Inclusport: una década de Inclusión a través del balonmano (y mucho más)

Esta asociación nacida en Valladolid integra a 80 familias con personas en riesgo de exclusión social que aprenden a convivir a colaborar y a vivir a través del deporte

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Inclusport: una década de Inclusión a través del balonmano (y mucho más)
Óscar Perales, dirigiendo un partido de balonmano en silla de ruedas de Inclusport. TRIBUNA
El autor esRebeca Pasalodos Pérez
Rebeca Pasalodos Pérez
Lectura estimada: 7 min.

Allá por 2011, una lesión inesperada acabó con la carrera de un deportista de élite, sin embargo, esa fatalidad se convirtió en la chispa que encendió un ambicioso proyecto de inclusión social. Óscar Perales -exjugador del Club Balonmano Valladolid, el Ademar León y la Selección Española- encontró, en el tiempo libre que le brindó su nueva situación, una profunda reflexión sobre cómo devolver a la sociedad todo lo que el deporte le había dado. Así, junto a su compañero, el también jugador Yeray Lamariano, y más tarde con la suma de Andrea Reyes en la junta directiva, nació en Valladolid hace casi una década Inclusport, una iniciativa que ha transformado la vida de casi un centenar de familias en Valladolid y ha sembrado las semillas del balonmano en silla de ruedas a nivel nacional.

Los orígenes de un proyecto transformador

La idea inicial de Inclusport no surgió de la nada. "Yo venía del alto rendimiento, de entrenar siete horas al día, y de repente me vi con tiempo libre y muchas preguntas". Por ejemplo: "¿Cómo puedo devolver a la sociedad lo que el deporte me ha dado? ¿Cómo puedo seguir ligado a algo que amo y hacerlo útil para otros?", recuerda Perales.

Óscar y Yeray se fijaron en un proyecto existente en Madrid, liderado por el exjugador de baloncesto Fran Murcia y la Fundación Orange, que trabajaba con niños con Trastorno del Espectro Autista (TEA) a través del baloncesto. La reflexión fue inmediata y clara: ¿por qué no adaptar esa exitosa fórmula al balonmano? Aunque Óscar reconoce que el balonmano es "un pelín más complicado a la hora de enseñar que el baloncesto", la visión de usar este deporte para ayudar a chicos con TEA, quienes a menudo tienen mermadas sus habilidades sociales y les cuesta interactuar, fue poderosa ya que el deporte, precisamente, fomenta la cooperación y la coordinación.

Un puñado de chicos con autismo, un balón y muchas ganas alumbraron el inicio del proyecto con 10-12 jugadores adultos en el patio de la Asociación Autismo Valladolid. La primera toma de contacto y un par de entrenamientos fueron suficientes para que se engancharan, y muchos de ellos continúan en Inclusport hoy en día.

"Todo era ensayo y error", reconoce Perales. No existía una metodología previa para trabajar el balonmano con estas necesidades específicas, lo que llevó a anécdotas que hoy se cuentan con humor, pero que entonces fueron desafíos. Por ejemplo, los chicos con TEA no entienden la ironía ni los dobles sentidos, lo que generaba confusiones. Si se les hacía una broma como "no puedes venir en vaqueros, tienes que venir con vuestras mejores galas", algunos aparecían al día siguiente "en traje y zapatos". "Tuvimos que aprender a comunicarnos de otra manera, más directa, más clara, más humana. Tuvimos que cambiar incluso nuestra forma de entrenar". Y es que la rigidez de rutinas de algunos chicos contrastaba con la naturaleza cambiante del balonmano, un deporte que exige adaptación constante.

Beneficios, más allá de la salud

Sin embargo, estos retos diarios no hicieron más que fortalecer el propósito. Se dieron cuenta de que el deporte era una herramienta fantástica para que los chicos resolvieran problemas y se enfrentaran a situaciones cambiantes. Desarrollaron una metodología adaptable, reconociendo que "cada chico nuevo es muy diferente al chico anterior" y que "el mundo del espectro autista es infinito". El deporte se convirtió en una "excusa" para enseñarles a manejar la frustración cuando no encajan un gol, como les pasará en la vida al buscar trabajo o una relación. El deporte, en este sentido, es una herramienta para construir personas "completas" y "plenas".

Las familias, asimismo, notaban los beneficios: sus hijos mejoraban sus habilidades sociales, se sentían parte de un grupo, se ponían un chándal por primera vez. El deporte actuaba como catalizador, pero lo importante era aprender a colaborar, a formar parte de un equipo. "El balonmano es solo la excusa -explica Perales-. Nosotros entrenamos para la vida".

Inclusión universal a través del deporte

Y así, de la mano de la práctica deportiva, llegó la expansión natural gracias al "boca a boca". Lo que funcionaba con chicos con autismo podía funcionar con otras realidades. Comenzaron a llegar chicos con síndrome de Down, Prader-Willi, discapacidades físicas, trastornos de conducta, problemas de alimentación o salud mental. "Nos llamamos Inclusport, no podíamos excluir a nadie", zanja Perales. "Así que abrimos el abanico y entonces empezó la verdadera locura".

Su objetivo es dar un servicio que en Valladolid no se ofrecía de la misma forma, abriéndose a todos los colectivos y demostrando que esta "especie de cajón desastre" funciona. La prueba está en que los chicos con Síndrome de Down se llevan "genial" con los chicos con autismo, forman sus propios grupos de ocio y hasta van al cine juntos.

