Juan Ferrero y Rubén Ferrero comparten vida tanto dentro como fuera de los terrenos de juego a diario en los Campos de Fútbol Ribera de Castilla
De generación en generación (II): El ejemplo de espíritu 'rondillero' que va más allá de un vínculo familiar
Juan Ferrero y Rubén Ferrero comparten vida tanto dentro como fuera de los terrenos de juego a diario en los Campos de Fútbol Ribera de Castilla
En la vida te cruzas con personas que, sin duda, merecen la pena conocer. A veces, es el destino. Y, en otras ocasiones, es el azar que, por suerte, te regala dos amistades. Sin embargo, todo tiene su truco. Al ser personas que apenas has conocido, es el día a día el que te dice si, en realidad, son seres humanos con los que puedes mantener un simple contacto, ya que coincides mucho con ellos, o, por el contrario, son seres humanos con los que te relacionas hasta tal punto de que la ilusión por entablar una conversación acaba, felizmente, siendo recíproca.
Haya pasado lo que haya pasado hace unos años cuando un servidor era uno de los entrenadores de su amado Club, Juan Ferrero (Valladolid, 1970) y Rubén Ferrero (Valladolid, 2001) hacen que, cada vez que visitamos los Campos de Fútbol Ribera de Castilla, uno se sienta como en casa, aunque las 'llaves' de la misma la custodien ellos por su desempeño y esfuerzo diario. Ambos, que comparten vida tanto dentro como fuera de los terrenos de juego, protagonizan el segundo capítulo de 'De generación en generación', la serie que TRIBUNA publica cada dos domingos con un formato audiovisual incluido.
LOS PRIMEROS PASOS DE AMBOS EN EL CLUB
Juan, un poco reacio a los medios de comunicación, desempeña hace, aproximadamente, seis años el cargo de tesorero. Es decir, no solo cuida de sus dos hijos (el pequeño se llama Fernando), sino que también debe tener las cuentas del CD Juventud Rondilla completamente saneadas. Él sabe mejor que nadie que si esa base fundamental falla, los cimientos del Club caerían por su propio peso. Su hijo el mayor, el mencionado Rubén, ha crecido vistiendo los colores blancos, morados y verdes (e incluso azules que tiñen, en más de un caso, la segunda equipación). Este último es, actualmente, capitán del primer equipo, pero también entrena a niños que, como él, sueñan con ser algún día como Iván Garriel, David Torres o Koke Iglesias, ejemplos de vallisoletanos que están en la élite defendiendo, con capa y espada, el Club de sus vidas.
Es más, Rubén asegura, en declaraciones a TRIBUNA, que "desde pequeñito" siempre le ha gustado "hacer deporte". "De casa nunca salía sin un balón bajo el brazo… Me apuntaron y hasta el día de hoy sigo con la misma ilusión que cuando era pequeño", reconoce. Es más, fue ver a su primo jugar por el césped 'rondillero' y tener ganas de apuntarse al CD Juventud Rondilla, como a otros muchos que entran por primera vez en una instalación deportiva. Su padre Juan añade al respecto que no le tuvo que convencer porque tampoco se lo quiso comentar. "Ni a Rubén ni a mi hijo pequeño Fernando les he obligado a que se quedaran en el Club. Cuando eran pequeños, la decisión la tomaba yo como padre porque los tenía que llevar", apunta.
LAS DIFICULTADES DE LAS NUEVAS EXPERIENCIAS
Con el paso del tiempo, ambos mantenían sus roles en buena línea hasta que Rubén decidió probar una nueva experiencia y modificar el guion a su padre, al que dio "un disgusto". "Que tomara la decisión de marcharse me afectó. Estuve tres días con fiebre", admite. Rubén se encontró con un "no rotundo" de Juan, que tuvo que aceptarlo. De hecho, el capitán del CD Juventud Rondilla recuerda que la conversación fue "rara y difícil de llevar" pero, "al no ocultarle nada", esa charla fue necesaria para que, meses después, Juan se acabara acostumbrando. "Al final, me tuve que adaptar y le fui a ver todos los partidos que podía", reconoce.
