Piñel de Abajo: el pueblo de los 50.000 árboles y los 1.100 tipos de tomates…

… y los 15 murales y las abejas y las mariposas y los pájaros y las casas rehabilitadas…

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Fotos: Rebeca Pasalodos y el Prao de Luyas
Rebeca Pasalodos Pérez
Rebeca Pasalodos Pérez
Lectura estimada: 9 min.
Última actualización: 

No es un pueblo que pille de paso por una autovía, ni siquiera por una nacional. Es lo que tienen las pequeñas localidades de la España vaciada. Desde Valladolid, primero hay que partir desde la A-11 -lo que hay de ella- y luego seguir en la N-122 dirección Soria para después coger la carretera de Olivares, la VP-3001. Seguidamente, desde Pesquera de Duero, hay que tomar otro desvío, uno con más letras: la carretera VA-VP-3014. Unos kilómetros más adelante, donde la comarca de los Campos de Peñafiel casi se cruza con los Páramos (o el Valle) del Esgueva, llegamos a la pequeña localidad de Piñel de Abajo. Rodeada por el Arroyo que lleva su nombre, cuenta con un censo que en 2023 sumaba 159 personas.

Apartada de las grandes infraestructuras, de cines, teatros y lejos, también, muy lejos de ese mundo ficticio de las pantallas digitales, el ignorante capitalino podría pensar que la vida rural carece de alicientes, pero ya en la misma entrada de esta localidad, ubicada a 56 kilómetros de Valladolid, un cartel anuncia al visitante que está accediendo al 'Pueblo que planta árboles'.

Curioso anuncio, pero no casual. Y no es que plante media docena al año en el 'Día mundial…' de turno. En los últimos 15 años, ha sumado 50.000 árboles gracias a un proyecto ciudadano, 'El Prao de Luyas', que nació en el año 2008 y que está revitalizando uno de esos municipios que luchan por no desaparecer ante la falta de accesos, servicios y gente joven.

Belén Verdugo fue una de las fundadoras de este colectivo que toma su nombre de un pago cercano. "Nos fuimos juntando personas que vivimos en el pueblo con un interés de hacer actividades que fortalecieran la convivencia y, además, dieran una progresión a trabajar la naturaleza y el entorno", relata. Se trataba, en definitiva, de "movilizar un poco a la gente, con esa cultura del medio rural y del campo". Partiendo de ese espíritu, y buscando la máxima conexión con el entorno natural, ya dos años antes, en 2006 "se empezó tratando temas que podían ser en ese momento de actualidad, e incluso sociales, sobre la mujer y el campo", una iniciativa enmarcada en el objetivo de "visibilizar la actividad al aire libre e intentar que la gente se acercara a una especie de escuela de medioambiente, de naturaleza y de convivencia", explica.

Eduardo Perote, promotor y principal referente de la asociación, recuerda que, aunque esta se constituyó en 2008, "en 2006 ya se hacían jornadas agroforestales, con idea de buscar cultivos alternativos como la trufa, el pistacho y frutales de agricultura ecológica, para dar alternativa al cereal, porque los precios eran muy bajos y tenía los inconvenientes", como el de "utilizar químicos, semillas híbridas y herbicidas".

Gracias a un grupo constante de trabajo, al que se le unen personas llegadas de Valladolid capital, de otras provincias e, incluso, de Portugal, Piñel de Abajo se ha convertido en un ejemplo de acción colaborativa que ha transformado esta localidad en un vivero de ideas, de naturaleza y también de arte.

"Los talleres son muy variados, tanto para niños como para personas adultas, y son muy atractivos porque, por ejemplo, viene gente muy importante de la botánica. También se hacen talleres para hacer pomadas; para explicar distintos temas con paseos por el campo; se visitan las bodegas, porque hay gente que nunca las ha visto; se hacen murales, etc.", enumera Belén.

Los tomates, proyecto estrella

Así, con voluntarios y expertos, con ideas y con ganas, se fue ampliando espectro de iniciativas del Pao de Luyas, de modo que de los talleres puntuales se pasó a proyectos más prácticos y continuados. "Se han ido consolidando, por ejemplo, en torno a las semillas, en torno al tomate, en torno a la fruticultura y la trufa", indica esta vecina.

