Valladolid volvió a ser territorio Dünedain. Y esta vez, más que nunca. Recién aterrizados de una gira mexicana "de locura", donde el metal sigue latiendo con la intensidad de los grandes tiempos, los de Madrigal de las Altas Torres regresaban a España para presentar su nuevo disco 'Érase', que pide a gritos ser cantado. Y qué mejor lugar para abrir fuego que el LAVA, su "segunda casa", un espacio donde el power metal abulense siempre encuentra calor, entrega y garganta.

La sala estaba a reventar. No solo llena de público, sino llena de ganas, de camisetas del grupo, de voces calentando motores y de ese hormigueo que anuncia que la noche va a ser inolvidable. La expectación era palpable: 'Érase' se define como el álbum más personal de la banda, más reposado y más redondo, fruto de años de maduración, una pandemia que frenó caminos y un tiempo creativo que permitió a Tony Delgado, según contó a TRIBUNA, dar forma a nueve "cuentos" muy íntimos. Y Valladolid quería escucharlos todos.

Antes, los jovencísimos Neon Nights demostraron que el futuro del rock está en buenas manos. Una descarga fresca, descarada y con actitud que preparó al público para lo que se venía encima. Pero cuando las luces bajaron y sonaron los primeros acordes de Dünedain, el LAVA explotó.

Durante dos horas que pasaron como un parpadeo, la banda ofreció un concierto apoteósico, cargado de clásicos, novedades y emoción. La puesta en escena acompañó a la perfección un repertorio que ya se ha convertido en imprescindible para los seguidores del género. Dünedain mostró que está en su mejor momento: asentados, compactos y con un directo que arrastra y arrasa.

Dünedain no solo volvió de México en plena forma: volvió en estado de gracia. Valladolid lo confirmó con una entrega que llevó a la banda "en volandas", como ellos mismos reconocieron: "Sin la gente esto no sería posible". Lo del sábado no fue un concierto. Fue una celebración. Una reivindicación de casi tres décadas de camino duro pero gratificante, de autenticidad y de fe absoluta en lo que hacen.

Cuando sonaron los nuevos temas, el público ya llevaba los deberes hechos. Letras memorizadas, brazos en alto y una comunión casi perfecta. Canciones como 'Oh, yeah!' o 'La misma canción' encontraron un eco brutal en la sala, aunque fueron los clásicos los que prendieron la sala hasta el techo. 

Tony, Carlos, Mariano, Alberto y Miguel se dejaron la piel sobre el escenario. Y la Valladolid respondió multiplicando cada gesto, cada nota, cada grito como solo ocurre con los de casa. Sencillamente: heavy metal en estado puro.