En cualquier caso, la comunicación entre ambos nunca ha desaparecido. A diferencia de Los Torres, tanto padre como hijo hablan de lo que pasa en el Club, pero sin salirse de la parcela deportiva, aunque Juan sea el tesorero. "De las cosas que contamos y hablamos entre los directivos, mis hijos no saben nada. En primer lugar, porque no tienen ninguna razón para saberlo. Y, en segundo lugar, son mis hijos, pero son jugadores. Todo lo que pase dentro de la oficina, es cosa mía, y no suya", aclara.
LA RELACIÓN Y LOS MALENTENDIDOS
Por esa razón, las conversaciones postpartido cobran más protagonismo de lo que uno se pueda imaginar porque Juan le dice a Ruben las cosas tal y como son. Sí, repito, tal y como son... aunque duelan. "Solemos hablar mucho de fútbol. Además, cuando acaba el partido, le suelo buscar. Sabe mucho más de fútbol que yo, tiene más experiencia, y me puede dar más consejos. Prefiero esa situación a querer hablarlo con un compañero y que haya algún malentendido. Las críticas que he recibido de mi padre me han ayudado y, actualmente, me ayudan en el día a día", comenta Rubén.
En este sentido, Juan explica que no suele ser una persona la que empieza la charla, ya que alguna vez "lo hace él y otras veces lo hace Rubén". "Le digo si esto lo ha hecho bien, o si esto lo ha hecho mal. Él sabe que, como no me lo cuente, me voy a acabar enterando. Yo es que, además, le conozco. Entra por la puerta, y ya sé que algo ha pasado. Prefiero decirle las cosas en caliente... que esperarme. Tampoco me importa decir las cosas como son a sus compañeros, hayan jugado bien o hayan jugado mal. Me llevo muy bien con ellos. Mi hijo sabe que, aparte de padre, soy amigo. Eso sí, a veces hay que saberlo diferenciar: una cosa es que sea su padre, y otra cosa es que sea su amigo, pero prefiero que me cuenten sus problemas", reitera.
La relación es tan cercana entre ambos que Rubén ha tenido que enfrentarse a comentarios malintencionados que sugerían que jugaba por "ser hijo de quien es". "Lo escuché sobre todo cuando era más pequeño. Recuerdo que cuando era juvenil, me pasó también alguna vez. No me hizo gracia el comentario cuando llevaba diez años en el Club. Da la casualidad de que lo escuché cuando no hice un buen partido, y creo que todos tenemos días malos", explica con sinceridad. Es más, Juan asegura que, cuando sus hijos juegan, "jamás" se pone con el resto de los padres. "Por desgracia, muchos tienen la mentalidad de tener estrellas, y esto es solo un hobby. Queremos que se diviertan y hagan amigos. Jugar al fútbol no sirve para venir al campo y empezar a criticar", incide.
De ahí que no comparta la figura del padre-entrenador, a la cual sigue sin entender: "Jamás me he metido en una decisión que ha tomado el entrenador. Luego podemos tomarnos una copa, charlar o lo que quiera. Algún entrenador me ha preguntado, y he preferido decírselo cuando ha acabado el partido. Me considero un tipo realista. Si mis hijos lo han hecho mal, lo he dicho. Hay padres que, siendo conscientes de que el niño lo ha hecho mal, dicen que ha jugado bien. Flaco favor les hacen si siguen así. Si yo le grito a mi hijo, ahora no que son más mayores, pero cuando eran pequeños, me va a hacer más caso a mí que al entrenador. Estoy seguro. La mitad no quieren ser entrenadores. ¿Por qué? Por la razón que te acabo de explicar. Llegará el día en el que no dejen entrar a ningún padre en los campos".
Aun así, y al ser esa la tónica habitual en el fútbol base, ambos son un ejemplo de cómo cuidar al Club desde dentro. Y han conseguido lo más complicado: que lo sepan apreciar no solo los que, de alguna manera, forman parte de la familia del CD Juventud Rondilla, sino también los que vamos de vez en cuando o en determinadas ocasiones, que son a las personas que les abren las puertas de par en par para que puedan sentir esa "sensación de paz y alegría" que le da el Club a los Ferrero, santo y seña del barrio.
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