Todo empezó partiendo de ese propósito inicial de poner en valor las variedades tradicionales de fruta, lo que, de hecho, "es un recurso económico muy interesante", destaca Eduardo. Es cuando la asociación se preguntó cómo hacer llegar al público en general la importancia de esa variedad y riqueza frutal que, de hecho, está en grave riesgo de desaparición, no en vano, la FAO advierte que se han perdido un 90% de semillas agrícolas en el mundo. "Para los frutales necesitas mucho espacio para meter muchas variedades y mucho tiempo hasta que empiezan a dar frutos, entonces donde encontramos la posibilidad de cultivar muchas variedades en un espacio pequeño y poderlo mostrar todos los años, era en lo tomates", explica este Ingeniero Forestal y Agente Medioambiental.

"Hay una zona importante en el pueblo que la custodia Eduardo, junto con su familia y algún compañero o compañera", detalla Belén. Se trata del antiguo 'huerto del cura', una zona abandonada que El Prao de Luyas rehabilitó para empezar a dar vida a este proyecto. "Empezamos con el primer invernadero, tipo túnel, que hicimos con unos arillos de los camiones para poner la lona y plantamos la primera colección de tomates", rememora Perote. "Cada año fue creciendo. Al hacer las ferias, al ir teniendo más variedades, se iban acercando más coleccionistas o gente que tenía los tomates de sus abuelos y nos iban pasando tomates", cuenta. "Quince años después, tenemos como 1.150 variedades", detalla.

Así, a medida que el volumen de tomates se fue multiplicando, la feria agroforestal que venía realizando este colectivo en verano, se pasó a septiembre. "En la feria, la gente presenta sus tomates; también hay una exposición, de modo que algún año se han expuesto hasta 900; se hacen catas, talleres culinarios alrededor del tomate con estrellas Michelin, etc", enumera, a lo que se suman variedades también de pimiento, manzana o pera, aprovechando la cosecha.

Igualmente, se realiza otra jornada de biodiversidad, "puesto que para poder tener todas esas variedades de tomates hay que hacer la misma cantidad de semilleros". "Así, del excedente de planta, hemos creado esa feria, que ya son 13 ediciones, en la que se reparten tomateras de todas esas variedades, con alta participación", completa.

Los árboles: una reforestación de récord

Precisamente, en una labor continuista para potenciar la biodiversidad de la zona, respetando al mismo tiempo la naturaleza autóctona, se empezó, casi de forma simbólica, a plantar árboles por los alrededores, para ahora ser el pueblo que más árboles planta en España. "En principio no era por conseguir un récord, era por ir haciendo algo que se veía que era interesante, que era muy positivo y que atraía a la gente", cuenta Belén. "Luego se ha visto que va a ser en el futuro muy importante lo que se está haciendo aquí", agrega.

Un proyecto a largo plazo que comenzó hace una década con plantaciones cuatro o cinco veces al año. "Ahora plantamos todos los fines de semana y entre semana muchos días", cuenta Eduardo. Esto ha sido posible también gracias a un momento en el que la asociación ha dispuesto de más fondos. "Gran parte de esos fondos los dedicamos a contratar una máquina con el maquinista durante dos semanas para hacer hoyos en parcelas del monte público y también de particulares que nos dejan", explica Perote. "Gracias a esto se puede colocar mucha planta en poco tiempo y que el éxito también sea muy alto", apostilla. El respeto al ecosistema se tiene muy cuenta por parte de este colectivo que, principalmente, planta especies autóctonas de encina y roble y también muchos frutales, "por recuperar el pasado frutícola del pueblo". "También plantamos bastante matorral de plantas melíferas para potenciar las abejas, sobre todo romero, del que plantaremos al año 700-800, ya que va muy bien en terrenos de laderas pedregosas, empinadas o casi desérticas", argumenta. A este punto, sumando en los últimos 15 años y contando este año que va a ser el más prolífico con 6.000 nuevas unidades, se superará la cifra de 51.000 árboles. Y, por su puesto, tal y como completa Belén Verdugo, también "se organizan jornadas para la poda, para los injertos y otras veces en verano se hacen otras jornadas para recoger las frutas".

Colmenares

En paralelo, hace ocho o diez años se decidió rehabilitar las colmenas, porque era un elemento importante para recuperar los frutales, para la polinización. "De no haber ningún colmenar, ahora hay tres que son de tres miembros de la asociación", cuenta Eduardo. En la feria del tomate, que es a finales de septiembre, coincide con la época en la que hay que catar las colmenas por lo que uno de los talleres es el de extracción natural de la miel de forma artesanal.

