El ritmo no decayó. A las 19:30, la plaza de Poniente acogía a la compañía belga Cie. Okidok, que sacó sonrisas con In Petto, una obra gestual que bordea el clown más clásico. Minutos después, en Portugalete, los navarros de Qabalum ofrecían una delicada pieza de danza, La medida que nos ha de dividir, cargada de simbolismo y belleza efímera.

Uno de los espectáculos más aplaudidos del día llegó de la mano de la catalana Cía Ortiga, que estrenó An-ki, una experiencia inmersiva con títeres y objetos en el patio de San Benito, con pases reducidos para grupos de tan solo 24 personas. Su propuesta, que repitió a las 22:00, conectó con el público por su sensibilidad y capacidad de crear mundos en miniatura. La iglesia de Santa María de la Antigua fue el escenario vertical para Quasimodo y Esmeralda, de los franceses Lézards Bleus, una fusión de danza y arquitectura en un espectáculo visualmente impactante.

La danza aérea y el circo se hicieron fuertes a las 20:30 con Into thin air, de los neerlandeses Panama Pictures, que llenaron la acera de Recoletos de asombro y tensión. Al mismo tiempo, en la plaza Zorrilla, los chilenos-catalanes de La Patogallina desataron energía y ritmo con Possê, un espectáculo itinerante de teatro físico y música que movilizó a todo su alrededor.

Las ruinas de la Colegiata de Santa María la Mayor fueron el telón de fondo para Iraun, una pieza breve e intensa de danza vasco-castellana, mientras que a las 21:30, la compañía franco-mexicana Cie Das Arnak ofreció uno de los momentos más impresionantes del día: Bakana, un número de suspensión capilar que dejó al público boquiabierto.

La noche fue ganando fuerza con Mascletà Poética, de los valencianos Visitants, en una abarrotada Plaza Mayor, donde la pirotecnia y la palabra se fundieron en una celebración sensorial. Finalmente, el cierre corrió a cargo de Bêtes de foire, en la carpa de las Moreras, con Décrochez-moi-ça!, un circo-teatro para público adulto que puso el broche con una dosis de humor absurdo, precisión técnica y poesía visual.

El TAC 2025 ha arrancado con fuerza, mostrando desde su primera jornada que Valladolid se convierte, por una semana, en capital de la escena más libre, creativa y cercana. Un festival que no solo ocupa las calles, sino que las transforma.