La muestra reúne 21 piezas seleccionadas, incluida la obra ganadora, y podrá visitarse hasta el 14 de septiembre con entrada gratuita
El placer de escuchar a la OSCyL
La crónica cultural de Ágreda en TRIBUNA
El placer es un requisito de la música. Comienzan los primeros compases de la Obertura de Tomás Bretón (1850-1923) en la Sala Sinfónica Jesús López Cobos del CCMD y el tiempo se detiene cuando uno no se cansa nunca de escucharla. La inmovilidad del tiempo es el milagro que lleva implícita la música. La Obertura de Bretón se convierte en puro pensamiento.
Uno viene hasta aquí para ocultarse del mundo. La música que estamos escuchando a esta hora de la tarde nos hace sentir vivos porque genera en nosotros una reacción a lo que escuchamos. Cuando suenan los primeros sonidos en el oboe de Cristina Gómez Godoy ya sabemos que vamos a escuchar un Concierto para oboe y pequeña orquesta en Re mayor, TrV292 de Richard Strauss, estupendo.
Ver y escuchar a Cristina Gómez Godoy es un auténtico disfrute. Es lo bueno que tiene la música que sin ni siquiera saber las notas musicales de manera intuitiva puedes sentir alegría, pena o bienestar en general. El acompañamiento de la OSCyL dirigida cada día con más precisión por Thierry Fischer es de un asombroso resultado musical. Se ve, se nota que hay buenas vibraciones entre Cristina y los músicos de la OSCyL y eso lo agrade el público, por fin vemos en directo a "gente" que se admira y se lleva bien.
Descanso. Cenicienta, op 87 (selección) de Serguéi Prokófiev está llena de emociones poéticas y musicales. La música salta de la partitura impresa para decirse en voz y alumbrar esta tarde otoñal. Se eleva por la sala sinfónica y adquiere una intensidad incandescente, corre como un torrente en la mirada de los músicos de la OSCyL.
Han pasado ya unas horas y la pregunta oportuna que hacerse es la siguiente: ¿cuál ha sido la experiencia que ha provocado el concierto en el oyente? Primero la experiencia física, presencial y grupal de escuchar la música con más de mil personas al tiempo, tiene su punto... las toses, los movimientos, el dichoso móvil que suena en el momento menos oportuno, el olor, los caramelos... hacen que algunas veces un concierto, más que un concierto, parece que uno está en el potro de tortura.
Y segundo, aparece el agradecimiento hacia los músicos y al director, hombres y mujeres que llevan toda la vida estudiando y ahora están tocando "para ti". Cuando termina el concierto hay un momento de gratitud: el aplauso.
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