Memorias de Adriano

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Memorias de Adriano
El autor esÁgreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.
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Se aprende más viendo cómo se pone la camisa Lluís Homar en Memorias de Adriano que asistiendo a la Escuela Superior de Arte Dramático tres años. Porque Homar penetra en el pensamiento, -llámalo esta noche también alma- de su personaje y en  el de los espectadores que llenan esta noche el Teatro Calderón de Valladolid.

Soberbio, mutante, caleidoscópico, Lluís Homar se pone en la piel del emperador romano Adriano para ofrecer al respetable una verdad palpitante y dolorosa pero sabiamente teatralizada que llega al corazón del público de manera natural. Ese silencio que se respira esta noche en el Teatro Calderón vibra y resuena por la sala como pocas veces lo hace durante la temporada.

Que es una de las grandes funciones de la temporada poca gente lo duda. La dirección de Beatriz Jaén esta tocada por la gracia. Las escenas y la escenografía fluyen como cataratas saltando entre las butacas de los espectadores a su libre albedrío. Mi admiración por Lluís Homar y Beatriz Jaén no puede ser mayor.

Veía a Lluís Homar como el emperador Adriano y me imagina a Marguerite Yourcenar loca de contenta por ver "como su Adriano" brillaba por el escenario con luz propia. Que Memorias de Adriano es una joya de intérpretes, texto, música y puesta en escena es indudable.

Álvar Nahuel encarnando al joven amante Antínoo es una destilación purísima, alucinante y conmovedora de principio a fin.  Sorprende su madurez y su fuerza salvaje. Su mirada honda, penetrante, sus movimientos delicados hacen pensar en un joven Nuréyev, cortan el aliento. La escenografía es superlativa. Una puesta en acción soberbia, limpia, como una mañana fría de febrero. Sutil, intensa, minuciosa. En una palabra: trasparente. Hay momentos inolvidables, cada espectador habrá elegido el suyo, porque hay para hincharse. 

Hay que volver a leer Memorias de Adriano, no queda otro remedio. Esas palabras que Adriano dedica a su esclavo-amante Antínoo, esa verdad implicitica que llevan su pensamiento emocionan de verdad. Los espectadores vamos a soñar con Memorias de Adriano durante una larga temporada. La voz y las palabras de Lluís Homar, directas, trasparentes, sutiles se envuelven en nuestra memoria, como se envuelve la fotografía de la madre que uno lleva en la cartera.

Solo hago que pensar cuando salgo al frío de la Calle Angustias, la energía que tienen que mover todas las personas que componen Memorias de Adriano para enfrentarse cada función al público, reponer fuerzas y utilizarlas en busca del bien, la verdad y la belleza.

Todas las palabras en Memorias de Adriano parece que nacen solas. Homar las da tiempo para que cada espectador las adapte y las digiera. Hay sensaciones que no se tienen todos los días.  

Todo queda por hacer.

 

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