Las casetas de ferias en el centro de las ciudades son, actualmente, una parte de las festividades en muchas poblaciones, como la nuestra, proporcionando un espacio temporal para la celebración, el entretenimiento y la interacción social. Sin embargo, cuando estas estructuras no se diseñan con atención a la estética y al entorno urbano, pueden contribuir a la banalidad y fealdad del espacio público por carecer de armonía y cohesión visual, afectando negativamente la calidad de vida de los ciudadanos y la percepción que tenemos de nuestra ciudad. Los entornos feos, sucios o desordenados que contaminan también acústicamente, pueden llevar a una sensación de incomodidad y desconexión, afectando a la forma de relación de las personas con su espacio vital.
El geógrafo David Harvey, en su libro "Rebel Cities", argumenta que, mientras algunos ven en estas "estructuras" una supuesta manifestación de la vitalidad y el dinamismo, muchos lo perciben como una invasión del espacio público que compromete la estética del entorno construido. Y es que como señala el sociólogo Richard Sennett, la banalidad estética puede llevar a un sentimiento de desconexión y desarraigo, erosionando el sentido de comunidad y pertenencia que es esencial para una vida urbana saludable.
Otro gran sociólogo como fue Zygmunt Bauman, exploró en su obra "Modernidad líquida" cómo en la sociedad contemporánea se prioriza lo inmediato y lo efímero sobre lo reflexivo y significativo. Es la base del populismo que alimenta una degradación del espacio público contribuyendo a una sensación de alienación y descontento que tanto les complace.
Los gestores públicos, los políticos -tan defensores de nuestro patrimonio cultural y urbano- los organizadores de estos eventos, deberían apostar por la calidad estética de los espacios públicos, incluidas las casetas de ferias y en cómo estas estructuras temporales pueden integrarse armoniosamente en el entorno urbano existente. Como decía el pedagogo y filósofo estadounidense John Dewey en su obra "El arte como experiencia", al educar a los ciudadanos sobre la importancia del cuidado estético de los espacios públicos, se puede promover una cultura de respeto y aprecio por el entorno urbano, contrarrestando la tendencia hacia la banalidad y el populismo.
El compromiso del sector hostelero -como uno de los principales beneficiarios de las ferias- y de las administraciones públicas locales es fundamental para garantizar que las casetas de ferias se integren visual y acústicamente de manera armoniosa y respetuosa en el entorno urbano. Las administraciones locales tienen la responsabilidad y la obligación de hacer cumplir la normativa sobre Patrimonio y establecer directrices serias que aseguren que estas estructuras temporales contribuyan positivamente a la estética de la ciudad y no a su degradación. Esto incluye contar con profesionales, urbanistas y arquitectos..., así como la elección de materiales de calidad (y no necesariamente costosos), un diseño coherente con el entorno, y la implementación de prácticas sostenibles para minimizar los residuos y el impacto ambiental. Por poner un ejemplo, aunque parezca ajeno al tema aquí tratado, recordemos la película "Perfect Days" de Wim Wenders donde los inodoros públicos -un símbolo de la cultura tradicional de Japón- son protagonistas mostrándonos parte del proyecto Tokio Toilet (distrito de Shibuya), con construcciones sorprendentes de prestigiosos arquitectos que rompe con la oscura y algo sórdida imagen que se tiene de este tipo de lugares públicos. Se dota del más alto valor estético a algo socialmente 'bajo'. ¿Por qué no dotar de este respeto visual a las casetas de ferias?
Adoptar un enfoque más reflexivo y racional en la planificación de estos eventos puede servirnos a todos, incluido ese decadente y ascendente "peñismo" que invade y ensucia las calles, y que podría aplicarse el mismo sistema de apuesta por la estética ciudadana, que sustituya la cutrez que vemos año tras año, y que sufrimos muchos ciudadanos en nuestra ciudad.
Aunque pueda costar entenderlo, la necesidad de un poco de sentido común en todas las acciones que se ponen en marcha en las ciudades, en estos periodos festivos, es una necesidad fundamental que impacta directamente en la calidad de vida de sus habitantes. En el entorno urbano, la belleza desempeña un papel crucial como elemento educativo y formador de la conciencia cívica, proporcionando a los ciudadanos un entorno que inspira respeto, orgullo y pertenencia.
La belleza en las ciudades no es un lujo estético. Es una necesidad fundamental que impacta la calidad de vida. La admirada filósofa Martha Nussbaum destaca que la belleza tiene un papel esencial en el desarrollo de las capacidades humanas, permitiendo a los individuos experimentar placer, desarrollar empatía y comprometerse más plenamente con el mundo que los rodea. En este sentido, un entorno urbano bello puede ser una herramienta educativa poderosa, que fomente un sentido de responsabilidad hacia el bien común y una apreciación por el entorno compartido. Esto, también en fiestas.