El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
Y cuantas más piedras más tropezones.

Tengo la costumbre de llevar las llaves de casa en la misma mano que porta la bolsa de basura.

A primeros de julio salí una mañana muy temprano a correr aprovechando el fresco y justo en el cubo marrón frente al portal que estaba medio lleno introduje mi bolsa bien cerrada y en el mismo pack fueron las llaves hasta el fondo.

Tumbé el cubo y cuando estaba medio vacío mi vecino del cuarto me vio tumbado en la calzada y se sorprendió.

Le conté lo sucedido y ahí acabó la anécdota.

Este martes 19 después de hacer limpieza en casa en la mano izquierda llevaba cuatro embalajes de cartón impecablemente doblados y dos bolsas de basura y las llaves en la mano habitual.

Doble la esquina de la calle para encontrar el recipiente azul y deposité allí todo el cartón. Justo pegado a él estaba el contenedor gris y claro está metí las dos bolsas y de nuevo las puñeteras llaves.

No había rastro de nadie a esa hora en la calle.

Tumbé el carro gris y con bastante asco fui retirando las bolsas viendo al fondo mi llavero.

En ese preciso momento un vehículo para a mi lado y baja la ventanilla.

Me vecino del cuarto salía de un garaje que está a cien metros de nuestro bloque que alquilan plazas.

En esta ocasión no me creyó.

Puso cara de no creerme.

Eran las siete de la mañana y ni una mueca ni una sonrisa ni algún gesto de complicidad.

Solo me preguntó en qué letra vivía.

El jueves a las ocho de la tarde llamaron al timbre de la puerta.

Era el vecino.

No quiso entrar sólo me dijo que acababan de volver del pueblo y me traía unos tomates, un manojo de cebollas, tres calabacines gigantes y una bolsa de higos.

Se fue muy rápido después de recibir mil gracias por mi parte.

Estoy completamente seguro que no creyó la segunda vez la historia de las llaves.

El viernes ha vuelto a subir y me ha dicho: "Me acaba de decir la mujer, súbele al vecino unas MADALENAS CASERAS".