La segunda edición del Festival Internacional de Cine Fantástico y de Terror de Valladolid (Pucela Fantástica, Pufa) arrancó este lunes, 30 de junio, con protagonismo de uno de los galardonados con el premio de honor del certamen, el ilustrador salmantino Tomás Hijo, que compareció acompañado por el cineasta Rodrigo Cortés, que será el encargado de entregarle el trofeo. Juntos, presentaron su libro 'La piedra blanda', un trabajo "único y especial", "imposible de definir", en el que han trabajado a cuatro manos durante el último lustro.

El codirector del certamen, David Pérez, fue el encargado de abrir la sesión, e invitó a los asistentes a disfrutar de "siete días de cine fantástico y de terror", en espacios como el Auditorio Fundos, sede de la sección Aquelarre, que "reúne las propuestas más independientes y arriesgadas, fuera del circuito comercial", además de algunas proyecciones especiales, como el homenaje a Juan Carlos Fresnadillo o el estreno en España de 'Tabula rasa'. Los Cines Broadway repetirán como sede principal del certamen, y a lo largo de toda la semana los espectadores acogerán 18 estrenos nacionales, tres de ellos europeos todo ello en una línea de apostar por "películas difíciles de ver en otros sitios, obras nuevas de cineastas emergentes o reconocidos, además de ofrecer actividades paralelas todos los días, junto a mesas redondas, coloquios y charlas".

Sus palabras dieron paso a un coloquio de los autores de 'La piedra blanda', tras el agradecimiento personal de Tomás Hijo por el homenaje, que confesó haber recibido como "una gran sorpresa". "Es llamativo que haya un festival tan cerca de mi casa en el que hablemos de Lovecraft, Cronenberg, que el año pasado trajo a mi gran ídolo, Javier Olivares. Dada la rivalidad secular entre las dos ciudades tener a dos salmantinos entra en el terreno de la fantasía", bromeó.

Por su parte, Rodrigo Cortés aseguró que 'La piedra blanda' surgió "de una voluntad de colaborar de forma directa, fruto del deseo de hacer algo juntos tras tiempo colaborando con menos fuste", en alusión a algunas obras del ilustrador que pueden verse en 'concursante', la ópera prima de Cortés, o en 'Escape', su último largometraje. "Queríamos hacer algo de mayor vuelo, que surgiera no solo de nuestra amistad sino de esa mutua admiración que queríamos explotar", apuntó el cineasta. 

El proyecto arrancó, según explicó, "de una forma muy bucólica", en el entorno del Tormes, donde un día mientras paseaban Cortés le propuso a su compañera "hacer un vampiro del siglo XI o algo así, que tuviera que ver con ese estilo suyo tan personal, casi medieval, de grabado al linóleo, que no ha evolucionado nada desde la xilografía secular". 

"A Tomás le gusta imaginar que es un trabajo hecho entre dos monjes del siglo XI", aseguró, señalando que él creó "un borrador inicial con un conjunto de frases que conformaban una historia y que debía inspirarle una reacción". "El guion en algunos extremos era muy definido y otras muchas veces no, era él quien cogía esa impronta y la transformaba en algo. Es seo convirtió en una especie de carta de ida y vuelta, donde él cogía esas frases y daba forma a unos bocetos, yo modificada los textos, él a continuación alteraba sus ilustraciones, y se iba construyendo poco a poco hasta conseguir un lenguaje complementario, nunca redundante", relató. 

Por su parte, Tomás hijo explicó que, como ilustrador, está "acostumbrado" a que le entreguen un texto, normalmente de autores ya fallecidos, con los que no puede tener "ningún tipo de intercambio", algo que le deja "solo ante el peligro de convertir ese texto en una sucesión de imágenes". "En este caso tenía la suerte de que el autor estaba vivo y podía hacer un juego con él de ida y vuelta", añadió, aclarando que "el texto iba y venía, se modificaba constantemente, y las ilustraciones también, siempre en la preproducción, sobre bocetos rápidos que se iban cambiando y antes de llegar al proceso de la gubia".

Fue así como fue dando forma al más de un centenar de grabados que reúne el libro, que evolucionó desde la idea inicial, de dar forma a una suerte de pliego de cordel o romance de ciego, hasta el resultado final, "un viaje del ojo por las páginas", fruto más bien de pasiones compartidas por ambos por creadores como Álvaro Cunqueiro o Luis Buñuel. En el proceso, según apuntaron, han intentado "esquivar en lo posible la literalidad y tratar de cautivar al lector a través de la resonancia y la evocación".