Gustav Mahler

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Gustav Mahler
El autor esÁgreda L.M.
Ágreda L.M.
Lectura estimada: 2 min.

La Sinfonía nº 1 en re mayor, "Titan" de Gustav Mahler que ejecuta la OSCyL dirigida por Thierry Fischer es una caldera que se va cargando de dolor, de emoción y sabiduría hasta que llega Sürmisch bewegt su último movimiento y el público explota en aplausos. Escuchar esta sinfonía, es como cenar la noche de Navidad en casa de tu cuñada, uno acaba exhausto.

 

Una sinfonía muy dolorosa, humana y palpitante sabiamente dirigida por Thierry Fischer y ejecutada magistralmente por la OSCyL que llega al corazón del público que vibra como "un niño con zapatos nuevos". Resuena el silencio del público en la Sala Sinfónica Jesús López Cobos del CCMD antes de la merecidísima explosión de aplausos. 

 

Mientras escuchas en directo la música de Mahler percibes que escuchas algo que te supera, que no puedes poner palabras, es una música diversa, un océano en el tiempo y en el espacio. Tiene una belleza exacta que recompone el orden que rompe lo real. Su luminiscencia cromática que emana de su sonido provoca un silencio atronador, estarse quieto, callado para poder soñar despiertos.

 

Mahler era un personaje muy extraño, no le gustaba hablar con desconocidos. Su música resulta difícil de entender. Su música tiene muchas indicaciones a veces incoherentes, contradictorias. Algunas veces eran tan inteligibles que solo las entendía él. Era su carácter.

 

Era director y compositor, y eso supone que buscar el equilibrio puede resultar problemático. Esta sinfonía que estamos escuchando, la Primera, está compuesta,  según ha dejado escrito el director Seiji Ozawa por muchos elementos distintos a los cuales otorga valor similar, usados sin conexión lógica entre ellos o incluso oponiéndolos: música tradicional, germánica, música judía, música fin de siècle, música popular de bohemia, caricaturas musicales, elementos cómicos tomados de la subcultura, propuestas filosóficas, dogmas cristianos, visiones de Occidente, todo tipo de cosas, en fin. 

 

La música de Mahler es universal, cosmopolita. Le costó Dios y ayuda a Thierry Fischer sacar a relucir toda la diversidad, vulgaridad, todo el sedimento, la complicidad que existe en la música de Mahler. Eso no quiere decir que su ejecución no fuera brillante, bueno, más brillante hubiera sido si no utilizara siempre el mismo traje y los mismos zapatos. Señor Fischer, sorpréndanos en el próximo concierto y estrene traje. El traje si hace al director.

 

Mahler acudió a consulta con el "hechicero austriaco" Freud, así le llamaba Nabokov, para intentar superar "los cuernos" que le ponía Alma. Dicen que Freud le respetaba profundamente. Ese origen subterráneo, como dice Murakami, hace que la música de Mahler nos resulte a veces exasperante. Insoportable.

 

 

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