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Gianfranco Rosi retrata el Vesubio con un tapiz que atraviesa el tiempo en 'Below the Clouds'
El cineasta italiano presenta en la 70 Seminci una radiografía en blanco y negro sobre la vida, la memoria y las devociones que orbitan en torno al volcán napolitano
Durante dos horas, el cineasta italiano Gianfranco Rosi indaga en los estratos que el paso del tiempo ha construido en torno al Vesubio en Below the Clouds, su última película, que hoy se sumó a la competición oficial de la 70 Semana Internacional de Cine de Valladolid. "Esto es una máquina del tiempo, y vamos a ir hacia atrás", advierte uno de los personajes que guían al espectador en un viaje a través de los siglos, desde la erupción que costó la vida a Plinio en el año 79 d. C. hasta la actualidad.
En un refinado blanco y negro, Rosi articula su relato a través de figuras como el equipo de emergencias de Nápoles, Titti, un profesor lleno de ironía, María, arqueóloga del Museo Nacional, una expedición de voluntarios japoneses, un fotógrafo de esculturas, un político preocupado por los ladrones de tumbas, y un joven ucraniano que ha atracado con un barco sirio para descargar toneladas de grano de su país, al que deberá regresar en plena guerra.
Al estilo de José Luis Guerin en En construcción o de la reciente Historias del buen valle, Rosi teje lazos entre microhistorias para dialogar desde el presente con el legado sepultado bajo la lava, en una reflexión sobre el tiempo, la materia y la persistencia de la vida. La apuesta estética y virtuosa del film, estrenado mundialmente en Venecia y hoy presentado por primera vez en España en Valladolid, imprime una cadencia hipnótica que por momentos juega en contra de su ritmo narrativo.
Para Rosi, que no viajó a Seminci, Below the Clouds es "una película sobre lugares, espacios, situaciones y personas", que refleja "un viaje por el interior de un territorio", abordado como una exploración sensorial y espiritual, "una constelación de signos, voces, sombras y presencias, devociones...".
El cineasta explica que todos los personajes son 'devotos' de algo: "De una idea, una verdad, un gesto, un recuerdo... La devoción no tiene connotaciones religiosas en sentido estricto, sino que adquiere un carácter ritual, en ocasiones sacro. Es una forma de abandono y, al mismo tiempo, de resistencia". Durante el rodaje, asegura, "se crean vínculos, conexiones necesarias, formas de cercanía e intimidad".
Con una mirada "suspendida en el tiempo", Rosi se aproxima a esos microcosmos a lo largo de un proceso creativo que se prolongó tres años, entre el rodaje y el montaje. "El reto, como siempre, es romper la delgada línea que separa el documental de la ficción, acercarse, en la medida de lo posible, a la diferencia entre lo verdadero y lo falso. Al filmar, detienes algo, lo condensas, documentas un fragmento de tiempo, la belleza de un gesto o una acción, la riqueza de lo cotidiano. La realidad transcurre mientras filmas, entre la vida que sucede dentro y fuera del encuadre", concluye.
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