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Sobre el populismo en las ciudades

Nueva entrega de la sección 'Mientras el aire es nuestro' del colaborador de TRIBUNA Juan González-Posada

Sobre el populismo en las ciudades
Juan González-Posada
Juan González-Posada
Lectura estimada: 4 min.

Bertrand Russell (1872-1970), filósofo, matemático y Premio Nobel de Literatura en 1950, fue una de las mentes más brillantes del siglo XX. Su aguda visión de la política y la sociedad lo llevó a analizar en profundidad diversos temas, incluyendo el populismo. Russell era un firme defensor del pensamiento racional y crítico. En su obra 'Problemas de la filosofía' (1912), defendía la importancia del método científico en la toma de decisiones políticas. Consideraba que solo a través de un enfoque racional y objetivo se podían encontrar soluciones duraderas y justas para los problemas a los que nos enfrentamos.

En 1936, criticaba la tendencia del populismo a apelar a las emociones y prejuicios de las personas, en lugar de basarse en argumentos racionales y análisis objetivos. Consideraba que esta forma de hacer política era peligrosa para la democracia, ya que podía conducir a la toma de decisiones impulsivas y perjudiciales. En su libro 'Los caminos de la libertad' (1947), advertía sobre los peligros de los líderes populistas que utilizan discursos pobres, simplistas y promesas vacías para obtener el apoyo popular.

Como filósofo comprometido con la razón, la justicia y el bienestar común, los análisis de Bertrand Russell ofrecen una valiosa perspectiva para comprender el actual populismo urbano y sus peligros.

 

Las ciudades, con sus problemas multifacéticos, son terreno fértil para los líderes populistas de ideologías diferentes. Los líderes populistas urbanos suelen explotar las frustraciones, miedos y resentimientos de los ciudadanos, ofreciéndoles soluciones simplistas y chivos expiatorios a problemas complejos. A menudo apelan a la nostalgia, al localismo, a lo religioso, a la tradición casposa, a la xenofobia para unir a sus seguidores y crear una sensación de 'nosotros contra ellos'.

 

Por otra parte, la era digital nos ha traído cosas muy positivas, pero también nuevos desafíos, como la proliferación de la desinformación y el auge de este modelo de populismo. Sus líderes, aprovechando las herramientas que ofrecen las redes sociales y los algoritmos, han logrado construir esas narrativas simples y emotivas que resuenan en las masas, polarizando sociedades y debilitando las instituciones democráticas. Los algoritmos de las plataformas, como señala Eli Pariser en 'El filtro burbuja' (2017), están diseñados para maximizar el 'engagement', el nivel de compromiso. Esto crea lo que se conoce como 'cámaras de eco', que se asocia con la polarización y extremismo político y social, así como el aislamiento intelectual. Implica el consumo de medios sesgados dentro de un sistema cerrado donde las personas se ven expuestas únicamente a información intencionadas, que siempre distorsionan la verdad, con puntos de vista e ideas muy concretas y simplistas, que intentan que sean las nuestras.  Además, las redes sociales han facilitado la difusión de noticias falsas, que los líderes populistas y sus seguidores utilizan para manipular a la opinión pública y desacreditar a sus oponentes.

 

Es bueno citar el caso concreto que el profesor Pietro Saitta analiza en su libro 'Populismo Urbano' (2022), sobre la situación de la ciudad de Messina y de su alcalde Cateno De Luca, quien puso en marcha una acción gubernamental compuesta no sólo de medidas administrativas, sino también de políticas simbólicas destinadas a ordenar y desintegrar la vida urbana social y democrática de la localidad. Recordemos también los recientes casos en ciudades del Reino Unido, y anteriores en Polonia o Hungría, en los que la UE, ante esta amenaza de debilitar las instituciones y los controles y equilibrios, activó a través de la Comisión Europea el artículo 7 del Tratado de la UE contra los Estados miembros por incumplir los principios del Estado de Derecho, lo que demuestra la preocupación por este tema.

Ante esta situación, la labor de los ciudadanos es fundamental para defender sus derechos y la gestión pública de las ciudades. Recordemos que nuestras urbes son centros de progreso humano, y que necesitan políticas que se basen en principios éticos sólidos. La búsqueda del bien común debe ser el norte de todas las acciones gubernamentales, no antojos sin base como la remodelación prevista en el Teatro Lope de Vega, o en el antiguo Convento de santa Catalina de Valladolid. Las soluciones deben ser evaluadas, no por su popularidad inmediata, sino por su capacidad para mejorar la vida de los ciudadanos actuales y futuros. Y para ello se necesitan lideres imaginativos, que tengan ideas, y sean conocedores y defensores de los valores éticos.

Las palabras de Bertrand Russell sobre populismo, ética y política siguen siendo relevantes para los desafíos que enfrentamos hoy. Su énfasis en la razón, la justicia, la cooperación y los derechos humanos proporciona un marco valioso para pensar sobre los problemas complejos de nuestro tiempo y los verdaderos retos que tienen ciudades como la nuestra.