Teodoro Esteban, nacido en Medina de Rioseco, ha convertido su vocación temprana por la mecánica en un arte que combina tecnología, precisión y estética. Desde su juventud, vinculado al oficio de tornero mecánico que conoció de la mano de su padre, fue desarrollando una mirada creativa hacia los mecanismos. Aficionado también a la fotografía, construyó su primera máquina de revelado siendo adolescente y encontró en el mundo de la relojería una forma de expresión técnica y artística.
Del taller al museo
La exposición muestra el resultado de años de experimentación con materiales, técnicas y engranajes. Esteban comenzó construyendo relojes de madera, aunque la fricción reducía su autonomía. Con el tiempo, incorporó plásticos como el nylon y metales que mejoraron la durabilidad de sus piezas. En su evolución, también diseñó relojes de sonería —aquellos que marcan las horas con sonido— y, para mantener su autonomía sin sacrificar el diseño, incorporó mecanismos electromecánicos discretos, sin recurrir a lo electrónico.
Inspirado por el mecanismo del antiguo reloj de Santa María, actualmente expuesto en el Museo de San Francisco, y por piezas similares conservadas en lugares como el Palacio de Santa Cruz de Valladolid, Esteban ha sabido reinterpretar la relojería tradicional desde una mirada contemporánea. La energía de sus relojes procede del descenso de pesas, como dictaba la técnica clásica, y su precisión se basa en la oscilación del péndulo, cuya longitud regula el ritmo de manera natural.
Relojes que cuentan más que el tiempo
Más allá de su funcionalidad, cada reloj de Teodoro Esteban es una obra única. Su planteamiento: crear objetos que sean tanto máquinas como piezas artísticas, con diseños originales o en series muy limitadas. En su enfoque confluyen la precisión del cálculo técnico y la sensibilidad del creador, lo que convierte a sus relojes en una fusión de arte y ciencia.
La exposición también incluirá talleres educativos, especialmente dirigidos a escolares, donde Esteban mostrará cómo construir relojes de sol, compartiendo así los fundamentos de la medición del tiempo con las nuevas generaciones.
Con Ars Machinae Temporis, el Museo de San Francisco ofrece una mirada distinta al patrimonio: no solo el que se hereda, sino el que se construye con ingenio, manos y memoria.