La falta de gol condena a un Pucela previsible

Un gol de Pejiño (0-1) da los tres puntos a la UD Las Palmas en un partido en el que los locales desaprovecharon varias ocasiones

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La falta de gol condena a un Pucela previsible
Los jugadores del Real Valladolid lamentan la derrota. Sergio Borja.
El autor esAlejandro De Grado Viña
Alejandro De Grado Viña
Lectura estimada: 3 min.
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El Real Valladolid cayó (0-1) ante la UD Las Palmas en un partido previsible: los locales tienen que tener seis ocasiones para meter un gol, su entrenador repite la alineación, los cambios que introduce vienen hechos de casa, y esa ambición, al fin y al cabo, acaba demostrando lo que es, hoy en día, este equipo... que da para lo que da. Es decir, para luchar por entrar en los puestos de playoff, que sería el mal menor de una temporada que no pinta bien. Esta derrota le deja a seis puntos de su rival, que presenta credenciales para ascender y que, además, todavía no ha perdido ningún partido en la península.

BUENA PUESTA EN ESCENA SIN PREMIO

El Pucela, con todo y con ello, empezó bien el partido. Esa chispa, esa energía, que ni apareció en Portugalete y solo por momentos en Cádiz, cobró protagonismo desde el principio. Ver para creer. Es más, el único equipo que se acercó a portería con peligro, el único que se merecía el primer gol del partido, y el único que se atrevió a coger las riendas del choque era el que vestía de color blanquivioleta.

El problema es el de siempre. Llegas, llegas, llegas, pero no defines. Y si defines, o es para dársela al portero o es para mandarla a la grada. Las intentonas de Peter Federico y de Amath Ndiaye, que nacieron de jugadas colectivas con sentido y calidad, se esfumaron cuando se encontraron con Dinko Horkas, que no se mostró muy seguro en el partido, pero eso le valió para mantener su portería a cero, algo que, visto lo visto, cualquiera puede conseguir.

Aun así, y sin merecerlo, el Real Valladolid encajó el primer gol del partido que, a la postre, fue el que le dio la victoria a su rival. Los de Luis García aprovecharon un contraataque para estrenar el marcador. El balón, en banda derecha, acabó en las botas de Francisco Jesús Crespo, comúnmente conocido como 'Pejiño', que, a lo Juan Palomo, se lo guisó y él solo se lo comió. Su remate, mientras sorteaba a contrarios, superó a Guilherme Fernandes y puso el 0-1 en el electrónico.

A partir de ahí, fue más voluntad que fútbol. El Pucela tuvo otra oportunidad en las botas de Amath, pero este, cuando tenía todo a su favor y de manera incomprensible, falló lo que uno no se puede permitir. Ese podría haber sido el tanto clave que hubiera cambiado el rumbo del partido, pero la falta de gol, de contundencia, y de clarividencia imposibilitaban que el equipo soñara con una remontada, la cual era de todo menos previsible.

SEGUNDA MITAD DISCRETA E INEXPLICABLE

Imaginaros cómo lo tenía que estar viendo Guillermo Almada para meter a Chuki al descanso. La víctima fue Jorge Delgado que, como en Cádiz, aportó poco, aunque en la conocida como 'Tacita de Plata' disfrutara de más minutos de los que merecía. El uruguayo se reservaba a Arnu y a Mario Domínguez para más adelante cuando el encuentro ya te pedía a gritos agitar la coctelera, no solo cambiar la misma.

Es decir, el choque pedía ser ambicioso, ir a por la remontada, sin tener que esperar a que los goles cayeran del cielo. Es más, si desde el césped no se cree en ello, nadie va a hacerlo por ti. Se demostró cuando Almada quitó a Marcos André, el mejor de los suyos en el primer acto, por Arnu, en vez de retrasar más metros a Chuki, y quitar o a Juric o a Ponceau, ya que los roles de ambos de poco servían si el rival iba a estar bien plantado en los últimos 3/4 de campo

A pesar de que, desde el banquillo, no se plantearon alternativas, el Real Valladolid siguió teniéndolas: un centro de Amath al que no llegó por poco Peter y un gol anulado a Marcos André por una falta previa que hizo el brasileño, según el colegiado, cuando recuperó un peligroso balón en el área. Le salva a Almada que, aunque sea parte del problema, el nivel de la plantilla tampoco augura un final feliz. Y, entre tanto, Alejo, al que pocas cosas se le puede reprochar, se topó con el larguero antes de que el colegiado Miguel González Díaz pitara el final, el cual confirma que este Pucela o acude al mercado de invierno, al cual tendrá que ir por obligación, y no por convicción, o acabará la temporada en tierra de nadie, donde merece estar.

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