Hoy, Inclusport cuenta con casi 80 chicos, divididos en cuatro grupos de trabajo. Desde un grupo de iniciación con un ratio de un monitor por niño para aquellos con tetraplejia o parálisis cerebral, hasta grupos que ya compiten en la Liga Alevín de la Fundación Municipal de Deportes "de igual a igual" contra equipos convencionales. Para estos chicos, el simple hecho de jugar un partido el fin de semana y quedarse luego con los padres a tomar unas "patatas" es "una aventura" que normaliza sus vidas. Además, se les expone a una multitud de deportes aparte del balonmano, como baloncesto, fútbol, hockey, esgrima, voleibol, Ultimate Frisbee o Kin-Ball, buscando que conozcan y prueben todas las opciones deportivas de la ciudad.

El impacto va mucho más allá de la cancha. Los entrenamientos se convierten en un espacio de convivencia para las familias, que aprovechan para compartir experiencias, tratamientos, consejos, planes de ocio. La actividad no termina cuando suena el silbato: hay excursiones, talleres, equinoterapia, piraguas, convivencias. "Intentamos sacarles de su zona de confort, mostrarles otros mundos. Que se diviertan, que se enfrenten a retos, que vivan cosas nuevas", explica.

Crecimiento, también en apoyos

"Al principio nos apoyó Autismo Valladolid, con quienes conseguimos las primeras ayudas para balones, camisetas, un pabellón...", relata Perales. Desde entonces, han sumado alianzas con Down Valladolid, Aspaym, el Hospital Clínico Universitario y muchas otras entidades que ven en Inclusport una vía real de mejora para distintos colectivos. Jóvenes con conductas autolesivas, con problemas alimenticios o víctimas de exclusión social han encontrado en el deporte un espacio seguro, lúdico y terapéutico. "Aquí se sienten parte de algo. Se sienten iguales", insiste.

A pesar del éxito y la expansión, el proyecto enfrenta un reto constante: la financiación. La mayoría de su apoyo proviene de empresas privadas, como Serban. Una importante compañía tecnológica que ha decidido expandir su colaboración a perpetuidad. A este respecto, Óscar subraya la importancia de que las empresas destinen una pequeña parte de sus ganancias (incluso un 0,1%) a causas sociales inclusivas. La obtención de ayudas públicas de la Junta, Ayuntamiento o Diputación es "muy complicada", ya que a menudo no cumplen los requisitos (por ejemplo, necesitar más de 100 familias, cuando ellos están en 80). Esto crea una "pescadilla que se muerde la cola": sin dinero no se puede crecer y sin crecimiento no se accede a dinero.

Por ello, la base económica fundamental de Inclusport son los "socios simpatizantes". Con cerca de 200 socios que realizan pequeñas aportaciones anuales, Inclusport paga los seguros médicos, las instalaciones deportivas, el material, los viajes y los monitores. Esta diversificación de ingresos les da independencia y sostenibilidad. La dedicación de Óscar, Yeray y Andrea, que invierten su tiempo personal en el proyecto, es también un pilar fundamental. Han logrado no decir "no" a ninguna familia hasta ahora, a pesar de la limitación de recursos humanos y económicos.

El auge del balonmano en silla de ruedas: un fenómeno nacional

Una de las evoluciones más espectaculares de Inclusport ha sido el nacimiento y expansión del balonmano en silla de ruedas. Inicialmente, la idea de mezclar a chicos en silla de ruedas con jugadores a pie presentaba peligros. Inspirados por el baloncesto en silla de ruedas, decidieron especializarse. El mayor desafío fue el equipamiento: una silla de ruedas deportiva específica cuesta al menos 800 euros.

Lo que comenzó con 8-9 jugadores en Valladolid se convirtió en el "germen" de este deporte a nivel nacional, aunque existía un proyecto previo en Parla. Sin embargo, Óscar, junto a Richi, el seleccionador nacional, combinaron ideas y esfuerzos y pronto surgieron escuelas en Madrid, Coruña, Zaragoza, y próximamente las habrá en puntos de Cantabria, Cataluña, Sevilla, Toledo y San Sebastián.

El impacto mediático fue crucial. A pesar de una "paliza abismal" sufrida ante Portugal (actual campeón de Europa y del mundo) en su debut internacional, el partido generó gran atención. Este paso, aunque deportivamente difícil, sirvió para dar a conocer el balonmano en silla de ruedas, que poco a poco se ha ido extendiendo. Ya se ha creado una liga nacional, con lo que se ha extendido la formación de entrenadores, árbitros y clasificadores especializados para este deporte, a pesar de lo complejo de su logística: hacen falta vehículos y hoteles adaptados para los desplazamientos, pero todo con el objetivo de promover la autonomía de los chicos.

Esta sección, en particular, ha ayudado a normalizar la discapacidad para quienes no la viven de cerca. Como Óscar relata, ver a personas con amputaciones o lesiones medulares jugar y competir fomenta una comprensión y una ayuda natural, sin miradas extrañas. Es una "fórmula infinita", donde cada solución lleva a un nuevo desafío, pero siempre con la meta de integrar y habilitar a las personas a través del deporte.

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