La muestra reúne 21 piezas seleccionadas, incluida la obra ganadora, y podrá visitarse hasta el 14 de septiembre con entrada gratuita
El murmullo de los espectadores de la Sala Concha Velasco (LAVA) comienza a silenciarse poco a poco a medida que se van apagando las luces. Es el momento donde los integrantes de Le Grenier convierten el escenario en un desván y se transforman en otras personas. Se convierten en acróbatas.
Ser acróbata requiere habilidades concretas. Estas cualidades suelen relacionarse con las personas que trabajan en el "circo contemporáneo". Es sorprendente como los integrantes de Le Grenier ?toman? el Mástil Chino como marineros intrépidos del Pequod al mando del capitán Ahab y regalan al público que mira embelesado 70 minutos de movimientos que llevan el marchamo de la belleza. La destreza de la belleza.
Hay una gran mayoría de artistas que siendo interesantes no tienen visibilidad. El criterio para hablar de ellos no debería ser solo salir en alguna serie o su valor en las redes sociales. Esta noche los afortunados que se han acercado al LAVA, han aparcado el coche por los alrededores ?casi una tarea de héroe- están disfrutando de unos artistas que tienen técnica y alma.
Alma porque solo hay que oír los "huy" y los "ahahhh" del público que no pierde ripio y técnica qué duda cabe para colgarse de todas las posiciones imaginables del Mástil Chino y tomar tierra sin haberse partido la crisma. Sin alma, la técnica no sirve para nada, sino que se lo pregunten al sabiondo de Luis Enrique.
Poco a poco el espectador va educando la mirada. Este es un proceso lento que el público fiel del LAVA ya conoce. Un proceso lento que tiene que ir más allá de las apariencias y tiene que descubrir por sí solo el lenguaje callado (cuando le da por cantar eso se convierte en otra cosa) del movimiento y la belleza intrínseca que tiene por sí solo el equilibrio.
Es difícil, cada vez más tener al personal mirando el escenario durante 70 minutos. Pero la emoción, la intensidad, la pericia y la agilidad de todos los integrantes de Le Grenier lo facilitaron. Porque el público de ahora no busca la perfección, sino lo que busca es que el artista trasmita una vulnerabilidad y eso esta noche salta a la vista.
La atención es la ventana a través de la cual el espectador se asoma al mundo. A partir de ahí comienza un largo viaje en el que la cultura ? material o inmaterial- se convierte en alimento espiritual. Para mejorar, la sociedad tiene que ir más veces al LAVA.
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