Música y chanclas
Los ritos son acciones simbólicas. Trasmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una sociedad. (Byung-Chul Han) No se me ocurriría ir al CCMD a escuchar un concierto de música clásica en chanclas y con bermudas. Esta tarde que se celebra el Extraordinario hay que hacer "de tripas corazón" para entrar en la sala sinfónica. Ha llegado la invasión de los bárbaros.
Dirige la OSCyL David Fernández Caravaca que se toma el concierto en serio, muy en serio. La belleza de Aequale n. º1 en Do menor, Wab 144 de Anton Bruckner pone al público en "otro estado". Su profundidad invita a cerrar los ojos para no ver al compañero de butaca que luce unas bermudas estampadas (con unos pelos en las piernas como escarpias) y unas chancletas de mercadillo por el que asoman unos dedos como morcillas, de Juzgado de Guardia, vamos.
Prosigue Mendelssohn con Beauti mortui (Dos corales sagrados, op.115 y el entusiasmo de David Fernández Caravaca empuja a la orquesta a que se ponga la pilas y dé todo lo que es capaz de dar. Se nota, esta tarde que algún sustituto todavía no es consciente de la categoría que tiene esta orquesta y se está haciendo el remolón.
Y se nota y le dan a uno ganas de llamar la atención al sustituto cuando se ponen a hablar cuando termina la música como si estuviera de recreo, con risas y gestos que no se ven durante toda la temporada de conciertos. ¡Un poquito de mesura, muchachos!
Después del descanso, breve, muy breve se escuchó la Obertura trágica, op. 81 de Johannes Brahms, quince minutos exactos de puro disfrute, una vez hecha la digestión de las "chancletas" gracias al Paracetamol con hioscina y la caña del descanso. La belleza intrínseca de la música de Brahms pasa por encima de cualquier cosa, pasa por encima de chancletas y bermudas de verbena popular o fiesta de tercera categoría.
El plato fuerte del Concierto Extraordinario llegó con el Réquiem en Re Menor, op. 48 de Gabriel Fauré. El Coro de la OSCyL, la soprano Laia Vallés y el barítono chipriota Yiorgo Ionnou llenaron la Sala Sinfónica Jesús López Cobos de color y emoción a raudales.
Hay muchos tipos de lujo, pero el sentido común dice que escuchar a esta orquesta es uno de los más valiosos. Sentarse, hacer un ejercicio de paciencia para no ver y sí escuchar y envolverte en las voces que esta tarde cantan para nosotros es un disfrute que quieren que les diga, no se paga con dinero.
PD: En las obras hay un cartel que dice "Prohibido el paso a toda persona ajena a la obra" aquí, en el CCMD debería poner otro que dijera "Prohibido el paso al concierto a toda persona con bermudas y chancletas". Todo por no cabrear a Byun-Chul Han.
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