tiro piedras por las calles, y al que le dé, que perdone, tengo la cabecita loca de tantas cavilaciones, yo voy por la calle tirando piedras y al que le dé que perdone… Que estuviera a esa hora de la mañana José Carlos Brasas Egido, un auténtico staretz o maestro y uno de los Comisarios de la exposición, junto a Miguel Ángel García Pérez, viendo "A Capuletti" resultó, como decirlo, que todo tuviera una mirada diferente, que la implacable e intocable belleza de la exposición se hiciera presente.
Todos los cuadros de Capuletti tienen una historia que José Carlos Brasas Egido se sabe. Durante el tiempo que duró "el paseo" por la exposición nos mecimos en los colores, en la fluidez, ligereza y resultó un placer carnal y un bálsamo para los ojos. Te paras en el cuadro de La apuesta y te entran unas ganas locas de convertirte en un ladrón profesional e ingeniarte la manera de llevártelo a casa, sin que nadie te vea y colgarlo en el salón.
Este cuadro, como la mayoría de la exposición desafían la imaginación del visitante. Sacuden levemente nuestra percepción y por un instante una tiene la sensación de haber acompañado a Capuletti en su estudio y haber compartido su mundo. Porque Capuletti es un contador de historias. Sus autorretratos, los cuadros de su mujer, Pilar y de Iris, los retratos, las naturalezas muertas, los paisajes, el erotismo, el ballet, la danza, el flamenco… representan una mirada cautiva, donde el artista cuenta y se cuenta.
Entrar en la Sala de Exposiciones del Museo de la Pasión es entrar en una especie de fabulación donde Capuletti interpreta todos los papeles. El flamenco corre por sus venas… Pa cuando yo me muera te voy a pedir un encargo… que con las trenzas de tu pelito negro me amarren las manos… pa cuando yo me muera.
Veo en Capuletti una pincelada donde la vida aparece de manera muy intensa. Siempre me ha interesado su obra. Son muchas veces variaciones del mismo cuadro, utilizando la misma pincelada, la misma paleta. En la vida suceden cosas muy extrañas. Vida y obra de Capuletti. Su obra aparece como indefensa, es Capuletti. Pero tiene para mi gusto una belleza y una fragilidad y una extraña herencia daliniana que el tiempo ha revelado con un pintor imprescindible en el panorama español e internacional.
Capuletti un explorador de la fragilidad, de los sueños oscuros, sigue siendo para los vallisoletanos, en particular, una presencia misteriosa y sombría, hasta incómoda, diría. "Toda obra, escribió Thoma Mann, es una realización fragmentaria pero completa en sí misma de nuestra individualidad" Me llamo Capuletti, como todo el mundo.
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