Reserva de mariposas… y anfibios

En la misma línea, en una zona húmeda del pueblo, donde se encontraban unas antiguas fuentes totalmente abandonadas, El Prao de Luyas vio la oportunidad de desarrollar otra iniciativa natural. "Ahí hemos sido capaces de atraer una inversión de unos 10.000 euros con varios proyectos, uno de ellos fue la reserva de mariposas", explica Eduardo. Algo que ya partía de la observación de que en la zona había una interesante población de lepidópteros. Se restauraron las fuentes y se crearon tres charcas naturales, "algo que también ha servido para recuperar la población de anfibios locales: ranas, algún tritón, algún gallipato…".

Casitas para pájaros...

Otra repoblación exitosa ha sido la de las aves rapaces. En medio de un problema general que hubo de plaga de topillos, "se documentó que era importante conservar o proteger a los depredadores" de estos roedores, indica Belén, así que se planteó la instalación de casitas nido. "Empezamos a ponerlas en colaboración con una asociación medioambiental que se llama Grefa. Pusimos unas 25 para mochuelo, cernícalo y lechuza. Un día fuimos a comprobar y estaba el 70% ocupadas y contabilizamos unos 30 pollos", relata Eduardo. "Las censamos todos los años y los resultados los compartimos con el servicio Territorial de Medioambiente de Valladolid para los censos de rapaces. Ahora tenemos una tasa de ocupación en torno al 80% y sacamos unos 40 cernícalos entre pollos y huevos", añade. Una manera muy interesante de evitar el uso de veneno en las tierras contra los topillos ya que "una familia de cernícalos, en época de cría, viene a depredar a unos 700 topillos en tres meses y las lechuzas llegan hasta 900".

... y para personas

Revitalizar la vida en los pueblos, no se hace solo con plantas y animales, hace falta más gente para que el mundo rural no muera de despoblación. Por eso, dentro de los proyectos más llamativos está el de compra y rehabilitación de viviendas para alquiler social que ya ha conseguido atraer a una familia a Piñel de Abajo. "Se dio la necesidad de tener espacios para que gente que quisiera venir al pueblo pudiera disponer de casas", cuenta Belén. "Fue como una aventura un poco romántica con la propia mano de obra muy voluntaria y que se va haciendo con mucha ilusión", reconoce.

Todo empezó, según indica Eduardo, en 2020 "hicimos una campaña para comprar la primera casa". "En la asociación teníamos como 1.000 euros. La casa estaba para entrar a vivir y costaba 17.500 euros así que hicimos un sondeo para ver quién estaría dispuesto a comprarla y en un mes vimos que había como unas 20 personas. A los 15 días sacamos la campaña, con una aportación mínima de 300 euros y hacerse socio, que son 12 euros al año, y en un mes juntamos 20.000 euros de 37 personas distintas. A los 15 días ya había una familia de cinco personas viviendo en ella", relata. "Luego hemos tardado 18 meses en devolver el dinero y ya está la casa pagada. El alquiler son 160 euros al mes y ahora eso son ingresos para la asociación para financiar más proyectos", dice.

Tras una primera aventura, llegó la segunda, una que requiere más trabajo e ilusión. "Hace dos años compramos otras dos, que están en peor estado y necesitan mucha reparación, así que el precio fue casi simbólico", cuenta Eduardo. Dos viejas casas de adobe que van arreglando poco a poco con ánimo de seguir atrayendo, en un futuro, más familias al pueblo. "Ahora la gente se ha enterado de lo de las casas y nos llama para darnos los muebles que ya no usan, así que hemos comprado los pajares que están contiguos para meter esos muebles. Con el tiempo, en uno de esos pajares lo que queremos hacer es un horno comunitario", explica.

Un pueblo lleno de arte

A la par que se recupera la fauna y flora natural y se atrae población al pueblo, se busca dar a las calles un aspecto rejuvenecido, sin perder la esencia rural. Gracias al festival de arte anual, Piñel de Abajo se ha convertido en una pequeña galería al aire libre. De hecho, en la actualidad, hay 15 murales, 14 de ellos promovidos por esta asociación realizados por el artista Manuel Frías. Otra de las iniciativas fijas de este festival es la de las esculturas de madera, realizadas a motosierra con un escultor de Villabáñez llamado Vicente Ávila. Además, se hace un concurso de microrrelatos, a veces se visualizan cortometrajes…

…y se hacen ferias de lechazo, de la cereza, de la fruticultura, se hacen talleres, charlas y todo lo que sirva para revivir ese pedacito de una España vaciada agonizante hasta la que, de momento, solo llegan carreteras con muchas letras.

1 comentario

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usuario anonimo 5/6/2024 - 6:35:30 PM
Comentar estas noticias son una vendicion para esos pueblos de la España vaciada para que sus ganas de sobrevivir ganen y la visibilidad es importante enhorabuena
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